La mayoría ciudadana pide cambios. Hoy no sólo quienes llevamos la mochila cargada con sensibilidades de izquierda estamos solicitando transformaciones al modelo. Los vientos de cambio soplan también en las alas liberales de la política. Con agrado veo hoy a Cristóbal Bellolio, hombre de centro derecha, abogando por una asamblea constituyente.
Y es que la constitución de Jaime Guzmán tocó techo y se hace imposible darle otra vuelta de manija sin que antes se rompa la paz social en el país del fin del mundo. Esto lo saben los dueños del fundo, quienes captaron que su 1% de habitantes ricos no podrá seguir concentrando el 32,8% de los ingresos totales de Chile , sin que antes comiencen atentados a sus personas y propiedades.
El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, proyecta fuga de inversiones extranjeras producto de programas presidenciales que contemplan asamblea constituyente y reformas tributarias, sin embargo , nada dice sobre las consecuencias nefastas que generaría a la paz social de Chile la no realización de cambios de fondo al modelo de desarrollo y político actual. Un modelo que nos tiene sumergidos al final de la tabla mundial de países con la peor distribución de riquezas, y que ya evidencia síntomas de violencia en el cotidiano de los chilenos.
Por lo mismo, es que urge reivindicar y des-satanizar la realización de una asamblea constituyente que establezca la plataforma cultural desde la cual se construya el país de los próximos años. De partida, sería bueno enfatizar que la instancia de asamblea constituyente, no es patrimonio de la izquierda. Como muy bien lo escribiera el rector Carlos Peña hace unos domingos atrás en El Mercurio, “las reglas constitucionales expresan la forma en que una comunidad se piensa a sí misma y los procedimientos mediante los cuales los ciudadanos se autogobiernan”.
Las constituciones con sostén en mayorías ciudadanas, responderán a las percepciones y cultura de éstas. La visión de mundo chilena es mayoritariamente moderada y creyente. Es poco probable que los ciudadanos elijan a sus representantes redactores de la nueva constitución, sin considerar sus propios valores o creencias. Es poco probable que las mayorías ciudadanas, establezcan una constitución que propicie la quema de guaguas o expropiaciones masivas a la propiedad privada.
Lo más probable, es que en una nueva constitución, diseñada por el nuevo Chile, considere lo que algunos estudios y encuestas nacionales nos han anticipado. Para muestra y sin ir más lejos, recordemos los resultados arrojados por la última encuesta nacional desarrollada por la Universidad Diego Portales respecto a las percepciones del ciudadano actual.
– 77,4% de chilenos cree que el factor que más influye en que una persona sea pobre es la falta de educación.
– Los principales problemas del país son delincuencia ( 31,6%) y la educación ( 19,0%)
– 72,6% afirma que manifestaciones reflejan un descontento social frente a las desigualdades
– 80,2 % apoya la existencia de red de farmacias estatales
– 76,3% apoya la existencia de más bancos estatales
– 75,6 % quiere AFP estatal
– 63,6 % quiere que el transporte público esté en manos de una empresa estatal
– 59,9 % Estaría a favor que todas las universidades privadas pasaran a ser del estado
– Sólo un 20 ,3 % está a favor de privatizar Codelco
– Sólo un 23,3 % está a favor de que las isapres sigan siendo privadas.
Lo que el nuevo Chile quiere es más estado y menos mercado anárquico. Más igualdad y menos abusos. Más seguridad y menos vértigo. Estos son requerimientos cristianos que la mismísima iglesia católica viene predicando con fuerza. No es nada del otro mundo. No es para despertar a regimientos ni aislar a Chile del mundo. No es volada de opio.
Quienes se horrorizan y espantan con estas demandas, son las minorías talibanas. Esos cancerberos de la carta magna actual y a quienes les importa un bledo las personas y sus percepciones. Esas minorías han seguido en el poder gracias al nudo ciego, legado por Pinochet.
Porque hoy tenemos la oportunidad de establecer una constitución con legitimidad ciudadana, es que debemos salir con decisión a bloquear la campaña del terror que algunos quieren imponer. Los que queremos de verdad a Chile, más allá de nuestros ombligos, sabemos que el único peligro latente, reside en la olla a presión que es hervida en el fuego lento del statu quo establecido por Jaime Guzmán.
Pensando en el futuro de nuestros ciudadanos, medio ambiente, instituciones y empresarios, es que requerimos legitimar nuestra base constitutiva, para convertirla en la carretera de un país moderno, donde se diseñe estado entre todos, para todos y sin miedo a los fantasmas que alguna vez mal aconsejaron a Diego Portales, Alessandri y Ricardo Lagos.