Diciembre 9, 2024

Carlos Peña y la revolución

carlos-pea-1_230x230

 carlos-pea-1_230x230¿No será que la izquierda ha actuado demás y pensado de menos? Con esta pregunta termina la columna del rector Carlos Peña publicada este último domingo en El Mercurio. Una provocadora pregunta, pues recurre a las 11 tesis filosóficas que Marx escribe como crítica al pensamiento del filósofo Ludwin Feuerbach.

 

 

El rector, al invertir el sentido de la pregunta, relativiza la propuesta de Marx sobre cambiar el olimpo abstracto del idealismo alemán por las trincheras de la aplicación práctica, material y política. Esto último, Peña  lo usa para decir que la izquierda chilena se la ha llevado en marchas, campañas y movilizaciones, o sea, en la acción directa, más que en “pensar” los contenidos de lo que quieren como alternativa a lo que tanto critican.


Estos contenidos que sostienen a las estructuras sociales, son a los que acertadamente Peña llama hegemonía cultural. La hegemonía cultural la generan los intelectuales cuando comienzan a dominar el discurso público, plantean los problemas y diseñan las soluciones. Es entonces cuando se puede hablar de proyecto ideológico, que es sobre el que se basan los gobiernos y sus procesos.  Claramente el Chile de los últimos 40 años, ha establecido el poder de decisión y sentido común del pueblo en base al mercado y su sagrada ley de oferta y demanda. El mercado ha sido la obra gruesa cultural sobre la que hemos ido construyendo. Y los arquitectos de este proyecto, a esos que Peña llama “élite intelectual” han sido  Pinochet, Jaime Guzmán, Hernán Buchi, Jovino Novoa, JJ Bruner, Ricardo Lagos, Viera Gallo, Frei Ruiz Tagle, Andrés Velasco, Harald Beyer entre otros. Gracias a esta élite de hombres de derecha y concertación es que el proyecto de hiper libre mercado logró éxito.


Para el rector,  la hegemonía se comienza a quebrar producto de las nuevas expectativas de “la generación más escolarizada en la historia de Chile”. Para el rector, estas expectativas tendrían que ver solo con un aburrimiento de niños satisfechos hacía el mercado. Una especie de crisis existencial, de capricho hacia el modelo. Estas serían las motivaciones de los cambios culturales que el país está experimentando. Son eventos que irrumpieron la tranquilidad del sistema y  frente a los cuales no parecieran tener respuesta los expertos.


El diagnóstico de Carlos Peña apunta al berrinche más que a razones de fondo, como  la des legitimidad de un sistema ideado en dictadura y que ha fomentado desigualdades únicas en el mundo. Para Peña las movilizaciones de estudiantes y la repolitización de la sociedad no obedecerían más que a demandas por derechos de cuarta y quinta generación. Aunque también abre la posibilidad a que se trate de meros imprevistos históricos, esos que surgen desde una dimensión desconocida y que no alcanzan a ser previstos por expertos ni calculados por tecnócratas.


Entonces el columnista estrella de El Mercurio lanza una pregunta con inmediata respuesta “¿existe algún punto de vista alternativo que pueda sustituir al que hasta hace poco era dominante? La respuesta, hasta ahora, es no”.


Usted, Carlos Peña, rector de la universidad privada que lleva el nombre de aquel mediocre comerciante que ideara el peso de la noche cultural que hasta hoy nos mantiene en oscuridad. A usted le cuesta reconocer que el proceso que estamos viviendo, no se trate solo de fervor  juvenil de calle, sino de algo mucho más profundo.


No son meras expectativas generadas por la izquierda desde unas cuantas marchas. Son demandas que surgen desde las falencias de un sistema autoritario e injusto.  Esto lo advertían desde hace rato aquellos agudos pensadores a los que usted mismo, en anteriores columnas, ha tratado de idealistas sin capacidad de concretar. No era difícil  anticipar la sublevación del país ante un modelo creado por fanáticos del libre mercado. Lo anormal era el statu quo.


Porque cuando la calle grita educación gratuita y de calidad, se propone más estado y menos mercado.  Porque cuando la calle grita menos contaminación y más vida sana, se propone un país sustentable, con energías limpias y producción razonable. Porque cuando la calle grita asamblea constituyente, se propone una carta magna legitimada por  mayoría amplia y diversa. Porque cuando la calle grita reforma tributaria, se propone que los empresarios paguen los impuestos que hoy no pagan. Porque hoy la calle grita por farmacias, transporte y AFP del estado y no exclusivamente del mercado.


Como puede ver, la alternativa existe, con propuestas claras. Estas vienen desde el sentido común. Y parece ser que el sentido común se inclina hacia un proyecto más socialista. Por algo hasta la candidata con mayor opción de ganar lo adopta.  No está siendo necesario recurrir a un grupo de intelectuales de élite para  la construcción de ese proyecto ideológico. Este se construye desde las redes sociales, conversatorios y asambleas.


Usted lo debe tener muy claro pues rector.  Su universidad publicó hace poco una encuesta que lo devela. El Chile actual pide más estado y menos mano invisible. Menos autoritarismo y mayor participación. Los resultados de esa encuesta contrastan con los argumentos de su columna. No se trata de un simple berrinche. Se trata de un proceso de fondo, revolucionario. Donde las instituciones, esos castillos de cristal en que residen las élites intelectuales, carecen de credibilidad. Ya no se confía en los valores máximos del modelo. Los síntomas revolucionarios son evidentes. Y usted hablando de berrinche.


Si la revolución se hiciera a sangre y fuego, en corto plazo se elaborarían paper y constituciones que dejarían tranquilo al rector. Pero cuando la revolución es cultural, cuando excede a la “izquierda” parlamentaria.  Cuando se trata de un momento histórico que juzga los pilares de lo hecho hasta ahora, no queda más que aceptar el vértigo impredecible del cambio.


Como para sugerirle que adapte la undécima tesis de Marx sobre Feuerbach  “Los columnistas no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

por Cristian Zúñiga Lucero

 

@planetazuniga

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