Durante la plenaria de la cumbre de la CELAC, el presidente chileno, Sebastián Piñera, ha dicho al presidente boliviano, Evo Morales, que la “soberanía no se negocia por intereses económicos”. Esto a propósito de la petición de salida al mar para Bolivia manifestada por el mandatario altiplánico. Esta frase de Piñera obviamente sacó aplausos entre la derecha chilena y el sector más chovinista y patriotero de la Concertación, encabezado por el siútico diputado Jorge Tarud (PPD). Los medios de comunicación, afines, y la TV dieron amplia cobertura a la intervención del presidente chileno, calificándolo prácticamente como una especie de héroe resucitado de la Guerra del Salitre ocurrida en 1879.
Lo que todos parecen olvidar es que en dicha guerra Chile arrebató a Bolivia parte de su soberanía territorial por la fuerza de las armas, azuzado el gobierno chileno por el imperialismo inglés y la oligarquía criolla. El pueblo chileno, alistado en el ejército, sólo sirvió de carne de cañon al servicio de intereses foráneos ¿O acaso con la famosa guerra los trabajadores de las minas ganaron algo, aparte de seguir más explotados que antes?
Cuando Piñera habla de que la “soberanía no se negocia por intereses económicos” también olvida que su hermano José, amparado por la dictadura pinochetista, negoció la soberanía del dinero previsional de los trabajadores chilenos justamente por intereses económicos. La soberanía de un pueblo –no de los gobiernos de turno- se define no sólo en un plano territorial, sino que se define en la medida en que esa soberanía es ejercida por el pueblo (ampliamente) en todos los planos: político, económico, de salud, cultural, ecológico, étnico, de género, religioso, ético, educacional, laboral, etcétera. Pues bien, todas estas soberanías, que hemos mencionado, han sido negociadas por intereses económicos, de manera descarada y permanente –torturas y asesinatos incluidos- desde el 11 de septiembre de 1973, por la derecha chilena que representa el señor Sebastián Piñera. La derecha, encabezada por la UDI y RN, no ha trepidado en tranzar soberanía a cambio de prebendas económicas para el empresariado y las transnacionales. Pruebas de ello hay por cientos. Entonces, antes de llenarse la boca con la palabra soberanía, el presidente de Chile debería consultar “soberanamente” la soberanía del pueblo.