Diciembre 10, 2024

NO!

nonono

 nononoLa película #NO es ficción política. No es un documental hecho en dictadura por  infiltrados camarógrafos de la RDA, ni un film desarrollado a partir de algún libro de Carlos Altamirano. Es solo una situación imaginaria presentada al receptor a través del formato cine. Una metáfora simple de entender, directa, provocadora y bien contada, ingredientes suficientes para seducir a la crítica cinematográfica del mundo actual.

 

Una película hecha por el hijo de un senador UDI. Aquel senador que ayer defendió sin vacilar a la colonia dignidad de Paul Schaeffer (refugio de entrenamiento UDI) y que hoy se alza como un “progresista” del gremialismo. O sea, no es cualquier hijo. Se trata de un prodigo retoño que en su trilogía de películas sobre la dictadura ( Post Mortem, Tony Manero y NO)  devela lo burdo y criminal del actuar pinochetista.


Y he aquí el pecado. Un comunicador audiovisual de 36 años, de buen colegio e hijo de la derecha, metiéndose en la temática dictadura. En el patrimonio sagrado de la generación de barricadas y trova. El muy patudo, con sus amigotes trasnochados de providencia, toman una obra de Skarmeta y la adaptan a su pinta, constituyéndola en un producto cinematográfico que hoy se codea con lo mejor de Hollywood y el mundo.


Estos patudos plantean que fueron los publicistas a cargo de la campaña del arcoíris quienes derrotaron al tirano. Y lo que es peor, insinúan que el triunfo del NO es la consolidación de las grandes alamedas pinochetistas .Una bofetada a la historia, una tocada de oreja a los históricos. Mirada simplona, para tema profundo, diría el historiador.


Pero así es la cosa. Las marcas Pinochet y dictadura no están patentadas y cualquier cineasta o novelista actual puede tomarlas y hacer la historia que quiera desde ahí. No se sorprenda si mañana el cineasta  Nicolás López  comienza a grabar  “El regreso de Pinochet Zombie”. Al fin de cuenta,  la ficción que, filtrada a través de la defectuosa percepción de cada cual, los humanos corrientes llaman pretenciosamente “realidad”.


He escuchado a amigos decir que NO la película es nominada al Oscar gracias al lobby del gobierno (el mismo Piñera dijo que la película no le había gustado mucho pues estaba demasiado basada en el marketing) Otros plantean que Larraín es inflado por los medios, pues la derecha necesita levantar referentes culturales que empaten el monopolio cultural izquierdista.


Lo cierto es que Pablo Larraín llega para abrir las ventanas de una casa pasada a naftalina y fantasmas ochenteros, con una mirada distinta sobre el trauma familiar vivido por nuestro país. Una mirada que toca las configuraciones más recónditas del cambio cultural experimentado por el Chile de los últimos 40 años y donde aparece develada la transfiguración perfecta: un modelo pinochetista crucificado y al tercer día resucitado en gloria y majestad con ropajes socialdemócratas.

 

Una vez más queda en evidencia, cómo las disputas generacionales se constituyen  en uno de los grandes escollos que van quedando en Chile. Lamentablemente, la generación castrada por la dictadura, seguirá aportillando las obras de los que crecieron sin guerra fría. Me ha tocado vivirlo. Viejos militantes analizando la realidad desde su derrota política o desde su triunfo económico. Para ellos, nosotros no somos más que una manga de posmodernos simplones y todo lo que hagamos tendrá un saborcillo a tontera o negocio. Salvo, los jóvenes obedientes que aprenden de memoria la técnica del siglo pasado y desde ahí construyen intentando revivir  “gloriosos” momentos de la era blanco y negro.


Cada uno sacará sus propias conclusiones sobre la película. Cada cual la entenderá como le parezca. Eso sí, habría que recomendar al director del film, que en el reestreno de esta, pudiera agregar al principio de la cinta una frase subrayada que dijera Advertencia: Esta película es una ficción, relájese.


Por Cristian Zúñiga Lucero

@planetazuniga

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