Cuando la ciencia normal fracasa en su propósito de dar solución a los enigmas y a sus problemas tradicionales, sobreviene un período de inseguridad que es agravado por la aparición de la anomalía y termina convirtiéndose en una verdadera crisis paradigmática.
El paradigma es un modelo o ejemplo a seguir, por una comunidad científica, de los problemas que tiene que resolver y del modo como se van a dar las soluciones. Un paradigma comporta una especial manera de entender el mundo, explicarlo y manipularlo. ¿Cómo hemos podido llegar a esta situación en que se ya se puede pensar el mundo con el paradigma del decrecimiento instalado?
Diferentes procesos carentes de ética y de valores necesarios para una integración más humana, se fueron imponiendo profundizando la política de mercados, hasta lograr que surgiera una economía perversa como la existente. Un hito importante en tal sentido lo marca la escuela de chicago, con Milton Friedman a la cabeza y su fatídica teoría de una economía neoliberal de mercados extensa, que enfatizó la mayor acumulación de insensatez humana. A los estudiantes desde que inician el estudio de la economía, se les enseña que, “el objetivo de la económica es analizar la conducta del hombre y la sociedad, frente al problema de satisfacer sus necesidades con recursos que son limitados”.
Desde el 2008, hasta el presente llevamos cuatro años de crisis, situación que ha sido certificada por las declaraciones recientes de Cristine Lagarde, Directora Ejecutiva del FMI, quien afirmó “Estamos lidiando con el legado de la crisis inmobiliaria y financiera de 2008 que se originó en este país (EE.UU.) pero contagió a todas las economías rápidamente y particularmente a la Eurozona, donde no se tomaron medidas que eran inmediatas.”
Dentro de los factores que fueron contribuyendo a que el mundo se encamine sin visos de retorno en una perspectiva catastrófica, fue la excesiva valoración de los medios por encima de los fines (lo cual como afirmaba Keynes, es la actitud de la economía moderna) que destruye la libertad del hombre y el poder para elegir los fines que realmente le atraen; el desarrollo de los medios dicta la elección de los fines. Son numerosos los ejemplos al respecto, donde la obsesión por el transporte a velocidades supersónica y los inmensos esfuerzos para poner un hombre en la Luna, o para bajar naves en Marte son elocuentes. La elección de objetivos como estos no fue el resultado de ningún estudio sobre las necesidades reales o de las aspiraciones para resolver los problemas del ser humano en la tierra, sino el incremento de fuerza y poder para imponer un determinado estilo de crecimiento.
La economía neoliberal de mercado ha incrementado el comercio internacional, sustentada en aspectos que se han impuesto aceleradamente con la globalización y que barrió con las protecciones aduaneras, mediante bajísimas tasas, allanando el camino a las operatoria de las transnacionales y para el fomento de la diferenciación de los productos.
Los países desarrollados, sin excepción alguna, mantuvieron altos niveles aranceles aduaneros proteccionistas hasta que lograron su desarrollo. En anterior nota vimos el caso de Francia que, cerró sus fronteras a los productos extranjeros luego de la crisis del petróleo, para poder readecuar internamente su industria. Los grandes países impusieron el modelo de apertura aduanera al tercer mundo y a los países emergentes dejándolos a la deriva, porque necesitaban las materias primas para seguir produciendo y exportando a mercados más amplios, lo que fue provocando enormes desequilibrios en los términos de intercambio, vendiendo bienes con alto valor agregado y de precio. El mejor ejemplo de ello, en la actual crisis de Europa, es apreciar los efectos diferentes entre países del Norte y países del Sur.
Con todas las facilidades instaladas en el mundo, las transnacionales ubicaron sus negocios de acuerdo a una estrategia basada en la maximización productiva y de bajos costos a nivel mundial para dominar los grandes mercados. Para ello distribuyeron su modelo de negocios en países que ofrecían las mejores condiciones de operatividad. Instalaron las fábricas donde el costo de la mano de obra era extremadamente bajo. Su aparato financiero se ubicó en un país donde las condiciones de crédito y flexibilidad eran óptimas para mover grandes volúmenes de dinero sin reparo de los gobiernos locales. El domicilio legal se estableció en aquellos países que ofrecen un paraíso tributario, y así con todos aquellos aspectos considerados fundamentales para dominar el mercado mundial, lo cual efectivamente lograron.
Un modelo de economía como el señalado no contempla responder a las necesidades humanas básicas que permita un mundo sin hambre, con una distribución racional de los alimentos, la vivienda, la salud, educación, etc., porque la lógica de la sociedad de consumo capitalista es que en sus parámetros excluye cualquier cosa que sea “antieconómica”, para ajustarse a decisiones basadas en el “mercado”, acorde a los parámetros de optimización de la rentabilidad privada.
