Diciembre 6, 2024

Mónica Lavín: “La novela histórica cubre nuestras dudas con una partitura más compleja”

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 monicalavinMéxico DF.- En entrevista con Clarín.cl Mónica Lavín (1955), habla del libro La Casa Chica: “Tardé dos años en escribir la antología, lo complicado fue ir decantando la información que me revelaba la atmósfera de una época, las conductas humanas extremas y sensuales, las sensibilidades y los detalles. No quería que todas las historias de mi libro fueran iguales, quería que cada una respirara con su propio aire, que tuviera su atmósfera taurina, cinematográfica, política, deportiva o artística. Mi mayor dificultad era, al salir de un relato: cómo abordar el siguiente, cómo cierro una habitación y abro otra pieza sin que parezca la misma, que no se sienta el tono igual en cada historia”. Babe Ruth, Miroslava Stern, Miguel Alemán, Fita Benkhoff, Nickolas Muray, Frida Kahlo, Gary Cooper, Lupe Vélez, José Vasconcelos, Consuelo Suncín, Emilio Fernández y Olivia de Havilland, entre otros personajes, habitan y desbordan La Casa Chica.

 

 

MC.- Mónica, ¿sabías el número de personajes históricos que querías investigar al solicitar la Beca del Sistema Nacional de Creadores?

ML.- En realidad la beca es un estímulo para creadores, no necesariamente fue un fomento para la investigación que hay detrás de La Casa Chica, incluso no se me había ocurrido la antología cuando solicité la beca; al escribir mi novela anterior, Las rebeldes (2011), apareció otro personaje: la primera enfermera que atendió a los heridos del Ejército Constitucionalista, Elena Arizmendi fue amante de José Vasconcelos, y leyendo las memorias de Vasconcelos para la novela Las rebeldes me encontré con otra de sus amantes: Consuelo Suncín –la escritora salvadoreña que después se casaría con Antonie de Saint Exupéry-, así comencé a tener intriga por esta historia poco conocida, porque el amorío de Antonieta Rivas Mercado y Vasconcelos es muy conocido, mi interés surgió como serendipia, yo no estaba buscando “casas chicas”, pero me encontré una serie de personajes y un momento de México que tenía que ver con los años posteriores a la revolución, un momento de definición del país: saliendo de lo rural, abriéndose a lo cosmopolita, me pareció interesantísimo que estas vidas privadas podrían contar una parte crucial de la historia mexicana. La verdad me ayudó la historiadora Angélica Vázquez para buscar las fuentes bibliográficas, de lo contrario me hubiera tardado mucho más, le dije: “encontré ciertas parejas de las que quiero hablar, en el camino pueden salir otras, vamos a buscar todos los datos”, Angélica allanó el camino de La Casa Chica.

 

MC.- ¿Recurriste a entrevistas con sobrevivientes de cada época?

ML.- Sí, en el caso del pintor Manuel Rodríguez Lozano fue muy importante la conversación con la viuda de un pintor que tenía información de carácter privado, que me podía dar luz sobre las relaciones de Rodríguez Lozano con Abraham Ángel -en realidad eran homosexuales-, sin embargo el pintor estuvo casado con Nahui Ollin.

 

MC.- ¿Cuántos años tardaste en terminar la investigación?

ML.- Tomé un año sabático; trabajo en la UNAM -en la licenciatura de creación literaria- y ese año sabático me permitió meterme de lleno a las historias, tardé dos años en escribir la antología, lo complicado fue ir decantando la información que me revelaba la atmósfera de una época, las conductas humanas extremas y sensuales, las sensibilidades y los detalles. No quería que todas las historias de mi libro fueran iguales, quería que cada una respirara con su propio aire, que tuviera su atmósfera taurina, cinematográfica, política, deportiva o artística. Mi mayor dificultad era, al salir de un relato: cómo abordar el siguiente, cómo cierro una habitación y abro otra pieza sin que parezca la misma, que no se sienta el tono igual en cada historia.

 

MC.- ¿Por eso cierras cada historia trágicamente?

ML.- La tragedia y la búsqueda de algo que está más allá de la razón de los personajes, que a veces tiene que ver con sus fragilidades, con su complejidad, con algo que he llamado: “tener doble nombre”, porque me encanta el cuento María Olga escrito por Vicente Huidobro: “María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga. Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo. Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y luego tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos… ¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?”, a raíz del cuento, que me parece una genialidad, la malicia de atribuirle al nombre la complejidad de la conducta humana, yo quiero entrar en la complejidad de lo que puede ser la traición, los celos, la vulnerabilidad, la posesión, lo efímero, lo etéreo, lo inalcanzable. Por ejemplo, en el caso del actor Emilio “el indio” Fernández quiero hablar de sus relaciones, pero la que más me importa es la que no pudo tener, que fue con la actriz Olivia de Havilland a quien le regaló un reboso y nombró una calle de Coyoacán: “Dulce Olivia”.

 

Quiero entrar en la complejidad del amor, pero lo quiero con estos personajes extremos, públicos, exagerados, porque me hablan de un México lejano y a la vez cercano, donde las formas son otras, incluso cuando las pasiones corrían por un camino civilizado, pero la incorrección siempre nos habita, y a ellos la incorrección los habitaba y los desbordaba.

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MC.- El escritor Francisco Martín Moreno recientemente publicó: “Arrebatos carnales”, y el historiador Alejandro Rosas investigó: “99 Pasiones en la historia de México”. Ante el regreso del PRI y su historiografía oficial, ¿lees un afán por desacralizar a los personajes de la historia?

