Carta pública a Juan Miguel Fuente-Alba
Comandante en jefe del ejército de Chile
Señor Juan Miguel Fuente-Alba, comandante en jefe del ejército de Chile, tras leer sus declaraciones a la prensa, solicitando una “mirada humanitaria” para quienes cumplen penas por violaciones a los derechos humanos, es decir, por delitos de lesa-humanidad, me he permitido, en mi calidad de ciudadano y escritor, dirigirme a usted. Lo que le diré estoy convencido de que también lo piensan millones de chilenos, pero por distintas razones evitan expresarse libremente.
Pues bien, yo haré uso de mi derecho ético y soberano de hacerlo, y lo haré sobre la base de sus propias declaraciones. Seré breve, y más que nada son algunas preguntas las que quisiera que usted me pudiera responder, e imagino que las responderá –si las responde- como el soldado de la patria que es. Tal concepto lo vengo escuchando desde niño y no creo que sea necesario definirlo en estas líneas. Usted sabe muy bien a qué me refiero. Pero vamos al grano, y disculpe mi crudeza si es que llego a tales extremos:
-
¿Considera usted que los soldados que quemaron vivos a Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas De Negri tuvieron “una mirada humanitaria”?
-
¿Le parece a usted que tenían “una mirada humanitaria” aquellos uniformados que degollaron a José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino?
-
¿Qué opinión le merecen a usted los militares que adiestraron perros para violar a detenidos políticos, los considera acaso unos cristianos más, también de “mirada humanitaria”?
-
Cuando usted dice que algunos de los criminales condenados por violaciones a los derechos humanos “tienen avanzada edad o situaciones médicas complejas”, imagino que no está al tanto (o no lo recuerda) que estos reos asesinaron, hicieron desaparecer y torturaron sin piedad alguna incluso niños y ancianos, muchos de estos últimos enfermos. Le recomiendo leer, entre otros libros, los dos tomos de Las letras del horror (LOM Ediciones), del periodista Manuel Salazar. Allí está toda la verdad, y créame que el señor Manuel Salazar sí tiene una mirada humanitaria.
-
¿Fueron, señor general, una “mirada humanitaria” las 40 balas a Víctor Jara, cuya única arma era una guitarra?
-
¿Qué gesto humanitario y dignidad de “soldado de la patria” hubo en la acción de atacar con aviones, tanques y artillería pesada la casa de gobierno el 11 de septiembre de 1973, donde un solo hombre, Salvador Allende, presidente legítimo de Chile, los esperaba con una mirada humanitaria transparente, digna y constitucional?
-
Usted también habla de sacar lecciones del pasado y que los entristece [a los militares] “ver a esas personas [también militares] permanecer ancladas a una situación de hace 40 años”. Al respecto, le cuento que la mejor lección que podemos sacar de estos 40 años es que una verdadera “mirada humanitaria” significa: respetar los derechos humanos, no traicionar la voluntad del pueblo, no dar golpes de Estado, no entregar a destajo los recursos del país a capitales extranjeros; significa que la justicia haga justicia de verdad y que los criminales cumplan las penas que tengan que cumplir. Y sobre todo, significa que la oficialidad de las fuerzas armadas entiendan, definitivamente, que ellos se deben al pueblo y no a los intereses oligárquicos y económicos de grupos de poder.
Finalmente, le refiero algo anecdótico: Ciertos colegas que leyeron esta carta antes de hacerla pública, me advirtieron de posibles consecuencias y enfados por parte de la autoridad, según ellos hay que ser discreto, debemos cuidar el lenguaje, cuidar la forma para que la clase política, los empresarios y los matinales de TV no se hagan una mala imagen de nosotros. Debemos, dicho de otro modo, ser solemnes, debemos ser críticos sólo en la medida de lo posible, no podemos causarles irritación a los políticos desvergonzados ni a los empresarios abusadores, y menos a los soldados de la patria. Debemos ser simpáticos con el poder, adherir, en lo posible, a Paz Ciudadana, fundada por el tenebroso Agustín Edwards, y entonces seremos todos hermanos, joviales, lindos y buenos chilenos, celebraremos con una sonrisa a quienes aplicaban electricidad a los adherentes de la Unidad Popular y después los arrojaban al mar, destripados y amarrados a un riel; porque, claro, es de mal gusto insistir, pasados 40 años, en que todas esas tropelías fueron culpa de los soldados de la patria y de civiles discípulos de Judas y Caín.
Pero la verdad es que todas esas advertencias no me quitan el sueño ni me provocan temor alguno; porque no uso balas, uso palabras; no miento, me acojo a los testimonios judiciales ampliamente demostrados. Es increíble cómo el miedo endémico, instalado hace 40 años, hace su trabajo aún hoy ¿no cree usted general? Más la hora de la libertad del espíritu y del intelecto, aunque demore algún tiempo todavía, de todas maneras llegará para todos los chilenos. Estoy seguro de eso. Cuando todos se atrevan seremos libres y tendremos una democracia de verdad.
Atentamente lo saludo, general.