Diciembre 4, 2024

EE.UU. camina por la cuerda floja en Egipto

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El golpe de Estado contra el gobierno democráticamente elegido de Mohammad Morsi en Egipto coloca a la administración de Barack Obama en una posición muy incómoda.

 

En lo inmediato debe decidir si el derrocamiento de Morsi constituye un golpe que obliga a suspender la ayuda militar y económica de unos 1.600 millones de dólares, materia de intenso debate en Washington.

Pero los funcionarios estadounidenses también están muy preocupados por el riesgo de una reacción violenta de la Hermandad Musulmana de Morsi. Pese a la drástica caída que experimentó su popularidad en los últimos tiempos, esta sigue siendo la institución egipcia mejor organizada, además de las Fuerzas Armadas.

En el plano doméstico, Washington teme dar armas a los halcones del opositor Partido Republicano, para quienes la política de Obama ante la Primavera Árabe ha sido un fracaso.

Incluso antes de la crisis que desembocó en el golpe del miércoles 3, los republicanos estaban a la ofensiva.

“La inquietud egipcia procede de la predecible ansia de poder del gobierno de Morsi, algo que la administración de Obama está lejos de admitir”, dijo el representante republicano Ed Royce, quien preside el Comité de Relaciones Exteriores, al sitio electrónico foreignpolicy.com.

“Estados Unidos no consiguió que el gobierno de Morsi encarara las reformas políticas y económicas necesarias para impedir esta crisis”, agregó.

Horas después de que los militares anunciaran que la Constitución estaba suspendida y Morsi sería reemplazado por un gobierno interino encabezado por el presidente de la Corte Constitucional, la Casa Blanca divulgó un comunicado a nombre de Obama subrayando que “Washington no apoya a individuos o a partidos políticos en particular, sino que está comprometido con el proceso democrático y el respeto al Estado de derecho”.

“Estamos profundamente preocupados por la decisión de las Fuerzas Armadas de remover al presidente y suspender la Constitución”, añadió el comunicado.

“Pido a los militares egipcios que actúen con velocidad y responsabilidad para devolver tan pronto como sea posible la autoridad plena a un gobierno civil y electo democráticamente, mediante un proceso inclusivo y transparente, y que eviten arrestos arbitrarios de Morsi o de sus seguidores”, prosiguió.

Según las leyes estadounidenses, el presidente debe suspender toda asistencia militar y buena parte de la económica toda vez que “un jefe de gobierno elegido es derrocado por decreto o por un golpe militar”.

En el caso de Egipto, unos 1.300 millones de dólares en ayuda militar y otros 300 millones en asistencia económica estarían en juego hasta que se instale otro gobierno elegido por el pueblo.

Obama sostuvo que había instruido a las instituciones del Estado para que revisaran las implicaciones legales de los hechos del miércoles para la ayuda estadounidense.

Pero es difícil para su gobierno incumplir con esta prohibición. De hecho, el ejército de Honduras se enfrentó precisamente a ese escenario luego de que quitó del poder al presidente Manuel Zelaya en 2009. Pese a las protestas republicanas y del Departamento de Defensa, la Casa Blanca calificó los hechos como un golpe de Estado y suspendió la ayuda.

Pero Washington tiene mucho más en juego en Egipto, cuyos jefes militares –sobre quienes quiere mantener toda la influencia posible— se han tomado muchas molestias para demostrar que su medida no constituye un golpe.

“Es mejor decir que este gobierno perdió su legitimidad en una fallida transición democrática”, dijo el experto en Egipto, Robert Springborg, de la Escuela Naval de Posgrados.

Su visión es compartida por un veterano defensor de la Hermandad Musulmana, Nathan Brown, del Carnegie Endowment for International Peace, quien sugirió que la ley puede interpretarse con cierta flexibilidad.

“Si quedara en claro que lo que hicieron los militares puso fin a la carrera de un líder antidemocrático, y que el ejército está apoyando materialmente medidas democráticas, como establecer los pasos para transferir el poder a una conducción civil y legítima, Estados Unidos debería apoyar esas medidas del modo más concreto posible: no interrumpiendo la ayuda”, agregó.

Pero existe la enorme duda de que los militares actúen de esa forma, en especial a la luz de lo que hicieron durante los 17 meses que gobernaron el país tras el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak.

“Sería muy cándido creer que el anuncio de hoy colocará necesariamente a Egipto de nuevo en una senda democrática”, dijo el jefe del Proyecto sobre un Medio Oriente Democrático, Stephen McInerney.

Washington “debe dejar en claro al ministro de Defensa, Abdel Fattah al-Sisi, que no apoyará el regreso de los militares a la política bajo el supuesto de la seguridad y la estabilidad nacional. Esa película ya la vimos”, apuntó Emile Nakhleh, exdirector del programa de Análisis Estratégico del Islam Político de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

La Casa Blanca debe presionar a los militares “para que eviten grandes despliegues en lugares públicos y enfrentamientos violentos con seguidores de Morsi y miembros de la Hermandad Musulmana”, añadió Nakhleh.

“Hay razones para temer una escalada de violencia inminente”, dijo McInerney a IPS.”Hay dudas reales sobre los derechos de los islamistas, que sienten que les han arrebatado la oportunidad de participar en la vida política; y la inclusión de la Hermandad en cualquier futuro gobierno es una cuestión enormemente importante”.

Obama expresó un punto de vista similar.

“Estados Unidos sigue creyendo que la base más firme para una estabilidad duradera en Egipto es un orden político democrático con participación de todos los sectores y partidos políticos, seculares y religiosos, civiles y militares”, dijo el comunicado del mandatario.

“Las voces de todos los que han protestado en forma pacífica deben oírse, inclusive de quienes dieron la bienvenida a los hechos de hoy y de quienes han apoyado a Morsi”, continuó.

Para Springborg es también crucial la reacción de la Hermandad, muchas de cuyas sedes en todo el país fueron atacadas por manifestantes opositores en los últimos días.

“La cuestión que puede desbarrancar todo es que los Hermanos se decidan por la fuerza, si bien no creo que tengan el poder o la voluntad de hacerlo, porque podrían tener mucho más para perder, organizativa y financieramente”, argumentó Springborg.

Los nuevos dirigentes deben dar respuesta a la crisis económica nombrando técnicos civiles para que finalicen el préstamo de 4.600 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional.

Esto, a su vez, persuadiría a Arabia Saudita a prestar un apoyo financiero importante, que ha suspendido por su tradicional desconfianza hacia la Hermandad.

“Cuando los sauditas avancen, todos los seguirán”, ofreciendo una oportunidad concreta para una economía que no ha hecho más que decaer en los últimos tres años, concluyó.
 

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