Diciembre 9, 2024

Los Partidos y su encrucijada

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En términos de transversalidad generacional, la revuelta estudiantil ha logrado sintonizar con la sociedad chilena su concepción crítica de la democracia. Con la idea y la materialidad de lo que implica ese tan manoseado término, la materialidad son los dirigentes políticos y, para ser más precisos, de los partidos políticos tradicionales.

 

 

Lo cierto, es que se les critica por razones más cotidianas que fundamentales, más por proyecciones de largo plazo que por mezquinos cuatro años presidenciales. En fin, creo que los dirigentes estudiantiles y los resquemores ciudadanos apuntan a responsables de carne y hueso que dieron apretones de manos y firmaron acuerdos que dejaron a los grupos de interés felices pero a las mayorías ciudadanas frunciendo el ceño. El nulo recambio en los partidos políticos impide visibilizar nuevas ideas en ellos, como también impide que nos centremos en lo importante que es un partido o movimiento político para la democracia. Es por esto que hoy se aplica la ley de hierro de la oligarquía[1] de Michels en los partidos políticos chilenos. A continuación daré cuatro argumentos para explicar esta crítica.

 

 

 

1-.Vacío de confianza institucional. Nadie quiere retroceder al autoritarismo, pero las denuncias por abusos policiales en la IX región y las agresiones tras marchas estudiantiles no dejan muy claras las diferencias entre democracia y la “dictablanda” pinochetista. Es que, pareciera que para muchos dirigentes oficialistas y de la concertación todo el sistema de instituciones enraizado en el Estado chileno luego de la dictadura militar era aceptable, era masticable y perfectible. Pues bien, déjenme decirles que su rama castrense y de seguridad ciudadana mantiene enclaves autoritarios en sus prácticas. La justicia militar es una justicia donde no se toma a un oficial o suboficial como un ciudadano más, se le juzga en una calidad superior, juzgado por sus pares y eso ya no es aceptable en nuestro contexto.

 

 

A eso se suman los bonos económicos y culturales que dejó la revolución neo-liberal en las arcas fiscales de los 90’s ¿Nos olvidamos acaso de los notorios casos de corrupción y su fuerte daño en la confianza institucional? ¿No tienen algo en común los sobres azules, los sobresueldos con una lógica económica más competitiva? Éste gobierno ya ha tenido casos como el del ex fiscal Peña que homologan la corrupción en ambos sectores y no dejan margen para diferenciar a los que no roban de los que sí.

 

 

 

2-. Desplome organizativo. Escuchar al senador Pizarro (DC) o a Camilo Escalona (PS)  argumentar con su trayectoria las razones para poner condiciones a los nuevos actores que deseen ingresar al congreso es una muestra más de lo errado del tradicionalismo. Banalizan la consecución de la democracia en un par de actos colectivos e individuales, pero no lo visualizan más allá de su origen. Los partidos luego de la victoria de Aylwin dejaron de repensarse y estancaron la evolución de su organización bajo el único afán de ganar elecciones. Se convirtieron en “máquinas” electorales, en cuerpos coordinados de militantes que arrastran opinión pública en camionetas, buses y cohecho.  Siguiendo a Michels, la burocratización de los partidos es un hecho cuando crecen. Y ese no es el problema, el problema es la ausencia de pensadores que le den alma a un partido y no se apoderen de él quienes atropellan con sus máquinas otros procesos internos.

 

 

 

Es más, todos los intentos por competir políticamente sin ingresar a los partidos tanto en la alianza -Felipe Kast y evolución política- como en la Concertación- Giorgio Jackson y Revolución Democrática- se ven obstaculizados por dirigentes de partidos sin confianza ciudadana, ensimismados en la vieja política y que no hacen más que trabar con su incompetencia un recambio demandado a gritos en todo el país.

 

 

 

3-. Desplome Intelectual. Es cierto que los centros de estudios o tanques que piensan siguen relacionados con los partidos y que su financiamiento por parte de fundaciones extranjeras o aportes de filántropos que lucran con todo lo demás sigue más vigente que nunca. Pero haciendo una minuciosa observación ¿Han movilizado nuevas ideas, nuevas políticas públicas, nuevos ethos políticos? Los partidos políticos deberían generar profesionales óptimos para el Estado y con una ética intachable si es que aspiran a mantenerse algo más de un lustro. A esto quiero agregar la nula sensibilidad que han tenido los políticos con el arte y las expresiones culturales que se masifican con la revolución tecnológica. Una de las muestras de esta crítica a los partidos tiene que ver con que no calientan a nadie, cuando ningún artista se suma a sus planteamientos es porque ya no tiene mucho con qué convencer, ya no tiene intelecto ni sensibilidad.

 

 

 

4-. No existe agregación de intereses. El gran drama democrático de nuestra generación tiene que ver con la participación política y social. Mucho se debate respecto al 60% de abstención en las últimas municipales y el corte de clase que provocó el voto voluntario, pero poco se habla de los nuevos intereses que están en juego en los momentos de exposición pública de los partidos. ¿Es posible que personas que creen que estamos en los 90’s siga haciendo política a esa usanza? Es que todos parecieran tener una opinión respecto a los temas y los intereses que van surgiendo, pero pocos los integran, los agregan y los hacen suyos. Cuando se planteen cadenas de equivalencia entre lo que plantean las mayorías ciudadanas organizadas y se equilibre la concentración del poder  habrá confianza en los cuerpos intermedios que dicen representarnos, antes no.

 

 

 

Es cierto que las críticas de la revuelta estudiantil van mucho más allá, que incluso se cuestiona el avance hacia la individualización y el desarraigo colectivo que tiene nuestra sociedad. Pero si no proponemos soluciones a los problemas que presenciamos en la forma de organizarnos no nos reconoceremos nunca como compañer@s. Hay que avanzar en unidad y amplitud, separando aguas. De lo contrario harán política en Chile quienes creen en el capitalismo con rostro humano o en la economía social de mercado. Por último, les convido a darse una vuelta por los alrededores del terminal de buses de cada capital y vean como seguimos llenos de pobres. No puede ser el único interés del gobierno sea seguir creciendo la economía a un 5%.

 

 

 

 

Miguel Echeverria

*Estudiante de Ciencia Politica y RR.II. Universidad Alberto Hurtado

Militante Movimiento Nueva Izquierda

 

[1] Michels, Robert. Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna. 2 Tomos: ISBN 978-950-518-197-1 e ISBN 978-950-518-198-8. Amorrortu editores (2a, ed. 2008)

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