En Chile es mal visto hablar mal de una mujer, es mal visto encarar, criticar, denostar, increpar, culpar, agredir a una mujer en público. Sin embargo, dentro de los muros de la casa, dentro de las paredes del anonimato, la mujer puede salir mal parada; con un ojo en tinta, o con la auto-estima por los suelos. Sin ir mal lejos, la ocurrencia de femicidios, la de hombres enloquecidos que se acriminan con su mujer ha llenado las páginas de los noticieros en las últimas semanas, mas el juicio categórico condenatorio que sobreviene es por el hecho de hacerse público. Es el Chile paradojal.
El silencio de Bachelet, el sigiloso camino de su retorno a la arena política, no son más que la expresión de una sabia manera de hacer política electoral. La Derecha ha caído en el juego, ha caído en el pelambre, la ha mantenido vigente creyendo que la descuartizará en el mismo momento que proclame a los cuatro vientos su candidatura.
Es demasiado tarde tal parece, no prosperaron las gestiones leguleyas tendientes a inculparla judicialmente por alguna de las 525 las víctimas fatales producto de su ineptitud en el mando de la Nación la fatídica noche del 27-F en que se liberó una energía equivalente a 100 mil bombas atómicas como la que los EEUU dejó caer en Hiroshima, en un terremoto considerado el 6º más potente registrado por la humanidad. La Derecha , es menester recalcarlo, no inició nunca el “juicio de residencia” que la ley contempla para estos casos, y ya vencieron los plazos para llevarlo a cabo.
Resulta verdaderamente curioso ver cómo la Derecha abandona el campo de batalla, hay un total desconcierto, sus porta -estandartes, sus pre-candidatos, se han chupado, aparecen como pálidos competidores en una carrera que ya se da por asegurada: la vuelta al sillón presidencial de la maternal presidenta.
Por otro lado la Izquierda , la antigua extraparlamentaria, la del Juntos Podemos Más, ha perdido su fuerza creadora. Su principal socio, el Partido Comunista, es en la práctica desde hace tres años, parte integrante de la Concertación. De modo que también asistimos a un abandono programado del campo de batalla.
Lo que resulta paradojal verdaderamente, es que la Izquierda , la que definimos como tal, la que fue desperdigada en 3 frentes en la elección municipal pasada, constituye, si es que sumamos la votación de las 3 listas haciendola virtualmente una sola, la votaciópn alcanzada por sus candidatos a concejales, resulta finalmente equivalente a 1/6 de los votos válidamente emitidos.
Si proyectamos esa votación a una lista única de oposición en las próximas parlamentarias, ese 1/6, es la cuarta parte de los 2/3, es decir, es el complemento del punto de quiebre del binominal.
Nunca antes en los 23 años precedentes de elecciones se había estado potencialmente tan cerca de quebrar el binominal. Sin embargo, nunca se había estado tan lejos de integrar una lista única de restauración de la democracia, una lista que sea producto de un acuerdo de ese 1/6 con los 3/6 que alcanza la Concertación , una lista que tenga un programa en común, o al menos un mínimo factor en común: terminar con el binominal, que es en síntesis la piedra de tope de la democratización verdadera, y es por algo también el tabú de la Derecha , el campo de lo intransable.
Una elección primaria abierta a toda la oposición para elegir los 2 cupos de candidatos que la ley estipula para cada circunscripción senatorial y cada distrito, era una solución al alcance de la mano, las 2 primeras mayorías serían los 2 candidatos de un Frente Amplio de restauración de la democracia. Sin embargo, esta propuesta va contra la costumbre, contra la codicia electoral de los partidos, contra la forma de ser de la dirigencia de partidos políticos de todos los tiempos. Esa característica fue precisamente la que tomó en cuenta el equipo de Pinochet que ideó el sistema binominal que se impuso en la Constitución del 80, que jamás ha sido sometido al juicio de la voluntad popular mediante un plebiscito, y el que la Derecha jamás transará.
Ahora bien, si es verdad que Michelle Bachelet es tan buena candidata, si es seguro que su votación será un fiel reflejo del alto índice de popularidad que marcan las encuestas, por qué es que no se propone al resto de los pretendientes de la oposición al trono presidencial, unirse en torno a su candidatura bajo un programa común cuya primera medida sea hacer lo que hizo el presidente Zelaya en Honduras? Es decir, llamar a un plebiscito, terminar con el sistema electoral asimétrico.
Una elección presidencial vinculante, cuyo resultado sea la aprobación abrumadoramente mayoritaria para ejercer el derecho del pueblo en el más breve plazo, de darse su propia Constitución, de zanjar definitivamente las reglas del juego de la convivencia cívica.
Solamente una vaca sagrada puede llevar a cabo con éxito este (des)propósito.
René Dintrans A.