Diciembre 5, 2024

Hacia la subversión ética y democrática – V -Recursos creativos imprescindibles

¡A crear miles de asambleas ciudadanas! Crece en Chile la convicción de que un cambio drástico de la realidad social y política, no sólo ha sido siempre necesario, sino de que ha devenido absolutamente indispensable y urgente. Al mismo tiempo se abre paso de modo lento, pero seguro, la certidumbre de que la legitimidad de dicho cambio exige la participación de la conciencia colectiva nacional y nunca jamás, sólo la de algunas en particular, como ha sido la norma hasta hoy. Hace cuarenta años atrás, la conciencia política democrática del país fue declarada fuera de la ley y desde entonces -víctima del terrorismo de las élites, de la segregación y de la impotencia- lucha soterrada o abiertamente por recuperar su preeminencia legítima en el escenario político y social. No es fácil superar cuarenta años de negación propia y ajena. En este período el pueblo ha sido castrado del conocimiento y del ejercicio de su poder original, aquel que le es propio por nacimiento y por pertenencia a una comunidad organizada. Los ciudadanos necesitan hoy re-aprender su derecho a pensar y a autodeterminar las circunstancias de su vida, necesitan re-ejercitar sus facultades de decisión y autogobierno sin interferencias ni presiones ilegítimas de ninguna especie.

La asamblea ciudadana

El lugar natural para que ello ocurra es sin duda la asamblea ciudadana. Esta no es otra cosa que una agrupación de ciudadanos libres que se reúnen para deliberar acerca de asuntos y problemas que les son comunes y que necesitan una solución. En los últimos años, hemos constatado en nuestro país la generación espontánea de diversas agrupaciones sociales que se han organizado activamente para la búsqueda de una solución a sus particulares problemas. Todas ellas han sido –y son- básicamente, asambleas ciudadanas en acción. Es el caso de los distintas federaciones de estudiantes, de los movimientos regionalistas, de las organizaciones gremiales y de diversas asambleas vecinales surgidas a lo largo del territorio nacional.

 

Se trata de la organización espontánea de los hombres, mujeres y jóvenes del país, ajenos a las estructuras de poder y de gobierno, que necesitan hacer oír sus voces, ante la enormidad de las injusticias sociales, políticas y económicas que deben enfrentar en su diaria lucha por la vida. Se trata de los ciudadanos/as privados arbitrariamente de todo poder político, quienes se ven obligados a salir a la calle a gritar su descontento y a demandar justicia y una nueva ética social. Tales acciónes de protesta y de presión política han sido posibles gracias a la organización previa de asambleas de análisis y discusión y a la adopción de acuerdos para la acción, con la participación mayoritaria de todo el colectivo.

 

Escuela de ciudadanía y democracia

Por tanto, es tarea primordial del movimiento ciudadano, cubrir el territorio nacional de miles y miles de asambleas ciudadanas, con asiento en cada ciudad, en cada pueblo, en cada barrio, en cada calle, isla, caleta, vecindad, lugar de trabajo, etc. La idea es que cada asamblea sea un lugar de convivencia, de reflexión, de análisis, de aprendizaje y de enseñanza, de discusión, de difusión de conocimientos, de definición de principios sociales y éticos y de acuerdos, todo ello bajo la inspiración y el objetivo fundamental del Bien Común.

 

La asamblea ciudadana es el lugar idóneo para el ejercicio del respeto y la tolerancia por las ideas y los sentimientos de los demás, cuestión marginada de la vida nacional en los últimos cuarenta años y causa de la barbarie y el desmadre que aún lamentamos. Al incorporarse a una asamblea de iguales el individuo debe dejar fuera de ella su partido, su religión, su status, sus prejuicios, sus sentimientos de clase, las intolerancias de cualquier tipo. Todos concurren allí en igualdad de condiciones, para poner en acción el poder original que les es propio, a través del ejercicio de aquellos dos únicos y fundamentales instrumentos naturales e inalienables de su condición ciudadana: su facultad de pensamiento y su derecho de decisión. Es aquí donde la conciencia individual, en interacción con sus pares, deviene conciencia política. Es facultad de esta conciencia colectiva analizar objetivamente los datos de la realidad para encontrar una solución a los problemas que afectan al Bien Común.