ML.- Creo que hemos vivido una larga infancia de ciudadanos que no ejercimos la democracia durante los 70 años del PRI y por lo tanto nos hemos tragado la historia oficial a cucharadas de páginas de libros escolares, pero de repente esta eclosión de poder votar por partidos políticos alternativos, por elegir al gobernante del DF –antes era designado por el presidente en turno-, eso nos ha dado una adolescencia política que nos ha llevado a cuestionar y desmitificar la historia, está sucediendo en ambos lados: escritor y lector, estas novelas tienen éxito porque el lector quiere entender la parte humana de la historia, incluso para comprender los equívocos y las grandezas; necesitamos entender qué somos, nos ha costado mucho trabajo aceptarnos como mestizos, sin rencores a la conquista española y pensando que somos producto de muchas migraciones del siglo XX, y de una revolución que tuvo muchas partes y traiciones. No podemos tener la lectura de una línea, creo que la novela ha entrado a cubrir nuestras dudas con una partitura más compleja, el primer antecedente fue Fernando del Paso con Noticias del Imperio (1987), inauguró el género de la nueva novela histórica, por el manejo de la ironía y la forma de contar; también recuerdo a Enrique Serna con El seductor de la Patria (1999), a Rosa Beltrán con La corte de los ilusos (1995) y a Eugenio Aguirre con Hidalgo (2009), estas novelas presentan una mirada que ve al pasado con cierta ironía, menos mal porque los mexicanos siempre nos tomamos muy en serio, todavía las ceremonias son demasiado solemnes y nuestra lectura de la historia había sido así.

 

MC.- Durante el Bicentenario, José N. Iturriaga coordinó la colección “Charlas de café” (La Jornada/RHM), una serie de 20 entrevistas imaginarias entre escritores contemporáneos y personajes históricos, ¿con quién te hubiera gustado conversar?

ML.- Con María Ignacia Rodríguez de Velasco (1778-1850), La Güera Rodríguez, es una mujer interesante, por poderosa y seductora, porque tenía esa vida de alcoba que robaba secretos, me gustaría saber quién era en realidad, y que me contara lo que no sabemos. Me interesa la fragilidad humana, me hubiera gustado preguntarle sobre sus errores y carencias, si fue suficiente para ella ser la amante de Agustín de Iturbide, qué pensaba al conocer los secretos y poder influir con el cuerpo y la mente, era una mujer pensante que tenía un poder sobre su cuerpo y la seducción que la hacía muy moderna.

 

MC.- ¿Y en Latinoamérica?

ML.- Fíjate que hay un personaje que me intriga, creo que se llamaba Inés, quise escribir algo pero me di cuenta que ya estaba escrito, la amante del conquistador español Diego de Almagro (1475-1538). Es una casa chica, Almagro tenía una mujer española, pero durante el amasiato la llevaba en los barcos, era una mujer que aparentemente rompía con los modelos, incluso con la idea de que las mujeres no se podían subir a los barcos, era un campo vedado. No es una Malinche, es mestiza, tiene nombre castellano, siempre quise estudiar a esa mujer, me gustan los personajes secundarios, los que están detrás de otros, porque son los menos visibles y yo quiero saber más.

 

MC.- ¿La Casa Chica se mudará a Latinoamérica?, ¿cuál será la estrategia para internacionalizar tu antología?

ML.- Todavía no lo sé, lo están estudiando en la Editorial Planeta. Sin duda, creo que La Casa Chica tendría lectores en Chile, Colombia, Venezuela, Perú y Argentina, no son mundos ajenos para nadie, encontrarán historias de actores y actrices de México y Hollywood, de artistas como Frida Kahlo y Manuel Rodríguez Lozado –tal vez no sea muy conocido, pero el resto de las historias te atrapan y descubrirán cómo Rodríguez Lozano se oponía al muralismo mexicano y se sorprenderán con su historia-. Mi anterior novela: Yo, la peor (2009) está circulando en Argentina, Chile y Venezuela hay un interés por Sor Juana Inés de la Cruz que no hubo en España, los editores españoles son difíciles de convencer con su mirada eurocentrista hacia los países latinoamericanos; pero aquí nos hermanamos con nuestras propias historias.

 

MC.- Tu novela: “Yo, la peor” (2009) recibió el Premio Iberoamericano Elena Poniatowska 2010, ¿el premio literario ayudó en la distribución internacional de tus libros?

ML.- Es un premio joven, muy bien dotado económicamente, lo recibí en el marco del Bicentenario, el año siguiente premiaron a la escritora española Almudena Grandes. La Secretaría de Cultura del DF no ha sabido hacer del Premio Elena Poniatowska una monedita de oro, una estafeta para enorgullecerse, deberían gritar a los cuatro vientos: “nosotros estamos premiando la novela hispanoamericana y el galardón lleva el nombre de Elena Poniatowska”, este premio debería conocerse, no han sido capases de difundirlo internamente, mucho menos internacionalmente; sé que es un premio relativamente nuevo pero debería contar con mayor respaldo y difusión, es la carta fuerte de la Secretaría de Cultura del DF. Mi agente literario –Guillermo Schavelzon- está sorprendido que mi novela Yo, la peor (2009) no despertó interés en España, a pesar del Premio Elena Poniatowska que recibí.

 

MC.- Finalmente, ¿el escaparate que nunca falla es la Feria Internacional del Libro?

ML.- Sí, porque la literatura se vuelve visible, de repente te encuentras con lectores que van a tu presentación, gente que no conoces. En DF van muchos amigos míos, radioescuchas de mi programa y estudiantes de la UNAM, pero en la FIL Guadalajara y en otras Ferias del Libro de provincia hay una emoción por entrar en contacto con lectores desconocidos, te hacen preguntas, te piden un autógrafo, los visitas en sus colegios para impartir talleres literarios y se van creando vínculos con los jóvenes estudiantes, para invitarlos a “leer como rebeldía”.

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