La reforma fiscal del Gobierno de Piñera, aprobada con el consentimiento concertacionista, no es tal sino un mero ajuste neoliberal para que el modelo concentrador de la riqueza en manos de una minoría se mantenga y funcione.
Por un lado la elite concertacionista trata de sacar certificado de buena conducta parlamentaria ante los empresarios, mostrando moderación. Por el otro, cede ante las presiones piñeristas que dice ir a buscar plata para financiar la educación, pero sin tocar el bolsillo de los más ricos.
El senador PS Camilo Escalona promete otra reforma (la verdadera) cuando Bachelet esté en el Gobierno. Esta sería, entonces, un amago. Queda claro que los intereses fiscales de las mayorías y el modo de redistribución del ingreso vía mecanismos tributarios están supeditados a los intereses políticos de los parlamentarios, que en la Concertación pasa por volver al Gobierno con Bachelet.
Escalona, con su proceder y declaraciones, nos entrega un avant goût o anticipo de lo que será un Gobierno con Bachelet. Las reformas exigidas por los movimientos sociales y populares dependen de las transacciones políticas con la derecha. Ninguna es y será estructural. Ni siquiera hay un esbozo o voluntad de hacerlas. Lo acabamos de ver. No hay filosofía fiscal redistributiva en la Concertación. Pana total de ideas y propuestas. Lo que habrá es un statu quo. Ningún cambio fundamental. Sólo cosmetología o puro gradualismo a grado cero. La ideología progresista no da para más en la reformulación de una sociedad más justa.
El espadachín jefe de Bachelet no actúa solo. En la cadena de mando concertacionista el senador Escalona fija la línea del ala derecha que hoy se impone al resto al contar con la venia tácita de la alta funcionaria de la Naciones Unidas. Escalona también se opone de frentón a la exigencia popular de elección de una Asamblea Constituyente para redactar un nueva Constitución democrática para los tiempos presentes que reclaman igualdad. Con un desconocimiento descomunal de la historia y la sociología de las instituciones políticas el senador socialista se expresa en la tribuna mercurial para denostar las asambleas constituyentes y presentarlas como espantapájaros salidos del caos nacional.
Una vez más Camilo Escalona es explícito. La llamada transición pactada ha sido el resultado de un proceso de conversión concertacionista al proyecto histórico elitista, excluyente y oligárquico de la derecha.
Así vemos cómo en el plano económico la vuelta de Bachelet será un remake de su gestión anterior y en lo político, los concertacionistas, como ya lo hicieron, no respetarán ni los desafíos por democratizar el país y enfrentar a la derecha, ni optarán por las exigencias de amplios y diversos sectores sociales que quieren construir un nuevo régimen político y una economía solidaria.
¿Ganar tiempo para qué? Sólo para incubar más descontento.
M. Bachelet no es garantía de cambio. Quiénes apoyan y apoyarán por fatalidad su candidatura y resucitan el cuco de la reelección de la derecha y de la estrategia del mal menor, como el Partido Comunista, optan ya, en primera vuelta, por una candidatura testimonial con Jorge Arrate. Manera poco elegante de desligarse de la tarea de proponer una auténtica alternativa política al duopolio que inauguró un régimen político neoliberal con Patricio Aylwin y cuyo agotamiento y caída de legitimidad se acentúa cada día. Es en ese contexto que deberá asumir un nuevo Gobierno, muy probablemente de Bachelet, Escalona, Walker, Girardi y la Concertación.
Para no caer en la trampa que consistirá en hacer creer que Bachelet resolverá lo que no resolvieron en 20 años de concertacionismo, es necesario canalizar el descontento y la indignación para construir oposición antineoliberal con los movimientos sociales desde ahora. Para impedir que éstos sean controlados y regulados por los operadores concertacionistas que ofician de intermediarios.