 

Este es el lugar donde el individuo reconoce y afianza su condición de miembro de una comunidad y donde reafirma su carácter social. Su pensamiento y su voluntad son aquí tan válidos como los de cualquier otro ciudadano, pues en la asamblea ciudadana nadie puede estar ni por encima ni por debajo de otros/as, todos tienen igual valor. En consecuencia, en una asamblea ciudadana no debe existir el cargo de presidente o director de ella, pues todos sus miembros lo son por igual, nominalmente. Para los efectos prácticos, sólo existirá la función de “moderador”, persona que se encargará de dirigir el curso de cada reunión y que cesará en su función al término de éstas, siendo reemplazada por otro miembro de la asamblea en la siguiente. Para los casos de representación exterior de la asamblea, se nombrará un “vocero” o varios, los cuales podrán ser reemplazados cuando se estime necesario.

 

Los acuerdos de una asamblea ciudadana debieran ser adoptados preferentemente por unanimidad. En casos de que esto no fuere posible, se podrá realizar una votación, pero ningún acuerdo definitivo debería contar con una aprobación inferior al 75%. Lo que aquí se señala son sólo recomendaciones de carácter general y optativo. Las normas relativas a los objetivos, la estructura y la funcionalidad de cada asamblea deben ser acordadas por ella misma y por unanimidad de su colectivo.

 

Ciudadanos, no partidos políticos

La asamblea ciudadana es el germen y el núcleo de toda acción colectiva orientada a lograr cambios en la realidad social y política. Los partidos políticos han abjurado de dicha responsabilidad por propia iniciativa y, en consecuencia, son sus mandantes –la ciudadanía entera- la que debe asumir su propia organización y movilización. El partidismo político ha perdido toda legitimidad y todo sentido.

 

Las condiciones de total indiferencia de la clase política y del aparato de poder del Chile actual, frente a las demandas sociales, exige ahora la participación ciudadana directa, a nivel de asambleas o colectivos de base. Y frente a la posibilidad de la existencia de una red de asambleas ciudadanas a lo largo y ancho del país, es muy difícil eludir la conclusión de que ellas pueden ser el origen y la fuerza constitutiva de poderosas asambleas ciudadanas de carácter regional, las cuales serían expresión clara y rotunda de legítima soberanía ciudadana y auténtica democracia popular. Y no cabría la menor duda de que en tales circunstancias, estas quince asambleas ciudadanas de estas quince regiones del país, tendrían todo el derecho y la absoluta legitimidad, para sustituir a los desprestigiados y corruptos partidos políticos en el parlamento. Y seríamos testigos del hecho político y social extraordinario de ver al pueblo ciudadano ejerciendo directamente su inalienable derecho a legislar sin intermediarios. Sería el más notable ejemplo de participación y protagonismo democrático en la historia del país.

 

Pero, antes de volar tan alto con la imaginación, muchas otras cosas deben ocurrir en el país.

Cuarenta años de dictadura, tanto armada como legal, imponen la necesidad de la re-fundación del país como democracia y como república. Durante toda nuestra historia, el pueblo ciudadano ha sido marginado de toda participación en la definición de cuál es el país que queremos y cómo debería estar organizado en función del Bien Común. Es la hora de que esta participación tenga lugar de una vez por todas y es necesario que ello ocurra de un modo pacífico y democrático. Esto será posible sólo con la participación de todo, absolutamente todo el colectivo nacional ciudadano. La ausencia de todo partidismo político y de grupos de presión ajenos a los objetivos propios de cada asamblea ciudadana, asegurará en éstas el imperio de un pensamiento democrático legítimo y de alta connotación ética.

 

Perspectivas

El país se encuentra en la antesala de una elección presidencial, en medio de una sucesión de hechos y protagonismos reveladores de una evidente anarquía partidista y la total descomposición orgánica y ética de la clase política nacional. A partir de los hechos que constatamos, cada día queda más claro que un cambio en la presidencia del país no aportará nada significativo para la modificación de la realidad social y para la democracia. Todo ello apunta al protagonismo directo que debe asumir la propia ciudadanía en un futuro más próximo o más lejano, tras el objetivo de re-formular la nueva democracia que el país exige. El requerimiento cada día más amplio de una asamblea constituyente para la elaboración de una Constitución Democrática, pone de relieve la enorme significación del rol que las asambleas ciudadanas nacionales pueden adquirir para el logro de dicho objetivo. Las asambleas son gestoras y, a la vez, portadoras del poder ciudadano y por ello, su organización y puesta en acción deben estimarse como la tarea política fundamental del movimiento ciudadano por un nuevo Chile.

 

He aquí un recurso creativo de carácter político absolutamente imprescindible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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