1. Sólo existen movimiento, relaciones y devenir. No hay destino ni final. Únicamente finalidades y tendencias.
2. En la época del imperialismo financiero mundializado, en línea, informatizado; el capital encuentra sus resortes de acumulación en la especulación, el monetarismo, el despojo y el extractivismo que, como composición, deviene en destrucción civilizatoria y planetaria (que sólo recuerda pálidamente a la Europa de la conquista de América del siglo XV y a sus fases coloniales en África y Asia iniciadas en el último tercio del siglo XIX); y a las formas más brutales de la explotación, disciplinamiento y alienación ampliada del trabajo asalariado y hasta esclavo.
Las clases sociales dependientes y mayoritarias encorsetadas en formas nacionales, permanecen subordinadas a clases sociales minoritarias que comandan las economías de los Estados corporativos centrales (capital deslocalizado a la hora de organizar sus distintos momentos de producción, intercambio y consumo de mercancías y servicios, pero súper concentrado en la apropiación privada del excedente y las utilidades). Las relaciones contradictorias entre necesidad y libertad humana según las presentes e inestables relaciones de fuerzas, expresan los límites del capitalismo como totalidad histórica. Es decir, ahora mismo habitamos el planeta capitalista, y, por tanto, si bien coexisten distintas manifestaciones geoculturales de dominación capitalista, rápidamente ellas mismas tienden a uniformar las resistencias populares y las expectativas de la propia superación del actual modo de reproducción de la vida humana en la naturaleza, en medio de su más feroz crisis conocida.
3. Toda aquella alternativa política electoral al duopolio dominante compuesto por el sistema de partidos políticos de Chile en la segunda mitad de 2013 –derecha dura y Concertación-, y cuya dirección y horizonte estratégico se proponga ir más allá del capitalismo, de no contener-desbordándose al movimiento estudiantil secundario, al pueblo mapuche en lucha, a los empobrecidos sin derechos ni techo pero organizados, y a los trabajadores sindicalizados o no, pero autoconcientes, no tiene sentido. Ese conjunto de sujetos sociales, que se combina dinámicamente cuando rompe el corporativismo economicista, dimana su autoridad política y social conquistada en la práctica entre las clases sociales distintas a la gran propietaria. De lo contrario, la alternativa necesaria para enfrentar el momento electoral, al no constituirse como fuerza suficiente (hoy, más cualitativa que cuantitativamente incluso), carece de toda posibilidad de presentar batalla disfuncional e insubordinada en la arena de la democracia burguesa representativa.
Ello, de acuerdo al movimiento real de las fuerzas sociales concretas que se encara directamente contra los intereses del capital en la actual fase, período y momento histórico, y en una sociedad que, junto con la colombiana, cuenta con una clase hegemónica transnacionalizada con la más alta cohesión y unidad programática y de sentido de América Latina (para no ir más lejos), y que no escatima ningún recurso a la hora de conservar sus privilegios. Ninguno.
Esas son las condiciones de fuerzas –o temperatura de la lucha de clases- en el Chile actual. Más allá de los deseos, las mistificaciones, la bondad de las razones, y los argumentos abstractos provenientes de la justicia, la igualdad y la libertad. Más allá del daltonismo incurable de quien suscribe este artículo.
4. Los intereses del imperialismo norteamericano en Chile demandan de las concesionarias políticas dominantes, gobernabilidad, la menor incertidumbre social posible o ‘lucha contra el terrorismo’, subordinación a sus inversiones con arancel cero, financiarización y endeudamiento, consagración de la privada o pública exportación primario extractivista de cobre, celulosa, frutos del mar; y fuerza de trabajo precaria y barata.
Aunque el sistema de partidos políticos en el país atraviesa una crisis de representatividad sin parangón, al igual que el tipo de democracia estadounidense, y debido a las relaciones de fuerzas sociales presentes, eso no le hace perder el sueño. Una crisis de representatividad es una condición necesaria, pero insuficiente para la concurrencia de una crisis de gobernabilidad. Al respecto, la Constitución vigente es sólo un relato-reflejo de lo anterior y no su causa. Digamos que la Constitución es el momento jurídico de la hegemonía de la clase en el poder, como el Estado es su momento que revela las propias relaciones de clase realmente existentes.
