Diciembre 7, 2024

Aromas: recuerdos vitales

“El perfume es la forma más intensa del recuerdo. Debe ser como el tema central del Bolero de Ravel. Una especie de lenta obsesión”, decía Jean Paul Sartre

¿Por qué un olor tiene un poder de evocación tan directo? Basta con sentir la presencia de un aroma que nos recuerda a una persona o una situación para revivirla con una enorme intensidad y si prescindiéramos de las imágenes y los sonidos, nuestros recuerdos serían una sucesión de olores percibidos desde la infancia.

 

A partir de esta original propuesta, Philippe Claudel en conjunto con Salamandra han reunido en esta colección de textos breves una serie de momentos rescatados de su memoria por el poder evocativo de los aromas que los acompañaron.

 

El perfume intenso de la tierra negra, de los ríos oscuros y los bosques de abetos de su Lorena natal; la fragancia de la loción de su padre, en contraste con su ausencia en la casa inodora y vacía tras su muerte, tan sólo una muestra de la infinita variedad de olores asociados a los objetos, lugares y gentes que adornan una vida.

 

Aromas del hogar familiar, de la adolescencia, del internado, de los primeros amores. Más allá de un mero ejercicio de introspección intimista, estos textos son un homenaje a la tierra que lo vio nacer, a las personas relevantes de su vida, así como una celebración de todos aquellos instantes de plenitud con que suele regalarnos la existencia.

Frente a la vista, que solo reconoce 200 colores, el olfato distingue hasta 10.000 olores distintos. También es más sensible que cualquier otro de nuestros sentidos, porque tanto el tacto y el gusto deben viajar por el cuerpo a través de las neuronas y la espina dorsal antes de llegar al cerebro, para entregar alguna significación. En cambio, el olfato es el único que va directamente a la corteza cerebral, lo que le hace el más rápido de todos ya que es el único lugar donde el sistema nervioso central está expuesto directamente al ambiente.

Para los animales el sentido del olfato es básico para su supervivencia, les sirve para identificar a los depredadores y otros peligros de su entorno. En los seres humanos resultan menos importantes en ese sentido, sin embargo hay una relación importante entre el comportamiento humano y el olor.

El olfato nos permite reconocer distintos aromas, comparar con los que tenemos en nuestra memoria y descubrir nuevos perfumes, teniendo una gran conexión con la memoria ya que un olor puede traer a nuestra mente recuerdos de una forma más rápida que cualquier otro estímulo, revivir momentos felices de nuestra vida o volver a experimentar malos momentos. El olfato nos permite pasar de lo sensorial a lo experimental.

¿Por qué sucede esto? El bulbo olfatorio, la zona donde recibimos información de los receptores olfativos, está en el sistema límbico, en esta zona del cerebro se procesan las emociones, los recuerdos, reacciones fisiológicas y también situaciones que nos producen ansiedad. La estrecha relación entre el olfato y las emociones es debido a la interconexión de las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de ambas sensaciones, siendo la amígdala, que forma parte del sistema límbico, el centro integrador por excelencia.

Los aromas de la naturaleza tienen un fuerte poder sugestivo. En nuestra evolución como especie tenemos un patrimonio filogenético por el que estamos preparados para responder con determinados comportamientos o respuestas físicas ante estímulos concretos (como ponerse alerta al sentir el humo o producir más saliva al oler un limón).

 

Pero como individuos también tenemos una cultura olfativa propia, una memoria olfativa que se forma entre los primeros meses de vida y los 7 años aproximadamente, creando un archivo de olores que será la referencia para el resto de la vida, porque conforma la tendencia más instintiva al rechazo o la aceptación.

 

Además, las percepciones olfativas no sólo interactúan íntimamente con las emociones sino que comparten circuitos cerebrales, actuando los olores como despertador de recuerdos y emociones intensas.
 

Cada persona tiene un olor característico, que dependerá de su alimentación, el clima de donde viva, el consumo de fármacos, las hormonas propias de su sexo, cambiantes en distintos momentos de la vida, etc. En algunos casos, ciertas enfermedades metabólicas influirán en el olor corporal. La combinación de estos factores, dará como resultado un determinado olor, propio y definitorio de esa persona.

Una gran parte de las personas considera el aroma una de las principales armas de seducción. El perfume para muchos se ha convertido en una seña de identidad. Además de las aromas artificiales, presentes en los productos de nuestro aseo personal, cada persona de manera natural e inconsciente, emite señales olorosas invisibles.

Jean-Baptist Grenouille, el protagonista de la novela El perfume, se convirtió en un asesino para robar el aroma de ciertas doncellas y fabricar el más singular y sublime perfume, “el del ser humano”. Sin llegar a tal extremo, los humanos tendemos a modificar nuestra conducta en respuesta a los aromas que percibimos.

Todavía queda mucho para poder entender mejor la supremacía de la memoria olfativa y su influencia en nuestras emociones, pero no cabe duda que tiene un claro efecto. Nuestra percepción del mundo, las personas que nos rodean, lo que nos atrae, los alimentos que comemos, los lugares que visitamos, cada cosa que hacemos, de todo ello nos llegan aromas invisibles que nos emocionan.

 

 

 

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