Una investigación llevada a cabo en la República del Congo, sobre los simios bonabobos – nuestros parientes más cercanos – comprobó la hipótesis de que las hembras, al mostrar sus genitales, lograban apaciguar los instintos agresivos de los machos más irascibles. Los chilenos, al parecer, nos asimilamos más esta especie.
En Chile, ahora, tenemos dos candidatas mujeres: Michelle Bachelet, que calma las iras de Ignacio Walker frente a Guillermo Tellier y, con su atractivo y cercanía, logra juntar, por ejemplo, a René Cortázar con Guido Girardi. En el otro lado tenemos a Evelyn Matthei, una dama dura y combativa que, además, posee un brillante cultivo de la coprolalia, cualidad que destaca entre la cáfila de siúticos chilenos, que se las dan de bien hablados cuando apenas dominan unas 500 palabras sin sentido.
Personalmente, respeto a las personas que dicen lo que sienten de frente y, si es el caso, usan chilenismos e improperios muy pertinentes. Por ejemplo, Arturo Alessandri se refería a gualputa, sin ningún recato y basta leer las cartas de Diego Portales para disponer de un diccionario de garabatos y frases para el bronce. Por lo demás, en el caso de Evelyn Matthei, sacarle la madre a los diputados causa hilaridad y, por cierto, en algunas oportunidades se la buscan-.
El problema es que las hembras de los bonabobos, a veces, no logran calmar los intentos homicidas de los machos de la tribu. En el caso de la derecha chilena, podríamos establecer un símil con la violencia doméstica: Renovación Nacional está muy mal casada con la Unión Demócrata Independiente y tendría pleno derecho a divorciarse por incompatibilidad de caracteres y reiteradas agresiones. Carlitos Larraín, como muchos otros chilenos, “no denuncian ante Carabineros” los múltiples chichones que, como siempre, le propina, casi cotidianamente, Patricio Melero sosteniendo que “Patricio no es malo, sólo lo hace cuando se emborracha de fascismo y prepotencia”. Como los matrimonios de antaño, permanecen unidos para mantener las apariencias de que la derecha aún existe.
Algunos analistas atribuyen estas continuas desavenencias entre los dos partidos de derecha al carácter individualista de la ideología de este sector político. Por lo demás, en la historia reciente, en las elecciones presidenciales han ido varias veces divididos: en 1946, Eduardo Cruz-Coke y Fernando Alessandri de haber ido juntos le habrían ganado a Gabriel González Videla; más recientemente, la suma de los votos de Sebastián Piñera y Joaquín Lavín era superior a los votos obtenidos por Michelle Bachelet y, cuando fueron unidos; el caso de 1999, con Joaquín Lavín, y el 2009, con Sebastián Piñera, en el primer caso estuvieron a punto de triunfar sobre Ricardo Lagos y en el segundo, ganaron frente a Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Para cualquier persona con un mínimo de sentido común, el matrimonio Melero-Larraín es un verdadero desastre, pero si no fueran tan beatos y conservadores ya habrían recurrido al divorcio, con disolución de vínculo, hecho que sería mucho más sano para sus jóvenes herederos y para el país. Desafortunadamente, en Renovación Nacional aún están muy conformes con la mantención de “la mujer golpeada”.
En pocas ocasiones, el Partido de Carlos Larraín deja el lecho conyugal para pasar algunas noches con el Partido de Ignacio Walker, en conversaciones sobre el semipresidencialismo y el sistema electoral, pero las veces en que han mostrado su adulterio ante la opinión pública, los “matones” de la UDI le han dado sendas palizas a los infieles y, claro, con la anuencia del Presidente de la república.
Este mal avenido matrimonio es de lo más hipócrita: ante los periodistas juran que “no hay ningún candidato vetado, que Melero no está enojado con Allamand y que ya le perdonaron las injurias proferidas a Golborne y también sus insultos dirigidos a la “manzanita” Lavín. Por su lado, Carlos Larraín dice que “le encanta Evelyn, pero que es una chiquilla bastante mal hablada”. Los periodistas no entienden que estos no son vetos, sino meras opiniones.
Lo más conveniente para este matrimonio sería el separarse: RN podría intentar un nuevo matrimonio con la DC, aun cuando ninguna unión de esta índole tiene garantizada la felicidad y la permanencia en el tiempo, pero bien vale correr el riesgo – sino se creyera lo de “hasta que la muerte los separe” no se casarían nunca.
Al parecer, es muy posible que ambos cónyuges realicen una “convención” – como lo hacían liberales y conservadores en la República – y puedan encontrar un candidato de consenso, pero considerando que nuestros antepasados eran los simios bonabobos, elijamos a una mujer que, en este caso, es Evelyn, para que, junto con Michelle, prueben, de una vez por todas, el poder de atracción sexual de las hembras frente a los machos furiosos.
Rafael Luis Gumucio Rivas
21/07/2013