El principal desafío de las primarias, a realizarse el 30 de junio, consiste en lograr una cifra, al menos decente, de ciudadanos participantes. Ninguno de los candidatos, tanto de la Concertación, como de la Alianza, logra encantar, ni siquiera a sus partidarios: el divorcio entre la democracia electoral y la ciudadanía se hace más marcado cuando se develan la corrupción y la falacia en que han caído ambas combinaciones durante casi un cuarto de siglo. Está claro que la antigua forma de hacer política está agotada, pero parafraseando a Antonio Gramsci “lo nuevo aún no logra nacer. Un poderoso movimiento social no logra todavía canalizarse políticamente en un propuesta política que logre romper las trampas heredadas de la dictadura, consignadas en la Constitución de 1980.
La última encuesta Adimark demuestra que, a pesare la popularidad de Michelle Bachelet, la Concertación sigue perdiendo apoyo, y es difícil que pueda esconderse bajo el lema de “la nueva mayoría” – copiado de Marco Enríquez-Ominami, en su campaña presidencial de 2009 – pues los electores captan, con demasiada facilidad, que este slogan no es más que la reunión de cuatro presidentes de Partido, más el Partido Comunista – “aunque la mona se vista de seda, mona se queda” -.
A pesar de la ilegal y abusiva propagada, financiada por el Estado, con rostros conocidos de la televisión para motivar a reacios electores a fin de concurran a las urnas en las primarias de junio, toda indica que sólo conseguirán atraer una ínfima cantidad del padrón electoral – aproximadamente un 3% para ambas combinaciones políticas -; si el número de votantes es inferior a la cifra inscrita en los partidos políticos, estos comicios serán catastróficos.
El militar a cago del Servicio Electoral, como “buen estratega”, prevé que estas elecciones serán un fiasco, con índices de abstención nunca visto, de ahí que esté juntando mesas para evitar que ocurra que alguna de las mesas antiguas escruten cero votos – ya hay un precedente en las municipales de octubre de 2012 -.Es muy distinto una proclamación en el Teatro Oriente que una en el Caupolicán – seguramente, en el primero se vería una foto de público bastante graneado y, en el segundo, mucha gradería libre -.
Los partidos políticos no han hecho más que confirmar que están dominados por líderes caracterizados por las malas prácticas: todos los diputados y senadores incumbentes quieren conservar sus cargos, por consiguiente, no habrá primarias en ninguna de las combinaciones, salvo en Renovación Nacional, en contados distritos. No sólo que los partidos políticos estén divorciados de la sociedad civil, sino que el problema es mucho más radical y agudo: los Partidos de posguerra han perdido sentido y su papel histórico ha caducado.
En el caso de la primaria presidencial de la combinación Concertación más el Partido Comunista, está claro que la diferencia entre Michelle Bachelet y sus rivales Andrés Velasco, Claudio Orrego y José Antonio Gómez es enorme: un 70% contra 7% y un 6% de sus más cercanos, rivales, Orrego y Velasco, respectivamente. Irónicamente, se puede decir que es como el cuento de “Blanca Nieves y los tres enanitos”, o como el del “lobo y los tres chanchitos”. Estoy seguro de que Michelle Bachelet almorzará con suculentos tres chanchitos bien asados. Una elección sin sorpresa es más aburrido que bailar con la hermana; a lo mejor, lo único interesante que pudiera ocurrir es que el reaccionario candidato de Expansiva, Andrés Velasco, le gane al democratacristiano, Claudio Orrego, lo cual constituiría una verdadera hecatombe para ese Partido, actualmente en decadencia. La derrota de los radicales no es más que una profecía autocumplida.
El presidente del PPD, Jaime Quintana, previendo esta situación se adelantó para decirle a la Democracia Cristiana que el “del vuelo del cóndor ha pasado al salto del gato”, y que no se les ocurra presionar con exigencias – tanto programáticas, como de pitutos – pues quedarán reducidos a un Partido más pequeño que la unicelular ameba.
Hasta ahora, Michelle Bachelet se puede dar el lujo de platear una nueva Constitución, una educación gratuita y una reforma tributaria, pero cuando la votación de la primaria termine, tendrá que pactar con los candidatos perdedores de Expansiva y de la DC, moderando su programa, bajo el pretexto de que hay que ganar el centro; de ahí en adelante no escucharemos más, de la boca Bachelet, hablar de nueva Constitución, educación gratuita y reforma tributaria.
La primaria dela derecha parece ser más interesante, pues aún no se sabe cuál de los dos candidatos va a a ganar. Si concurre un alto número de electores, es seguro ue ganará Andrés Allamand, de lo contrario, el triunfador será Pablo Longueira, que cuenta con un Partido más organizado, así como cuantiosos recursos para acarrear a los electores.
Rafael Luis Gumcio Rivas
06/06/2013