Decenas de miles de personas se manifestaron en las calles de 30 ciudades españolas para expresar su frontal rechazo al sistema, sobre todo a la clase política y a su incapacidad para resolver los problemas que asfixian a una buena parte de la sociedad española.
El segundo aniversario del Movimiento 15M, también conocido como la revolución de los indignados, confirmó que la plataforma ciudadana mantiene su vigor y amplio respaldo ciudadano, al tiempo que, como ocurrió hace dos años, se volvieron de tomar numerosas plazas públicas del país para celebrar asambleas populares, propiciar el debate y la libertad de expresión y, sobre todo, definir las estrategias a seguir del movimiento.
De nuevo la calle se convirtió en el escenario para que una multitud de ciudadanos hartos e indignados expresaran un rotundo sí se puede cambiar el sistema, al que le hicieron un escrache (cerco pacífico). El descontento social, cada vez mayor, se volvió a sentir en el segundo aniversario del 15M, el movimiento ciudadano que surgió a raíz de una protesta callejera de las agrupaciones Democracia Real Ya y Juventud Sin Futuro, que tras reclamar en las calles más transparencia política y más oportunidades para los más jóvenes terminaron ocupando la Puerta del Sol y después violentamente desalojados por la policía.
Hartazgo de los oprimidos
Precisamente el desalojo y el grado de hartazgo de una sociedad oprimida por los recortes y la crisis propició el surgimiento de uno de los movimientos más multitudinarios y originales de los últimos años, con carácter asambleario, horizontal e independiente de cualquier partido político, sindicato o gobierno.
Dos años después, decenas de miles de personas llenaron las calles de 30 ciudades, si bien Madrid y Barcelona tuvieron las concentraciones más multitudinarias, en las que una marea humana reclamó otra forma de hacer política y otra manera de afrontar la crisis. Con gritos de Sí se puede o Así está España con tanta alimaña, los indignados advirtieron que habían pasado de la indignación a la rebelión, con lo que estaban ahí para hacerle un “escrache al sistema”.
España es un país en el que la indignación crece a diario, por la tasa de desempleo, la más alta de la Unión Europea (UE), con más de seis millones 200 mil personas (27.1 por ciento de la población activa). Además de por los recortes, sobre todo los que afectan la sanidad pública, la educación y los servicios sociales, y por un futuro que el propio gobierno del conservador Mariano Rajoy augura sin demasiadas perspectivas para los jóvenes, los que más sufren de la falta de oportunidades.
Pero a la indignación de la falta de oportunidades laborales se han sumado una serie de factores que han alimentado más el hartazgo y la rebelión: la corrupción política, que afecta a todos los niveles de gobierno y la mayoría de los partidos políticos, pero que tiene una especia gravedad al tocar de lleno a la jefatura del Estado, representado por la Casa Real. Además de otras cuestiones que el gobierno de Rajoy pretende llevar a cabo pese al frontal rechazo de una gran parte de la población, como la aprobación de una nueva ley de educación que privilegia a la privada y de raíz católica frente a la pública, además de una legislación del aborto con la que se prohibirá esta práctica médica, incluidos en caso de malformación del feto.
Pero también ha crecido la indignación y así se expresó hoy en las calles por el rescate bancario y, al mismo tiempo, que no se impida que las instituciones financieras sigan desahuciando a las familias españolas, que desde el 2008 más de 400 mil han perdido su primera vivienda. Precisamente una de las agrupaciones más activas y organizadas es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que se ha erigido en un referente de la protesta ciudadana pacífica, por lo que desde el gobierno se ha activó una campaña de criminalización en la que a sus integrantes les han llamado desde filoetarras, nazis hasta totalitarios.
Escrache al sistema
Por eso en la manifestación de Madrid se habló abiertamente de hacer un escrache al sistema, precisamente como respaldo y coincidencia con la PAH, duramente descalificada por el gobierno por llevar a cabo escraches a diputados del derechista Partido Popular (PP) por negarse a cambiar la actual legislación hipotecaria, tildada de ilegal por los tribunales europeos, que además la consideran profundamente injusta con el consumidor.
La actual legislación permite a los bancos que, a pesar de llevar a cabo un desahuicio, éste no supongo el final de la deuda, con lo que la mayoría de las personas expulsadas de sus vivienda por el impago del crédito hipotecario además de perder la vivienda ven como su deuda en lugar de desaparecer crece considerablemente por los intereses.
Tras la manifestación y el habitual grito silencioso –un símbolo del movimiento–, centenares de manifestantes se desplegaron en las plazas aledañas de Madrid y Barcelona para debatir en los próximos días las estrategias a seguir. La policía, que desplegó un fuerte dispositivo, amenazó con desalojar los centros públicos por la fuerza. El movimiento advirtió que permanecerán en las plazas en los próximos días.