Diciembre 5, 2024

Un Vaticano tenebroso y corrupto obligó a dimitir a Benedicto XVI

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 san-pedro-papa-foto-efe_lrzima20130212_0028_4No hace muchos días el mismísimo diario oficial de la Iglesia, L´Osservatore Romano, describía al Papa como “un pastor rodeado de lobos”. El casi seguro detonante de su “renuncia” (o dimisión forzada) al Papado fue la publicación, hace casi un año (mayo de 2012), de “Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI”, del periodista experto en asuntos vaticanos Gianluigi Nuzzi. En este libro se destapaban unos 25 informes vaticanos secretos que el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, que los venía fotocopiando desde el año 2006, habría facilitado al polémico y famoso periodista, aún no se sabe muy bien por qué.

 

Pero se puede adivinar. Según cuenta el propio Nuzzi, Gabriele le habría confesado que al papa Ratzinger “nadie le informaba de lo que pasa en la Curia”; que “el Santo Padre estaba cansado de lo que veía”; que “Su Santidad se sentía incapaz de afrontar las intrigas vaticanas”; y que “ya no le quedaban fuerzas para echar a los mercaderes del templo”…


Casi un año después de estas confesiones, que el propio Nuzzi acaba de revelar, Benedicto XVI se convierte en el séptimo Pontífice -o el quinto, según otras fuentes- que “renuncia” al Papado, tras hacerlo San Ponciano (año 235), San Silverio (537), Martin I (1044), Benedicto IX (1045), Celestino V (1294) y Gregorio XII (1415). (Pío VII (1800) firmó su “abdicación” en 1803, pero enseguida se arrepintió y derogó su renuncia, gobernando la Iglesia hasta 1823). La historia de estas dimisiones, así como la historia de los papas, está plagada de turbulencias, intrigas, nepotismos e incluso crímenes.


Sólo entre los siglos IX y XI (del año 882 al 984) unos nueve papas desaparecieron por la fuerza de la Silla de Pedro, envenenados unos, estrangulados o acuchillados otros, y el resto obligados al destierro. Del siglo XIX conocemos alguna de las tretas papales y napoleónicas para controlar el orden civil y el religioso desde el inmenso poder de la Iglesia.


A lo largo de las próximas semanas, mientras llega el día de la renuncia efectiva del papa Ratzinger (28 de febrero), y especialmente las semanas anteriores al Cónclave del que saldrá el nombre del nuevo Papa (entre el 15 y el 20 de marzo), podremos conocer y presenciar no pocos de los asuntos internos de un Vaticano en plena encrucijada, de una institución a la deriva, en la que las intrigas palaciegas, casi medievales, las luchas por el poder, las corruptelas en sus finanzas, la turbulenta vida sexual de algunos de los altos dignatarios de la Iglesia y la división del Colegio Cardenalicio respecto al horizonte hacia donde debe caminar la Iglesia, dejarán estupefactos a una buena mayoría de los fieles cristianos, ajenos a estas turbulencias de aquellos que deciden día tras día su “camino de salvación eterna”. De otros escándalos -como la pederastia de una parte del clero y los dineros sucios manejados por los banqueros de Dios– ya están los cristianos (que conforman la séptima parte de la población mundial) bastante enterados…


El pasado jueves, el diario La Repubblica comenzó a publicar una serie de artículos en los que habla del devastador informe que le procuraron al Papa tres cardenales, Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi, encargados por el propio Ratzinger de investigar la fuga de noticias conocida como Vatileaks. En las 300 páginas del documento, según el diario, quedan perfectamente plasmados todos los males de la Curia. “Todo gira en torno al incumplimiento del sexto y el séptimo mandamientos”, asegura uno de los personajes citados en el texto. Es decir, en torno a “no robarás” y “no cometerás actos impuros”.


Citas sexuales de religiosos en establecimientos de Roma


Sobre esto último, el periódico habla de una red de intercambio de favores sexuales entre seminaristas, laicos y prelados que se citaban en los lugares más insospechados de Roma (una sauna, un centro de estética, una residencia de estudiantes) poniendo en peligro de manera definitiva la reputación de la Iglesia. Sobre el primero, el “no robarás”, los focos apuntan directamente al Instituto para las Obras de la Religión (IOR), conocido como “Banca Vaticana”.


