Diciembre 7, 2024

Gol de la selva: “Jumbo me da más”

laurenceesposible

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Gol de la Selva fue un monito que nació en parajes un tanto inhóspitos de la jungla. Era un monito flaquito, con un jopo. Y muy advenedizo. En la jungla habían parajes bastante hóspitos, algunos un tanto inhóspitos y muchos bien inhóspitos. Como sucede con todos los vertebrados, la suerte quiso que Gol de la Selva naciera donde nació.

 

 

Desde muy pequeño su padre, un mono que vendía lianas blandas y baratas, ramas y espinas duras para construir, le inculcó libremercadismo a Gol de la Selva.

 

Gol, le decía, debes irte algún día, cuando seas ya poto colorado, de este Maipú, venido a menos y mesocrático, a algún paraje como Providencia, Las Condes o hasta el plano de Viña del Mar, donde los monos vivarachos y las monas sapas comen mejores frutas, viven en árboles más frondosos y se tiran con lianas más firmes, no como éstas con las cuales uno se saca siempre la cresta o se pela la cola.

 

Un día, Gol se miró en la poza en que siempre se miraba y, viendo que su poto estaba ya tipo jamón crudo, grande y colorado, se arregló el jopo que siempre se peinaba porque estaba quedando desde joven muy pelado, se las echó a andar en busca de mejores parajes.

 

La verdad es que no habia andado mucho cuando se encontró con uno de los más famosos y embusteros depredadores de la selva, la Hiena de las Dos Nacionalidades, que había nacido germana pero que en la jungla los monos chupamedias la habían nacionalizado.

Era tanto el cartel que en la selva tenía la Hiena de las Dos Nacionalidades que uno de los monos poto colorados más famosos, un mono ministro, gritaba y aullaba a cada rato:

-¡Qué grande es esta Hiena! ¡Ojalá en esta selva pudiéramos tener más hienas de este tipo, para depredar todo lo que se pudiera!

 

Hablando en español casi germano, la hiena ofreció a Gol trabajar con él siempre y cuando, como buen mono arribista, fuere capaz de sacar a pasear todos los días y las noches a Jumbo, un elefante del que el depredador se había ya apropiado no se sabía cómo.

 

Gol, le dijo el depredador, he visto en ti, por tu moñito (yo también me estoy volviendo un depredador pelado y estoy más viejo que tú) a un mono poto colorado capaz de cualquier cosa, como de dar de comer, con comida que yo te abasteceré, al elefante Jumbo, que mucho dinero puede darme. A ti te daré por ello y otras cositas, algunas monedas para que puedas vivir en este paraje harto mejor que el de Maipú. Tendrás que sacar a pasear a Jumbo y le tendrás que limpiar sus partes malolientes porque Jumbo, como tú sabes, se especializa en defecarse en medio mundo.

 

-Lo haré, respondió Gol de la Selva, pensando que todo (las monas, los plátanos, las lianas) era mejor allí que en el más o menos Maipú, y que él podría pasearse con Jumbo, y con su jopo, por todo el mejor paraje de la selva, no importaba cómo.

 

Cada vez que sus antiguos amigos monos y los monos periodistas lo inquirían para saber el porqué había cambiado tanto Gol de la Selva y ahora era un mono arribista y pituco, de poto colorado, que se paseaba por aquí y por allá, Gol respondía:

 

Es que Jumbo me da más…Sí, Jumbo me da más.

 

Y así seguía la historia, como otras tantas a lo largo del pasado y presente de la selva.

La Hiena y Gol de la Selva, muchas veces para callado, depredando a medio mundo.

Total su faena depredadora no era muy diferente a la de La Polar, las tres farmacias y los grandes bancos de la selva ya no muy virgen.

 

Hasta que un día el tribunal de los Viejos Ancianos de la Selva – todos se habían olvidado de ellos, también la famosa hiena y el famoso mono arribista- decidió estudiar algo del trabajo de la Hiena y de Gol y, como el resultado del estudio fuese tan evidente y tan vulgar, condenó al dueño de Jumbo y a su mono aseador a devolver los plátanos que se habían pelado.

 

Qué triste situación, gritaba Gol de la Selva. Y seguía: Ahora que estaba tan bien pelándome plátanos tendré que devolver plátano a plátano a todos los habitantes de la selva, cada vez más alegadora e insoportable, y hasta diría poco democrática. Y tal vez deba volver a vivir en mi mediocre Maipú… ¿Qué será de mí yéndome de aquí? ¿Qué será de mi jopo? ¿Y de las lianas firmes que estaba utilizando?

 

Paguemos y no alegues, le dijo la hiena. –Total, en esta selva seguiremos embolsándonos casi todo y sólo deberemos, si nos pillan, devolver parte de lo que hemos estafado. Si hubiéramos vivido en la selva de China, a esta hora nos habrían fusilado. Y en la Yuma nos habrían encarcelado. Esta selva sigue siendo, para nosotros, la mejor selva de América Latina, y tal vez del mundo.

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