Diciembre 5, 2024

El No de Piñera

piera_celac_cierre

 piera_celac_cierreLos mandatarios internacionales han partido. Continua el conflicto chileno-mapuche. Aparece su cara esencialmente política. El Presidente Piñera categórico dice: Chile es una sola nación, sin discusión. El Estado chileno empata el tiempo y no asume que enfrente tiene un pueblo diferente, no fácil de entender y con el cual está obligado a convivir, por más que se esfuerce en eliminarlo.


 


la dificultad del Estado chileno

 

El Presidente Piñera, luego de rechazar la invitación a un parlamento mapuche que le hicieran líderes políticos, territoriales y tradicionales en Temuco, a los que descalificó de no representativos, respondió a las demandas de autodeterminación diciendo: “Chile es una sola nación y no está dispuesto a poner en cuestión las bases de la unidad del país”.

 

Este es el problema de fondo que el Presidente no desea abordar, como ya lo señalaba el diputado Guillermo Arenas (UDI) cuando decía que la clase política (gobierno y oposición) no está por tratar el conflicto en toda su profundidad, pues “las soluciones tienen un costo político y financiero gigantesco, y en las lógicas del poder no se condicen con las rentabilidades políticas o electorales”.

 

El ex Presidente Lagos también mostraba su escepticismo ante las “leyes urgentes” que prepara el gobierno, diciendo que eso no solucionaría problemas tan profundos y, agregaba, que se requería “un gran entendimiento nacional” y el establecer “políticas de Estado”.

 

El conflicto chileno-mapuche comienza a entenderse como un problema político de envergadura, en vez de considerarlo como un tema de pobreza, económico-asistencial, y de orden público o terrorismo. Sin embargo, el Estado chileno si bien ha reconocido a los pueblos originarios al suscribir el Convenio 169, no los reconoce en la propia Constitución Polítca del Estado.

las armas y el dinero

 

Hasta ahora, Chile no acepta ni verse ni reconocerse ni aceptarse como Estado plurinacional y pluricultural. Considera que todos sus habitantes pertenecen a un mismo pueblo, el chileno, desconociendo los derechos políticos de los pueblos originarios, anteriores a la formación del Estado chileno.


Tampoco asume que  el conflicto chileno-mapuche tiene su origen en la opción del Estado de conquistar el Wallmapu y cuenta la historia con la leyenda de la “pacificación de la Araucanía”, cuando está documentada la usurpación del territorio mapuche mediante la violencia estatal entre 1861 y 1883, cuando el Ejército chileno, tras derrotar al boliviano y el peruano en el norte, pasó por Santiago hacia el sur, a liquidar la resistencia de los descendientes de Lautaro y Caupolicán.


Una operación que respondió a los intereses de un Estado oligárquico al que El Mercurio de Valparaíso de 24 de mayo de 1859 le indicaba que el engrandecimiento de Chile se solucinaba disponiendo de más territorio y para ello promovía la conquista de Arauco. Dos años después se iniciaron  las acciones militares contra el pueblo mapuche.


El Estado dictatorial de Pinochet razonó de la misma manera respecto del engrandecimiento de Chile. Éste, se produciría con la apropiación privada de nuevas tierras donde libremente grandes inversionistas extranjeros o nacionales (forestales, energéticos y mineros) explotaran recursos naturales con ventajas comparativas respecto a otros países. La invasión de estos inversionistas, incentivados y protegidos por el Estado chileno, ha significado, hasta ahora, el despojo de tierras y viviendas a familias mapuche  y desplazamientos forzosos hacia áreas urbanas.


parlamento y encaje

La acción  militar decimonónica fue parte de la formación del estado-nación chileno, como la acción militar-política- privatizadora del siglo veinte forma parte de su inserción en una economía globalizada. Pero en el siglo XXI, el Estado chileno se enfrenta no a un “enemigo poderoso”, como lo definía el Ministro del Interior, sino a un pueblo empoderado y a segmentos de la sociedad chilena más permeables a reconocer, respetar y crear espacio a que “el otro”, “la diferencia”, se exprese y desarrolle de acuerdo a su propia personalidad.


Abordar de verdad el conflicto chileno- mapuche requiere como condición precisamente lo contrario a lo que plantea el Presidente Piñera, esto es, replantearse la unidad de Chile a como hasta ahora se ha entendido (una nación, una lengua, una cultura, la “occidental”, etc).


Para ello se necsita un Estado chileno que “parlamente” (o dialogue) con el pueblo mapuche, para entender de qué se trata y agende en conjunto contenidos de una deuda que será costosa política y económicamente para Chile, pero que con visión de futuro, conocimiento y sensibilidad histórica e inteligencia política pueda  encontrar encajes virtuosos para que ambos pueblos se sientan cómodos y con voluntad política de convivir en una paz basada en el respeto mutuo.


el “peso de la noche” en el siglo veintiuno

Se trata de intentar modernizar el modelo de Estado chileno, abandonando esa unidad excluyente que resulta del dominio del dinero y el poder armado, estatal (militar o policial) y se abra a una nueva unidad donde diferentes pueblos puedan desarrollarse cada uno de acuerdo a su propia personalidad y decisión de sus comunidades y de sus ciudadanos.


En estos días, Jorge Arrate, co-autor del libro Weichen, planteaba si Chile le había preguntado a los mapuche si querían crecer como el resto de Chile. Atender una pregunta como ésta sería reconocer la existencia de más de un pueblo, de una nación, de un sujeto político soberano (con derecho a decidir). Aceptar responderla positivamente sería comenzar a construir una unidad inclusiva (Chile) entre pueblos profundamente diferentes y capaces de relacionarse bajo las reglas de cooperación en vez de dominación.


El jefe del Estado chileno ha respondido negativamente: la unidad de Chile no se discute, es la de siempre, con una sola nación. Con esta actitud del Presidente (secundada en silencio por dirigentes políticos de una u otras alianzas) el conflicto chileno- mapuche se prolongará, con más o menos violencia de ambas partes, a lo largo de la vida y la muerte iniciada hace más de un siglo y medio.

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