La Repubblica recuerda que desde el 1 de enero, el Banco de Italia decidió suspender las operaciones en cajeros en el Vaticano por no respetar las normas internacionales contra el lavado de dinero. Habla de las trabas del secretario de Estado, Tarsicio Bertone, para ampliar la transparencia de la entidad. Como su nombre indica, en el IOR sólo podrían abrir cuentas organismos, asociaciones o instituciones relacionadas con la Iglesia; las sospechas crecen cuando esos entes ponen como testaferros a hombres ligados a la mafia, a la venta de armamento, a políticos corruptos, a terroristas, etc. Hace tiempo que se viene hablando de que el IOR ha ayudado a lavar dinero a este tipo de personajes y según La Repubblica, Bertone habría sido el máximo responsable. Y estas intrigas monetarias habrían empujado a Ratzinger a la decisión definitva: renunciar para dejar paso a un Papa más joven que pueda lidiar con el problema.


Pronto sabremos las causas o motivos reales (además de los que él mismo ya ha desvelado) de la renuncia de Benedicto XVI. De momento contamos con datos muy fiables que ilustran, a quien esté dispuesto a ello, sobre la encrucijada por la que pasa la Iglesia Católica Romana.


Un caballero de la Orden de Malta al frente de las finanzas vaticanas

¿Por qué dimitió no hace mucho tiempo Ettore Gotti Tedeschi de la presidencia del IOR? ¿Por qué Benedicto XVI, que ya tenía decidida su renuncia, tras comprobar que Tedeschi no logró la transparencia en las finanzas vaticanas, nombra poco tiempo después para dirigir los dineros de la Iglesia a un abogado alemán llamado Erns von Freyberg, un “caballero de la Orden de Malta” que se dedica, entre otras cosas, al negocio de la fabricación de buques de guerra?


¿Qué ha podido suceder en el corazón de Joseph Ratzinger para que Bertone, que es el Decano del Colegio Cardenalicio y será quien lleve, como Camarlengo, las riendas del inmediato Cónclave, haya pasado a ser, a juzgar por las declaraciones del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, y del periodista Nuzzi, de “hombre de confianza de Benedicto XVI” a posible intrigante y muñidor de complots contra el Papa entre los diversos despachos vaticanos?


¿Qué informaciones tiene el alcalde de Milán, Giuliano Pisapia (un “abogado ateo de izquierdas”, según Nuzzi), para afirmar que “Benedicto XVI tiene miedo”? Miedo, según el mayordomo Gabriele, “a la gestión de la Curia Vaticana, a los intereses oscuros de los más altos cardenales, a los opositores a las necesarias reformas en la Iglesia, a este pequeño Estado en el que una locura -como la matanza de varios guardias suizos en 1998, gobernando Juan Pablo II- puede quedar impune”.


El Papa Ratzinger dejó caer, al día siguiente de anunciar -en latín- su renuncia, que la Iglesia está “sumida en las rivalidades”. Y rezó por ella. Su secretario de Estado, Bertone, no parece tener muy buenas relaciones con el cardenal arzobispo de Milán, simpatizante de Comunión y Liberación y uno de los papables, Angelo Scola, al que hizo cardenal Benedicto XVI. Tampoco parece simpatizar con el número dos del gobierno vaticano, cardenal Carlo María Viganó, que habla mucho con el Papa, al que ha informado sobre posibles casos de corrupción, gastos injustificados e inflados, y cuentas “poco claras”, según el periodista Gianluigi Nuzzi, quien revela que Bertone urdió complots contra este cardenal; que Viganó informaba al Papa a este respecto; y que el Papa, hundido por la pena, se iba acto seguido a rezar a su capilla privada…


La soledad papal debe ser tan profunda que uno se explica ahora mejor la confesión que hizo a Nuzzi el cardenal Velasio de Paolis, nombrado por Ratzinger delegado pontificio para investigar a los Legionarios de Cristo tras el escándalo mundial de su fundador, Marcial Maciel: “Se me hace impensable que el Papa mande al cardenal Bertone a su casa”.


Vistas, en fin, estas intrigas, corrupciones, impedimentos, soledades, complots, divisiones, ambiciones de poder, y la impotencia para tomar decisiones, en su -es, al menos, imaginable- espantosa soledad, el Papa Benedicto XVI decide renunciar al Pontificado. Él debe saber perfectamente lo que ha hecho. Él, que no es un populista como su antecesor Juan Pablo II, que no es un hombre de pueblo como Juan XXIII, que no es un decidido reformador social y abierto al diálogo con las otras grandes religiones, como Pablo VI, se ha topado a lo largo de casi ocho años con los entresijos del Vaticano… ¡Pero no ha podido con ellos!


Un Vaticano tenebroso, oscuro, y sospechosamente corrupto, que está llevando a la Iglesia a una encrucijada, no se sabe aún muy bien si sin salida. El tiempo y el nuevo Papa lo dirán.

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