Diciembre 5, 2024

El retorno de la misma política y cómo perseverar en la nueva que emerge

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Somos parte de una marea ciudadana global por los cambios que comenzó a manifestarse con fuerza en varios acontecimientos sociopolíticos donde sobresalen la “primavera árabe” de pueblos oprimidos constituidos en sujetos para voltear por primera vez a sus dictadores, los indignados españoles acampados en plazas e iniciadores de un proceso de organización que adopta nuevos modos de lucha, las acciones de  Occupy Wall Street con su grito somos el 99% que removió las neuronas de la intelligentsia gringa y los estudiantes quebequenses que con fuerza y coraje impidieron el alza de los aranceles universitarios e hicieron caer un gobierno liberal para reemplazarlo por uno socialdemócrata al igual que en Francia la ciudadanía eligió al social-liberal Hollande para desembarazase del derechista Sarkozy.

 

Reconocernos en este gran movimiento planetario nos ayuda. No somos una excepción. Lazos intensos nos unen. Y conviene combatir el método de la fragmentación de la realidad que produce la representación mediática del mundo. El rechazo a las múltiples formas de opresión y explotación exacerbadas por el capitalismo neoliberal es un común denominador planetario. Y nuestro pueblo no para de movilizarse desde el 2005 para expresar su malestar y voluntad de cambio con huelgas obreras, manifestaciones estudiantiles y ambientalistas, de resistencia mapuche y jornadas combativas de pueblos enteros. En America Latina los pueblos avanzan en organización y consciencia.


Seguro. Habrán altibajos. Es lo propio de los procesos sociales. Lo importante es acumular fuerzas y obtener victorias, por pequeñas que sean.


Michelle Bachelet que volvió de su torre de vidrio en la ONU ha visto necesariamente  esas mutaciones globales y nacionales que se expresan en una repolitización masiva acompañada de potentes movimientos sociopolíticos donde los individuos hacen el aprendizaje de la acción colectiva y en ese proceso empoderan liderazgos sociales. Ahí, en el paraíso de los expertos que producen miles de “papers”, ella tiene que haber tenido acceso a los estudios de los futurólogos y prospectivistas de turno o mirado del rabo de un ojo un par de síntesis sobre temas candentes.


Pese a lo anterior, la aparecida candidata, en su fuero interno, debe dudar del poder de la política elitista en la cual se embarca  aparentemente con gusto y rodeada de los mismos de siempre que no la dejarán ni a sol ni a sombra, aunque hoy los expertos en marketing político los obliguen a esconderse. Se intuye que ahí siguen moviendo los hilos de la política oligárquica los Correa, Tironi, Escalona, Girardi, Walker, Bitar, Lagos Jr. etc. A los que se agregará la expertise de los recién llegados.


Lo mejor que pudo haberle ocurrido a la precandidata es encontrarse de narices en el aeropuerto con el desplante de la juventud que le cantó sus cuatro verdades. Una sana advertencia de lo que puede pasar si las promesas son vanas o no van a la raíz de los problemas de la estructura misma de dominación como ocurrió en su primer mandato cuando se sometió gustosa al pauteo del neoliberal Andrés Velasco.


Ahora no bastará con un listado de reformas de almacén. En Chile se ha formado estos años una masa crítica de ciudadanos que escrutan el poder y lo evalúan. Por mucho que la estrategia mediática la presente como amable, la actitud que se percibe hacia el establishment es de desconfianza vital. Difícil será tragarse la píldora concertacionista. Simplemente  porque la Concertación perdió en el camino la voluntad necesaria para llevar a cabo un proyecto de transformación. Y la apatía de sectores importantes del pueblo se transformó en clara oposición. Consideración que se aplica también a E.-Ominami.


El olfato político se ha desarrollado y se comparte en las redes sociales. Pocas veces las promesas o intenciones de una candidata o futura presidenta y sus consejeros o ministrables serán analizadas con lupa. Es el estigma de la glotonería política. Repetirse el plato es la otra cara de la miseria política.


En una democracia liberal elitista y ultra formal los rituales políticos pesan. Las instituciones del régimen postdictadura, de las cuales se ufanan los concertacionistas y la derecha, presentan claros signos de agotamiento puesto que desfasadas con las nuevas subjetividades fueron diseñadas ex profeso para excluir a los ciudadanos de los cenáculos político- empresariales-militares por donde fluyen intereses y recursos. Es la política burguesa como instrumento de poder la que ha quedado desnuda.


Citemos otras experiencias. María Esther Vivas, investigadora y militante anticapitalista española resume una situación común: “Estos últimos meses hemos visto como miles de personas salían a la calle para reivindicar sus derechos, diciendo ‘no’ a gobiernos dictatoriales, exigiendo justicia social, económica y democrática, negándose a pagar una deuda ilegal e ilegítima y señalando la responsabilidad no sólo de los “mercados” sino la complicidad activa de gobiernos e instituciones. Un movimiento que ha rechazado sin ambigüedades una política supeditada a los intereses privados, a la vez que reclamaba “otra política”, la política de los de abajo y los sin voz.”