5. En el plano de los fenómenos inmediatos (no mediados por la racionalidad crítica, su movimiento y relaciones), la derecha tradicional chilena está formada por la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN). La primera es integrista, ultraconservadora, populista e hija natural del pinochetismo. La segunda, aparenta ser más liberal culturalmente, más respetuosa de la democracia burguesa, más centrista, según la nomenclatura de la sociología de los que mandan.
Cuando recientemente el ganador de las primarias de este sector, Pablo Longueira de la UDI, bajó su candidatura, produjo un riesgo y una oportunidad. El actual presidente Sebastián Piñera es dueño del partido RN y, por tanto y de acuerdo a las lógicas de Intranet de sus pactos siempre por arriba, en las elecciones generales de fines de 2013 le correspondería el cupo a la UDI. Por ello, nada más ayer 20 de julio fue proclamada por esa tienda la aún ministra del Trabajo, Evelyn Matthei. En tanto, el potencial candidato Andrés Allamand de RN, puede, a su vez, ser proclamado por ese partido y entonces, o se realizan pronto nuevas primarias entre ellos, o simplemente esas primarias se efectúan en la primera vuelta oficial de las elecciones presidenciales. Sobre los alcances posibles de la candidatura de Allamand, a quien le interese, puede ver http://www.lahaine.org/index.php?p=70648 .
Ahora bien, de ganar la representación de la derecha tradicional Evelyn Matthei, se provocaría un fenómeno paradigmático que develaría de manera ejemplar la forma chilena de la dominación capitalista internacional.
Tanto Bachelet como la Matthei son hijas de generales. Una del general Alberto Bachelet (agregado militar en la embajada chilena en Washington en 1962, durante el gobierno del derechista Alessandri Rodríguez), quien en el mandato de Salvador Allende fue nombrado encargado de la Junta de Abastecimiento y Precios (JAP) en 1972 y luego, por oponerse al golpe de Estado de septiembre de 1973, fue torturado hasta morir el 12 de marzo de 1974, luego de ser acusado por ‘traición a la patria’ por un Consejo de Guerra.
Por su parte, el padre de Evelyn Matthei, el ex general y miembro de la junta militar de la tiranía desde 1978, Fernando Matthei, en 1974 era director de la Academia de Guerra Aérea cuando fue interrogado y torturado el general Bachelet. Asimismo, el hombre fue el primer miembro de la junta militar en reconocer el triunfo del ‘NO’ a la dictadura en el plebiscito de 1988, tal cual lo dispuso y requería el interés y proyecto político del imperialismo norteamericano para Chile, sobre la base de la llamada ‘transición pactada’ que contempló la transferencia del Ejecutivo, desde la dictadura, al período de los gobiernos civiles en curso hasta la actualidad.
Es decir, ambos generales, en distintos momentos, fueron ‘democráticos’. El oficial Bachelet con mucho más honor y fallecido por su consecuencia personal (que no intentó producir un quiebre real en una de las ramas de las FFAA contra los golpistas); y el oficial Matthei, de manera oportunista y bajo mando imperialista, en el cambio de período devenido formalmente por el reconocimiento de la victoria del ‘NO’.
Entonces, un eventual escenario de segunda vuelta en las presidenciales, pondría en falsa oposición a las hijas de los generales mencionados. Semejante contingencia, de producirse, descubriría condensadamente la forma nacional y sus particularidades, respecto del desenvolvimiento del capitalismo mundial en el país andino.
La poesía de uno de los más grandes de Chile –y allí la competencia del verso es más que aguerrida históricamente-, resume de modo inmejorable el anterior y apretado análisis sobre una de las maneras específicas distintivas del ultraliberalismo en ese país, en la voz de Nicanor Parra: “los civiles son gente uniformada también”.