
En esta segunda nota, nos proponemos entregar un esbozo sobre la función intrínseca de la universidad, es decir, la de su carácter académico, que incide directamente en la naturaleza ingénita de esta institución.
Consiste dicha tarea, en capacitar a los estudiantes para asimilar una preparación que corresponda al nivel superior de la enseñanza, teniendo por objeto facultarlos para que puedan desempeñar lo que se denomina una carrera liberal, o sea, el ejercicio de una profesión en el seno de la colectividad y al servicio de la misma.
En esta misión de formar profesionales capacitados que sirvan en las actividades académicas y contribuyan al desarrollo del país, se localiza la más importante tarea que corresponde no sólo a las universidades, sino también a los institutos técnicos y demás planteles de educación superior, así llamada, porque configura el nivel más alto de la enseñanza que atañe a la formación de profesionales.
Sin embargo, y sin menospreciar el importante significado que reviste esta tarea, no se agota en ella la función académica de la universidad; comprende, además, labores de investigación, por cuya virtud se trabaja en cierto tipo de estudios y experimentos que tienden a descubrir nuevas modalidades del saber para sumarlas al acervo de la cultura, de la civilización y, en suma, de la vida misma.
Lo que caracteriza realmente a las universidades y los institutos técnicos, como algo más que planteles de enseñanza, es precisamente el desarrollo de las investigaciones que se llevan a cabo, ya sea en los laboratorios cuando se trata de ciencias que los requieren, o en los talleres de trabajo donde se investiga en disciplinas de índole no experimental.
Otro importante renglón de actividades que corresponde cubrir a la institución universitaria, es la difusión cultural, o sea las tareas de variada índole que se destinan, como lo indica el término, a difundir la cultura más allá de las aulas en que se lleva a cabo la enseñanza escolar.
Derechos y deberes.
La universidad tiene el derecho y el deber de informar y formar al estudiante en la totalidad de los conocimientos básicos que componen las disciplinas del currículum profesional, además de las que integran el contexto general de la cultura; mediante la asimilación de dichos conocimientos se llega a un nivel más elevado que trasciende la mera información y los incorpora a la personalidad del alumno, proyectándolo en forma activa al desempeño de las actividades académicas y profesionales, “como también a las cuestiones concernientes a la vida diaria que envuelven su más profunda entraña vital, reflejada en lo que vamos a llamar un modo filosófico de vivir. Filosófico por cuanto propende a la obtención de un concepto universal y profundo que se traduce en la relación del hombre frente al mundo y la vida, lo cual involucra una manera reflexiva de vivir, tendiendo a realizar los óptimos valores de la existencia, o sea la forma filosófica de entender la vida, al contrario de lo que sucede en la mayoría de los casos, cuando se mantiene en forma mecánica y rutinaria, siguiendo la inercia de las circunstancias y dejándose llevar por la influencia del medio en que se vive; es menester, en cambio, que el hombre acometa la tarea de conquistar una vida autónoma y soberana conducida por la decisión de su libre albedrío y el ejercicio consciente de su voluntad”. (*)
Sin embargo, es un hecho que no podemos dejar de lamentar, que la mayoría de las universidades y demás planteles de enseñanza superior, en casi todo el mundo, hayan renunciado (en nuestro país por imposición de la dictadura cívico-militar que afecta incluso a las universidades tradicionales), a la tarea ingénita de la antigua universidad y, en vez de promover la formación integral del hombre, se conforman, en el mejor de los casos, con capacitarlo técnicamente para el desempeño de una carrera profesional.
Esta situación, se contradice con el tradicional designio académico de la universidad y el ideal de la formación clásica que los griegos consagraron en el nombre de paideia, es decir, el sistema de educación humanista que predominó hasta el momento en que la apoteosis tecnocrática la desplazó, con los deplorables resultados que se han dejado sentir en la formación de generaciones cada vez más ajenas al impulso creativo del espíritu, e inclusive, como inevitable consecuencia, su preparación deficiente en el aspecto informativo que presuponen las profesiones liberales.
En general, a la nube de titulados que están saliendo de las universidades e institutos tecnológicos de nuestro país, más que a profesionales de una carrera, habría que considerarlos como artesanos de una ocupación y no precisamente por causa propia.
“No es suficiente enseñar a un hombre una especialización. Por ese medio se puede convertir en una especie de máquina útil, pero no en una personalidad desarrollada armoniosamente. Es esencial que el estudiante adquiera conocimientos y un sentido vivo de los valores, un sentido vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. De otra manera él –con su conocimiento especializado- se parece más a un perro amaestrado que a una persona desarrollada armoniosamente. Debe aprender a comprender los motivos de los seres humanos, sus ilusiones y sufrimientos para así adquirir su debida relación hacia los individuos y la comunidad. Esas cosas tan preciosas se transmiten a la generación joven por medio del contacto personal con quienes enseñan y no –al menos no principalmente- por medio de libros de texto. Esto es lo que constituye y preserva la cultura. Esto es lo que tengo en mente cuando recomiendo las ‘humanidades’ como importantes, no sólo como seco conocimiento especializado en los campos de la historia y la filosofía. Poner énfasis en el sistema de la prematura especialización en el campo de la utilidad inmediata mata el espíritu, del cual depende toda la vida cultural, incluyendo el conocimiento especializado”. Albert Einstein (**)
La próxima nota tratará sobre la función social de la universidad.
(*) Miguel Bueno, Función académica y política de la universidad, Deslinde, UNAM, México, s/f.
(**) Citado por Carlos Tünnermann, De la universidad y su problemática, UNAM, México, 1980.