En Chile, los de arriba con camiseta concertacionista han sacado la voz con el avezado operador político de la transición Enrique Correa. Este ha declarado en radios y entrevistas: “Piñera es un Presidente que ha visto naufragar sus mejores intenciones en una elevación imprudente de las expectativas. La gente ya no lo mide en comparación con otros gobiernos, incluso a veces no lo mide en relación con los méritos de sus propios logros, sino que en función de las expectativas no cubiertas y las promesas no cumplidas”, subrayó.” (Duna).


Nunca se le creyó a Piñera. Su Gobierno y partidos junto con la oposición son el problema. Queremos indicar que la fórmula “elevación imprudente de expectativas” es el eje del pensamiento del núcleo duro del concertacionismo conservador. Lo que indica que habrá que sospechar de todas sus promesas o medidas de cambio porque la receta será aplacar las demandas que los movimientos sociales estudiantiles, de pobladoras, ambientalistas, trabajadores han puesto en la escena política con sus repertorios de acción que provocan angustias en las elites empresariales, derechistas y concertacionistas.


El Gobierno de Bachelet, postula Correa, debe ser la expresión política de un nuevo pacto de gobernabilidad amplio (derecha, concertación poderes empresariales y financieros) del bloque dominante para contener las demandas y producir un aggiornamento o actualización  del régimen político y de su modelo económico. Se intentara hacer compatibles la satisfacción parcial de demandas con la voracidad capitalista de los grupos económicos nacionales y extranjeros dueños del país, de los cuales la Concertación es uno de sus dos representantes. De ahí la utilización discursiva de las llamadas “clases medias”. Estas serían conservadoras en el fondo, pero a las que habría que atraer con ciertas reformas bien acotadas y publicitadas, lo justo para apaciguarlas. Ahora bien, las “clases medias”, según los estudios socioeconómicos,  y considerando la diferencia de ingresos, viven en las  mismas condiciones que los sectores “trabajadores”, es decir en la precariedad y la explotación; con un futuro incierto de pensiones AFP de “pobres”.


Esto implica que para romper con la impotencia y el cinismo esparcido por algunos opinólogos conviene poner las cosas en perspectiva, alzar la vista y practicar la nueva política regeneradora que hoy en todas partes se esta haciendo en las calles, como lo indicaba María Esther Vives. El secreto es vox populi. La clave está en  las grandes movilizaciones ecologistas contra HidroAysén y estudiantiles contra el lucro y la educación pública el 2011. Ahí estuvieron las llamadas “clases medias”. Pero ahora habría que extenderlas y desectorializarlas o universalizarlas. Promover movilizaciones por pensiones decentes sin las AFP, por una Asamblea Constituyente, por salud pública y por nacionalizar el cobre. Por recuperar lo que es común, por reconquistar esos bienes privatizados de los cuales hemos sido desposeídos. Y practicar la solidaridad activa con el pueblo mapuche.


Cabe otra hermosa cita digna de la nueva estética política popular: “Lo que conviene celebrar de estos movimientos sociales en marcha es precisamente la repolitización de la sociedad, la recuperación multitudinaria por el gusto de hacer política, la afirmación a través de su práctica de las “pasiones constituyentes” (Brown, 2011) frente a las “pasiones tristes” (*).


Los políticos concertacionistas no movilizan. Ellos, con la derecha, encarnan las pasiones tristes. No pueden hacerlo. Se los identifica con lo privado, el lucro, la usura bancaria, la corrupción administrativa y empresarial, la voracidad depredadora, la miopía capitalista típica, etc. Lo vemos en la educación y en la aplicación del esquema energético devastador de la vida buena.


La vieja politiquería buscará neutralizar y despolitizar a los movimientos sociales. Son las pasiones tristes las que la habitan. Contener los cambios es su actual vocación. Bachelet es un instrumento. Con ella regresó la vieja política concertacionista. La alegría y el jolgorio se impusieron con las demandas populares. Y este es territorio habitado por la explosividad popular, siempre a punto de resurgir, bajo formas que habría que experimentar como la desobediencia civil. Es así como se alimenta la pasión por la vida digna, se combate la desconexión social generadora de miedo y se potencian las pasiones por la igualdad que produce la alegría de encontrarse cientos de miles en las calles. Ahí se apela y ocupan esos espacios comunes y mayoritarios expulsados de la democracia liberal del régimen postdictadura. En ésta se mueven los políticos envejecidos y maquillados para la farsa.


Sin el momento necesario del encuentro constituyente del poder del pueblo con sus demandas en los espacios públicos, la política democrática de masas deviene política instrumental e institucional en manos del duopolio. Esta va derecho a una derrota parcial desmovilizadora y es ahí donde otra vez quiere conducir la Concertación. Consolidar nuestras propias organizaciones sociopolíticas es una manera de preparar el futuro.


(*) “De la indignación intuitiva a la impugnación estratégica”, Joseba Fernández, Carlos Sevilla y Miguel Urbán, in Viento Sur, no. 123.

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