Diciembre 26, 2024

La caída al precipicio fiscal en EE.UU. es un hecho imposible de evitar

obama_biden

 obama_bidenA las 24 horas del lunes 31 de diciembre, el precipicio fiscal será un hecho y esto se transformará en un grave problema para la economía estadounidense y también para la economía del planeta.

 

 

De acuerdo a una ley norteamericana pasada hace un tiempo atrás, si no se producía un consenso entre demócratas y republicanos para reducir el gravísimo déficit fiscal del gobierno federal, entonces, un importante número de programas federales dejarían de tener financiamiento a partir del 1º de enero del año 2013. Al mismo tiempo, las rebajas de impuestos logrados por el ex presidente Jorge W. Bush dejarían de existir y así los impuestos para los ricos y la clase media aumentarían considerablemente. Se calcula que la reducción automática de gastos federales y la subida también automática de impuestos, como resultado inmediato producirían una grave recesión donde el producto bruto de los Estados Unidos caería al menos en un 5% anual y por un periodo de dos o más años.

 

Todo esto es grave, ya que los Estados Unidos no ha podido recuperar su salud económica perdida con la gran recesión del año 2007 y 2008. El ingreso per cápita estadounidense es aún menor que el que se tenía en el año 2007, y el desempleo masivo aún no ha podido ser resuelto. El país ha sido sometido a poderosos inyecciones de dólares las que ya conforman varios trillones. Esto han sido las llamadas “facilidades cuantitativas”, donde la reserva federal ha imprimido toneladas de dólares para ayudar a los bancos en la esperanza que estos a su vez ayuden con crédito fácil a la economía real. Esto no ha ocurrido. Pero es preciso señalar que estas medidas han logrado evitar una catastrófica depresión y así las consecuencias socioeconómicas parecidas a los años 30 del siglo 20 no se han materializado. No obstante, la crisis se ha transformado en el llamado crecimiento en ele “L”. Esto quiere decir que no hay una vigorosa recuperación post crisis y por el contrario el país se arrastra por varios años por un accidentado sendero donde no hay crecimiento. Este fenómeno de estagnación es similar al que viene acosando a Japón por ya más de una década.

 

Un precipicio fiscal del tamaño al que se producirá en 31 de diciembre próximo, fácilmente podría lanzar a USA hacia un proceso recesionario, que si no se ataja a tiempo podría crear una nueva y masiva depresión. La economía de USA representa, más del 20% del producto global, por lo tanto una recesión-depresión en Estados Unidos, sumada a la recesión de Europa, dañaría severamente casi el 50% de los motores que mueven la economía planetaria. Una tragedia de esta naturaleza, indudablemente que afectaría al resto del mundo. Asia, América Latina y África pronto también caerían en un periodo recesionario y con ello se repetiría la tragedia de 1929.

 

¿Cómo es posible explicarse que un problema tan grave como el enunciado más arriba, no despierte una profunda preocupación en los pragmáticos políticos estadounidenses? La respuesta podría encontrarse al menos parcialmente en una cadena de fenómenos culturales que han disminuido grandemente las capacidades de compromiso y bipartidismo entre demócratas y republicanos. Desde el año 80 del siglo pasado, la elite política estadounidense, se ha transformado sustancialmente. Políticos democráticos, patriotas e interesados en el bien común, han sido gradualmente reemplazados por políticos oligárquicos, plutocráticos e interesados en el bien particular o sectario o de la clase social a la que ellos pertenecen.


Este ha sido un fenómeno muy similar al analizado por Maquiavelo en su teoría de la anaciclosis. La corrupción de la elite en la forma de gobierno aristocrática, invariablemente produce la forma de gobierno oligárquico. Es decir, el gobierno de unos pocos (los ricos) pero que beneficia a todos, o sea la mayoría, es reemplazado por el gobierno de unos pocos (los ricos), pero que gobierna para sólo el beneficio de la elite socioeconómica y perjudica a la gran mayoría de la sociedad. Por los últimos 30 años, esto parece ser lo que ha pasado en los Estados Unidos de América.


En el año 2008, el pueblo hastiado de tanta injusticia, se las arregló para elegir como presidente al senador Barack Obama. No obstante, este presidente demócrata poco pudo hacer a favor de la mayoría durante su primer mandato. La oposición del partido republicano fue implacable. Pero Obama fue reelegido bajo la solemne promesa de aumentar la carga tributaria de los ricos y de reducir el peso tributario de la clase media y de los pobres. En la campaña se señaló con toda claridad que aquel que ganara 250.000 dólares al año o más, debería pagar una cantidad mayor de impuestos a los que ya tenían. Este gesto más bien simbólico, era indispensable para poder conseguir el apoyo de la clase media y de los pobres condenados a realizar los mayores sacrificios para poner una vez más a flote la economía del país. Con esta promesa, el presidente Obama ganó su reelección por cuatro años más. Por su parte los republicanos hicieron su campaña prometiendo tener un presupuesto equilibrado, reducir el tamaño del estado y luego pasar leyes destinadas a reducir los impuestos de todos los ciudadanos. Este fue el grito de guerra de los partidarios del “tea party”. Ellos juraron mantener esta política tributaria y fiscal costara lo que costara, pues según ellos el gigantesco déficit fiscal era la causa principal del mal desempeño de la economía estadounidense.


