Diciembre 3, 2024

La guerra de Piñera contra los estudiantes

ffee_pacos

ffee_pacosComo en toda, en ésta se usan los medios que las circunstancias aconsejan. Gases, palos, agresiones sexuales, torturas, guanacos, mentiras y operaciones encubiertas.

 

Piñera dispone de todo un arsenal para librar su guerra personal y acariciada. Y de estrategas que le presentan ideas tácticas, planes de batalla y teatros de operaciones.


El año pasado el régimen masifico el uso de caballos  adiestrados para acorralar gente indefensa, los que montados por otros animales, se lanzaban al ataque como la caballería de los tiempos del far west, contra estudiantes revoltosos. No se dejó esperar el reclamo de los animalistas para quienes es un abuso utilizar a los equinos en tareas culturales arriesgadas.


Por estos días, haciendo uso de una imaginación desbordante, los generales han puesto en el campo de batalla a mujeres policías que le ponen un especial toque al terror de la represión: aritos de perlas en las orejas y moños bien amarrados. Ninguna  organización  defensora de las mujeres ha dicho esta boca es mía ante este abuso irreparable. En nuestro país, tienen más derechos los caballares que las señoras.


Alumnos avezados de las escuelas contrainsurgentes de los norteamericanos, los soldados de esta guerra hacen esfuerzos por emular a los de Abu Grahib y de Guantánamo. Fotografías y videos que inmortalizan palizas indiscriminadas, malos tratos aberrantes, abusos sexuales, evocan a los soldados norteamericanos en su guerra contra el mundo.


La Guerra de Piñera contra los estudiantes es monitoreada por las agencias de las distintas ramas de la Defensa Nacional. No es poco lo que se juega en este enfrentamiento que partió como una inocente exigencia del pase escolar hace siete años.


Los estrategas de entonces desplegaban sus tácticas para acorralar al incipiente movimiento con la certeza que no pasaría de ser un conato de chiquillos malcriados, descendientes de los resentidos desplazados por el advenimiento de la cultura imperante.


Debió ser toda una sorpresa cuando el curso de los acontecimientos superó las primeras apreciaciones, y un movimiento de centenares de miles de Pingüinos comenzó a exigir cambios profundos en la educación chilena, secuestrada por alcaldes ineficientes, y sostenedores codiciosos.


Y he ahí que en un movimiento estratégico genial, la Comandante en Jefe de entonces, con singular gesto arranca hacia adelante e impone el mayor tapaboca que movimiento social alguno había recibido desde los tiempos de la Alegría ya viene: convocó a una Comisión encargada de hacer una ley peor que la que había, pero mostrada como la mejor. Genial. Ni Napoleón. Ni von Clausewitz


Esa victoria logró un silencio que duró cinco años. Los jefes rebeldes de entonces se fueron algunos para su casas, otros al mundo laboral y unos pocos, usaron las becas que se les ofrecieron como muestra de legítima amistad cívica.


Así llegó el 2011. Lo que se creía muerto, estaba dormido. O más bien, sonámbulo. De pronto, sin que los que monitorean los enemigos potenciales se dieran cuenta, emergió de nuevo un movimiento estudiantil que tuvo entre sus primeras víctimas, a quienes los habían derrotado hacía cinco años y a los actuales coordinadores del régimen.


Y comenzaron las hostilidades. Como se sabe, la primera víctima fue la verdad, que, para decir las cosas como son, ya venía bastante mal herida. Esta vez los insurgentes apostaron a la masividad, al ingenio, a la razón expresada con vehemencia, soltura de cuerpo y un amplio conocimiento de lo que se hablaba.


Estalló la crisis en el régimen. Se cambiaron ministros, se adecuaron tácticas, se pulieron operaciones, el alto mando se reunía con una frecuencia propia de las grandes batallas. Los medios de comunicación, afinaron la puntería e hicieron grandes esfuerzos por presentar a los muchachos como una horda de irresponsables que merecían unas nalgadas, y no mucho más. Pero nada.


Un elemento fundamental fue la aparición de una jefa extraordinaria por el lado de los alzados: Camila. Cualquiera que haya leído algo acerca del arte de la guerra, sabrá el peso que tiene en lo subjetivo el carácter del jefe. Y en esta oportunidad los mandos del régimen se enfrentaron a una estudiante de Geografía que dislocó aún más sus ya mal planteados combates.


Camila, investida como la jefa natural de los desordenados, lideró el más avanzado de los movimientos sociales vistos en el país después de la estafa de la Alegría que ya venía. Fue imbatible. A poco andar las enormes movilizaciones se extendieron por todo territorio generando la peor de la derrotas para el régimen: la certeza que es posible vencerlo.


Camila dejó la cabeza del movimiento porque sus compañeros  insistieron en llevarla a un segundo período, sin considerar que si bien fue y sigue siendo una extraordinaria líder, también los héroes se agotan, aunque sea en forma transitoria.


Hoy se libra la misma guerra pero con distintas disposiciones tácticas. El régimen se ha armado y apuesta a aumentar su poder de fuego. Dispone para el efecto uno de los más grandes presupuestos de la historia. Suma a esa medida la guerra sicológica disponiendo que los medios de comunicación busquen las contradicciones entre los dirigentes, aumenten las hogueras y quebrazones, oculten las causas que dan origen a la rebelión y mientan todo lo que les permita la imaginación y el sueldo.


Por el lado rebelde se mantienen las mismas posiciones y aparecen nuevas caras entre sus líderes que asombran con sus declaraciones hermosas y precisas.


A quienes se lamentan por no haber vivido la dictadura de Pinochet, Piñera les ofrece un déjà vu que le permite a los nostálgicos y a quienes se interesan por la historia, revivir aquellos tiempos de soldados en las calles, civiles no identificados, ministros cínicos, policías infiltrados y un sistema político hecho a la medida del tirano, entre otras  manifestaciones que se creían extinguidas.


Y háganlo con los ojos bien abiertos para ser testigos de la derrota de otro déspota.

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