El embrollo de la derecha ha permitido que las grandes contradicciones de la Concertación pasen desapercibidas, incluso, la candidata puede darse el lujo de pasear por Nueva York y, además, traer el resto de sus “corotos” a Chile – no faltó el malintencionado que afirmó que el viaje, de dos semanas, también le sirvió para un chequeo médico -. Sin rumores, la política y la historia serían como un plato sin sal ni pimienta.
La Concertación sin Bachelet no vale nada y, de seguro, sólo obtendría el 29% de los votos – la misma votación de la desastrosa candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle -. Los presidentes de Partido, sin su mamá, que les cambia hasta los pañales, se dedican sólo a hacer tonterías: fueron incapaces, por abyectas ambiciones, de hacer primarias legales y, por otro lado, dejaron fuera de la lista a Giorgio Jackson y, hasta hoy, están paralizados porque el Partido Radical, como siempre, pretende tener más cupos, una vez derrotado su candidato José Antonio Gómez. Está claro que las malas prácticas políticas de la Concertación no han cambiado ni un ápice, aun cuando el nombre sea Nueva Mayoría, es decir, “nueva pillería”.
En ausencia de la “mamá” aprovecharon para designar, como candidato a senador por Bío Bío, a Camilo Escalona, un reaccionario- antes estalinista, rechazado por la mayoría de los ciudadanos quienes, seguramente, lo conducirán a la derrota en noviembre próximo. En la Concertación también hay gente bien intencionada que, con fe de carbonero, cree que Michelle Bachelet va a cumplir su programa, y no va a ocurrir, como en su gobierno anterior, que terminó en manos de los Pérez Yoma, los Viera-Gallo, los Bitrán, y tantos otros que no meritan ser recordados.
El drama de la candidatura de Bachelet es “quién lleva la batuta” – de todas maneras, no es ni “el pueblo armado”, ni “el pueblo unido”, consignas en las manifestaciones del NO – ; personalmente, creo que la llevarán los representantes de Luksic, cuyas caras visibles, en el nuevo Comando, son René Cortázar – según Ricardo Hormazábal, representante directo del empresario – José de Gregorio y Eduardo Bitrán, entre otros “dignos representantes” del gran capital. Los sectores más progresistas, entre ellos el PC y una parte del PPD, sólo desempeñarán, muy dignamente, el papel de “Mendocita”, hasta que se “desgrane el choclo”.
Según una fuente del mundo financiero, los empresarios estarían asustados con la futura reforma tributaria propuesta por Bachelet. Pienso que estos temores son infundados pues, de seguro, con el correr de los días de campaña, el Programa de la candidata se moderará de tal manera que llegará a convertirse en algo anodino para los empresarios – por ejemplo, aumentar del 20% al 23% el impuesto a la primera categoría además de todas las triquiñuelas para evadirlo. Al final, los únicos impuestos que existen son el IVA y el que pagan los empleados. La única reforma que tal vez los hiciera temer sería la supresión del FUT, pero está claro que no lo va a hacer, y si llega a proponerlo, sería para “las calendas griegas”.
La nueva Constitución que se promete en el programa tampoco es una novedad – ya fue parte de Océanos Azules, en la candidatura de Frei Ruiz-Tagle, y hablar de este tema es utópico si no define, con mucha precisión, los pasos metodológicos para lograrlo – lo contrario sería como soñar una noche de amor con Sofía Loren, veinte años atrás -. En este tema, sabemos que Michelle Bachelet rechaza la idea de convocar a la Asamblea Constituyente, y tampoco podemos saber aún si está a favor de la propuesta de Camilo Escalona y Andrés Zaldívar, consistente en la formación de una comisión bicameral que se aboque a la redacción de la Constitución. En este tema, volvemos al titular de este artículo, “quién lleva la batuta”.
Respecto a la educación gratuita universal, laica y Estado docente descentralizado, ya sabemos que la idea inicial de la candidata se ha ido moderando: ya no se habla de gratuidad para todos – no por quintiles – y aquello de lo laico parece ridículo, cuando incluye a los democratacristianos, que andan repartiendo biblias, y lo público, con Mariana Aylwin cerca, es bastante impensable.
De temas como el matrimonio igualitario, del aborto terapéutico – sobre todo embarazo por violación – ya están vetados por los hermanos Walker y otros jerarcas DC.
Cualquier empresario, con dos dedos de frente, sin necesidad de ningún asesor político, desde ya invertiría sus recursos en apoyar la candidatura de la Nueva Mayoría, pues es seguro que los socialistas han sido más eficientes para defender su capital que la misma derecha a la cual pertenece la casta empresarial.
El bonapartismo, que embota el conflicto entre las clases, permite distorsionar el papel de los partidos políticos, así entre los antiguos y nuevos ricos, entre la Concertación y la Alianza, los empresarios están perfectamente bien representados, y el “cuco” del comunismo es sólo un cuento para asustar a lis niños.
En consecuencia, “¿Quién lleva la batuta? Respóndaselo usted mismo.
Rafael Luis Gumucio Rivas
31/07/2013