Los republicanos ganaron la cámara baja del congreso estadounidense y sus diputados saben que si no cumplen con su promesa, ellos perderán sus cargos de aquí a dos años. De esta forma, las posibilidades de que produzca un acuerdo bipartidista para resolver el problema del precipicio fiscal, son prácticamente nulas. El compromiso es una opción negada para el presidente Obama. Si él acepta la oferta republicana de sólo subir los impuestos a los ciudadanos que ganen más de un millón de dólares al año, inmediatamente perdería prestigio y poder entre las bases demócratas. Así se convertiría en un presidente sin poder o lo que también se ha llamado como el síndrome del “pato cojo”. Su administración para los próximos 4 años se transformaría así en un desastre político, ya que sin poder ya no podría cumplir ninguna parte de su programa electoral.


Por su parte, los diputados republicanos, con mucha razón temen que si aceptan la propuesta presidencial, en dos años más tendrán que irse para sus casas y con ello dejar de ser miembros de la elite política estadounidense. Pero entre los republicanos se da un temor aún mayor que la pérdida de sus cargos. Ellos con razón creen que si ceden ante la posición presidencial, las puertas estarán abiertas para cambios políticos trascendentales que podrían a la larga facilitar una verdadera revolución pacífica. Es decir, un cambio donde la forma de gobierno muda de oligárquica a una forma verdaderamente democrática. En otras palabras, una revolución electoral pacífica donde el gobierno de muchos (la clase media) se hace en beneficio de los muchos (la clase media y los pobres). Así los ricos perderían todas las prebendas, beneficios y privilegios que han logrado conseguir en los últimos 30 años con los presidentes republicanos, particularmente Nixon y Reagan. Este fundamental y drástico cambio en el sistema político estadounidense, es algo que la actual elite oligárquica no aceptará sin hacer una resistencia total y sostenida.


Lo que hoy existe en los Estados Unidos es una profunda y sorda lucha de clases donde la clase media y los pobres luchan por recuperar el sistema social demócrata y el estado de bienestar perdidos con la revolución neoliberal iniciada por Nixon en los años 70 y profundizada por Reagan en los años 80. Lo que está en juego es demasiado importante para cada uno de los bandos en disputa. Es así como los intereses de clase serán considerados mucho más importantes que los intereses comunes. El costo de una recesión por gigantesca que ella parezca es muy inferior al beneficio futuro de recuperar la social democracia y el estado de bienestar creado por el presidente Franklin D. Roosevelt. De igual forma, el costo de una recesión será muy inferior al beneficio de seguir gozando del modelo neoliberal para la inmensa mayoría de los republicanos. Bajo estas condiciones de juego suma cero, el bipartidismo racional y pragmático es imposible y la única vía aceptada para cada lado es un partidismo sectario, donde los intereses de clase son muy superiores a los intereses del bien común.


Es de esta forma como el precipicio fiscal parece ser un hecho imposible de evitar. Para el 1º de enero de 2013, los Estados Unidos caerán al abismo fiscal y este hecho en un par de años más, probablemente desatará una recesión mundial de gran consecuencia. Si todo esto llega a ocurrir, ello significará el fin de la globalización iniciada en los años 70 del siglo 20. Todos los Estados y bloque de Estados, cerrarán filas en defensa de sus propios intereses. Las políticas liberales de la libre empresa, el libre mercado, la competencia global y otros elementos de la ideología liberal, serán reemplazadas por el proteccionismo y el intervencionismo estatal. Esto fue precisamente lo que ocurrió cuando la globalización iniciada en el siglo 19 sucumbió en el año 1914.


Países abiertos al mercado global, tal como Chile es en la actualidad, deberían prepararse para una tormenta igual o peor a la sufrida en la segunda década del siglo 20. El descalabro socioeconómico chileno fue tan grande, que la corrupta elite que se apoderó del país después del año 1891, tuvo que irse para su casa en 1920. Ella fue reemplazada por una nueva elite de clase media que gobernó el país a partir de esa fecha.

 

*F. Duque

Ph.D.

Cientísta Político

Puerto Montt, Diciembre de 2012

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