En nuestros días vemos aviones y barcos viajando con enormes cargas, que incluye carne de ciervo desde Nueva Zelandia, Taiwán, Corea o Rusia, cruzando el mundo en diferentes direcciones para entregar dicho producto a consumidores refinados, otros tantos aviones cruzan el mundo de regreso a Europa, o para llevar a Asia, café de Colombia o Guatemala. Desde Suiza o Bélgica salen envíos de chocolate a diversas partes del mundo, previo a lo cual fue necesario trasportar el cacao desde Costa de Marfil y Ghana. Hay miles de ejemplos, productos que van y vienen a través del planeta en búsqueda de mercados rentables, hasta absurdos como envasar aire de los Alpes suizos, con lo cual se cumple, lo que en economía se denomina “diferenciación de los productos”, con grandes costos en transporte y uso indiscriminado de combustibles fósiles, además de cuantiosos recursos empleados en producirlos.
Los informes de la FAO, mencionan que diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y un número similar de megaempresas controlan el mercado internacional del petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso de subida de los alimentos y de la mayoría de los bienes, causal de la hambruna que ya se extiende por todo el planeta, sin considerar la tierra que se destina a combustibles.
Casi el 50% del valor de todas las transnacionales del mundo está controlado por un pequeño núcleo de no más de 150 empresas, y de esas trasnacionales, tres cuartas partes son entidades financieras. La crisis que se aprecia desde el 2008, cuyo proceso se gestó varios años antes, tiene su origen en la llamada la burbuja de la vivienda y en la especulación financiera, en su propósito de capitalizar los aumentos de dinero creados mediante el endeudamiento. Hoy, nuevamente vemos a la FED de USA, el BCE de Europa, o el Banco de Japón, intentando resolver el problema real del “crecimiento”, utilizando nuevamente los mismos instrumentos que dieron origen a la crisis, inyectar más liquidez al sistema, dirigido fundamentalmente para apoyar la banca y proporcionar tranquilidad a la especulación. Estas medidas no están dirigidas a estabilizar los desequilibrios de la economía real ni a crear empleos.
Ud., no va a escuchar trompetas ni le llegará un correo electrónico anunciando que el colapso del modelo llegó a su puerta, deberá percibir por sí mismo la acentuación del paradigma del decrecimiento por sus efectos. Las cifras y las estimaciones de una población que bordeará los 9.000 millones de habitantes en el 2025, dicen a gritos que una economía neo liberal no será posible que siga utilizando la enorme cantidad de energía que requiere de combustibles fósiles no renovables para trasladar carne de ciervo, bienes de lujo e infinidad de bienes no indispensables sin tasa ni medida, sólo para satisfacer las ganancias corporativas de las transnacionales, multinacionales y al mundo financiero. El cambio de paradigma, ya partió. Para los países emergentes, es vital el comportamiento de China hoy, incluso durante el 2013 y el 2014, porque aún estará latente la opción de un aterrizaje brusco, eventualidad que nos hará sentir el peso de la crisis en nuestras economías.
El Crecimiento económico de Estados Unidos ha sido lento desde el inicio de la Gran Recesión, e incluso antes, hasta el punto que economistas líderes y comentaristas como Paul Krugman y Mohamed El-Erian sugieren que Estados Unidos se enfrenta a una “década perdida” de crecimiento económico. Muchos en EE UU recomiendan que ya no tiene sentido centrarse, como futuro económico, en torno a la vivienda, carreteras o el capital físico, Norteamérica debe avanzar más hacia la acumulación de capital humano y activos de conocimiento, lo mismo que deben hacer los países emergentes. Sin embargo, los anuncios de apenas unas semanas atrás, la FED, sentenció que comprarán deuda hipotecaria inmobiliaria hasta que ceda la cesantía de 12,5 millones en Estados Unidos.
Los dados están lanzados y tal como ya está ocurriendo en diversas partes del mundo, EE.UU. Europa, Sudamérica, etc., numerosos estudiantes universitarios están quedando fuera de la economía, no hay trabajo para ellos. Este modelo de crecimiento agotó los numerosos recursos no renovables de bajo costo en su afán acumular la mayor riqueza en la acumulación de capital privado.
Hoy, la caída de las torres del TWC, parecen casi un símbolo anticipatorio de lo más nuevo que mostraba Nueva York y que ya no está. Se trasladó a ciudades como Beijing en China. La pregunta que nos resta hacer entonces es,
¿Existen los recursos suficientes en el planeta para seguir creciendo a la misma tasa e incorporar 3.000 millones de nuevos habitantes o sólo resta gestionar el paradigma del decrecimiento, obligando a cada país a pelear por su cuota? Yo creo que no existen, pero lo dejo a su reflexión.
Mario Briones R