Las elecciones Primarias, Simultáneas y Obligatorias (PASO), recientemente realizadas en la Argentina, dejaron un sabor inesperado y amargo a las fuerzas que se alinean con el gobierno nacional. El kirchnerismo ha chocado con sus propios límites, ya que ciertas variables se han mantenido estables desde el histórico 54% de Cristina en Octubre de 2011: la oposición de una parte considerable de los medios de comunicación, así como el antikirchnerismo de cierta fracción de sectores medios y medios altos que resulta muy difícil que se sientan interpelados por el programa de reformas y los trazos ideológicos del proyecto K.
Sin embargo, podemos contar dos elementos característicos del actual mapa político. 1) El surgimiento del Frente Renovador del intentende de Tigre, Sergio Massa, que agrupa desde el peronismo a intendentes y a funcionarios, quienes fueron quedando excluidos del armado oficial (Alberto Fernández, Roberto Lavagna, Martín Redrado, Felipe Solá). 2) El contexto del último año y medio: hubo varios cacerolazos que no pudieron ser absorbidos y desarticulados desde la estrategia político-comunicacional del gobierno, así como hubo también problemas económicos: aumento de la inflación y en el tipo de controles establecidos sobre el dólar. A estos elementos debe sumarse cierta “autorreferencialidad” del armado oficial, atrapado en el esquema de su propia interpretación de la realidad, y con dificultades para percibir los cambios que le permitan mejorar su representación ante la sociedad.
El kirchnerismo, en el ciclo de estos diez años, realizó reformas sumamente importantes para la Argentina que democratizaron distintos espacios, así como mejoró la distribución del ingreso, y su disputa con ciertos factores de poder resultó una natural consecuencia de su vocación reformista. Sin embargo, en el último tiempo, la configuración de grupos que brindan una mayor fidelidad ideológica al gobierno nacional (La Cámpora, Carta Abierta, 678) posiblemente contribuyó a la primacía de cierto discurso que habla hacia los propios y olvida interpelar a sectores más amplios de la sociedad y menos ideologizados, que orientan su voto de acuerdo a otros valores, donde la ideología no tiene tanta preeminencia.
En las grandes ciudades (Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, entre otras) los resultados fueron bajos, por la incapacidad del gobierno de producir una renovación en sus liderazgos con arraigo social, capaces de brindarle mayores perspectivas de continuidad a su proyecto político. Como señaló el periodista Martín Rodriguez: “el kirchnerismo tiene muchos consumidores de poder y pocos productores de poder”.
Ahora, Cristina estará posiblemente ante un dilema hacia 2015: o elige como candidato a Scioli o algún gobernador peronista del Frente para la Victoria, con la posibilidad de reunir a una porción del peronismo pero al riesgo de perder la consistencia ideológica del proyecto, o elige como candidato a alguien del riñon kirchnerista, como Carlos Zannini, Secretario de Legal y Técnica de la Presidencia. En caso de elegir la última opción, conservaría la “pureza” ideológica de su proyecto, pero le restaría posiblemente cierta competitividad electoral, así como se arriesga a que, como sucedió con Massa, emerja nuevamente desde las entrañas de su propio armado un gobernador o intendente peronista con pretensiones de realizar un juego propio de cara a las presidenciales de 2015. Con estos dilemas sobre la mesa, el escenario resulta difícil para el gobierno nacional.
Ariel Goldstein
Sociólogo (UBA). Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc – Facultad de Ciencias Sociales – UBA).