No debería sorprender la decisión del PC, en uso legítimo de su derecho a obrar según se les ocurra, de apoyar a Bachelet en las primarias de la concertación. Antecedentes de esta determinación, son posibles de rastrear desde hace mucho.
Lo realmente extraño, es que ese corrimiento a la derecha sea en momentos en que hay un inédito y a veces novedoso avance en la lucha social, y, por lo mismo, un descenso brutal en la aceptación ciudadana de los partidos políticos, en especial los de la Concertación, cuya guerra civil ha dejado un reguero de bajas y prisioneros.
En este escenario cobra importancia la profundidad y dimensiones del bajo relieve de esta definición. Como nunca, el espacio para una izquierda que se pare desde la historia y la realidad nacional, queda abierto para nuevas apuestas.
Nuevos fantasmas recorren el país. Los primeros pasos de la gente que piensa con propia cabeza y camina con propios pies, van dando tumbos y agregando experiencias que no fueron predecibles.
Se comienza a dilucidar el vínculo que une las luchas pasadas, incluidos aspecto del enfrentamiento contra la dictadura, con aquellas que hoy se dan en contra del neoliberalismo y sus dos expresiones políticas: La Concertación y la derecha.
Hitos importantes han sido las movilizaciones de los estudiantes del 2006, cuya principal detonante fue el pase escolar y que desembocó en poco tiempo, en exigencias que apuntan al ombligo del sistema.
Aysén, Freirina y todo el valle del Huasco, en el plano netamente local, presentan hechos inéditos. La gente ha derivado en especie de soviet locales y han sido no sólo capaces de doblar la mano a la autoridad y las hordas policiales, sino que se han convertido en un mal ejemplo para el resto del territorio. Hoy, quien se siente atropellado, sale a las calles y bloquea los caminos y calles, antes de plantear sus reclamos a las autoridades.
El año 2011 deberá ser recordado como el punto en que la lucha de los estudiantes llegó a un punto de mayor energía. Y un dato relevante para lo que viene: dejó en claro que el sistema de partidos políticos había entrado en el fangoso terreno del descrédito.
Atrasados, expectantes y asombrados, las directivas partidarias de la izquierda miraban desde los balcones eso que sucedía en las calles y que no constaba en los manuales.
Sucedía la insoportable decisión de la gente de mandarse sola. Sin necesidad de comités centrales o directivas, en la gente que inundaba las calles andaba esa picazón de sentirse capaces de determinar sus propios derroteros.
Pero no siempre se avanza cuando se camina. La experiencia del 2011, podía haber catapultado un movimiento de inédita potencialidad, si en las organizaciones hubiese cursado con más urgencia el sentido de lo político. Faltó el ingrediente necesario en todo triunfo: la audacia
Se perdió pues, la oportunidad de haber invadido el coto de caza de los personeros del sistema: las elecciones. De haber tenido la óptica necesaria, las elecciones pudieron ser un destello fulminante: muchos candidatos a cualquier cosa salidos del movimiento que ya había acorralado al sistema, con el apoyo de la chusma que lo desordenada todo, habría cambiado las cosas.
Esa falta de determinación, permitió el respiro necesario para que el sistema se ordenara y fichara a nuevos jugadores.
Hoy vemos cómo la izquierda se arrincona, mal estibada, difusa y descariñada, no por el efecto del sistema en su contra, sino por su propia falta de decisiones en el momento oportuno.
Pululan por lo menos tres candidaturas presidenciales auto definidas como de izquierda, y representantes del movimiento social. Y un número ignoto de potenciales candidatos al parlamento, huérfanos, aislados, alejados increíblemente de los movimientos que los vieron nacer y crecer.
Así, desvinculadas orgánicamente de los movimientos sociales, las candidaturas de esas buenas gentes no pasarán de ser un saludo a la bandera que el viento se llevará.
La decisión PC de apoyar a Bachelet no es sólo elegir por quién votar, como piensan penosamente algunos militantes presos del principio de obediencia debida. El pasando y pasando que los hace migrar a la Concertación en su tiempo del cólera importa también dejar un espacio para que la izquierda diluida aventure iniciativas deschavetadas que le pongan un ingrediente nuevo a sus primeros pasos.
Un buen momento sería que los candidatos de izquierda que andan por ahí, impulsaran una forma de definir trazos unitarios. Esas decisiones podrían ser los primeros pasos para obrar de consuno en el futuro, entendiendo que cualquier proceso unitario significa renunciamientos, pero también expectativas.