
Los políticos chilenos han fracasado. La cadencia con la que se había venido construyendo el modelo de dominación, está avisando un cambio de ritmo que deberán tomar en cuenta. Ya no es como hasta hace poco, coser y cantar. Ha salido gente al camino. Mucha gente. Inagotable gente no mayor de 20 años.
El consenso neoliberal jugó su última carta en paz con la presidenta Bachelet. Ya en su gobierno se advirtió lo que venía. Las movilizaciones del año 2006 debieron advertir a los estrategas del régimen, pero al parecer pudo más la soberbia criada en veinte años de mullidos salones, buenos sueldos, viajes, viáticos y nuevos amigos.
En este sistema inhumano, concebido y construido por políticos corruptos, con perdón del pleonasmo, los estudiantes de la enseñanza media corresponden a la futura mano de obra barata, achatada por la pobreza, la ignorancia y las deudas tempraneras.
En especial, esos que acuden a las escuelas y liceos públicos que sobreviven porque Dios es grande, en medio de basurales, guetos plagados de delincuencia infantil y juvenil, trasiego cotidiano de droga, legiones de cesantes, pesimismo colectivo, y mucha violencia.
Las escuelas y liceos públicos están obligados por ley a recibir a todo el que quiera ingresar a sus aulas miserables, sin pagar, sin consideración de sus notas, de su conducta o de su origen.
Un poco más allá, las escuelas y liceos particulares, hacen uno de los mejores negocios de este siglo: elijen a sus estudiantes por los que reciben mucho dinero, el Estado les construye la mitad de sus escuelas, pagan miserable sueldos a sus profesores y funcionarios, y hacen un sinfín de chamullos con tal de estimular su sensible sentido de la codicia.
Al final del proceso, lanzan a los muchachos a una espiral de incertidumbre que, más tarde o más temprano, termina en la mayor de las desesperanzas.
En los liceos de los guetos que el régimen construyó durante los últimos veinte años se les dan a los muchachos las herramientas para ingresar al mundito este cuyas bases filosóficas fundó la dictadura y fue perfeccionado por la Concertación: por toda herencia se les dice, sálvate como puedas.
Como coadyuvante al proceso de enseñanza aprendizaje, las pantallas de la tele y los computadores, aportan otro grano de arena mostrando el mundo del otro lado de los muros, en el que campean los ganadores, bonitos, bien vestidos y alimentados, viajados y modernos.
Un poco más allá en esas poblaciones, está la tenencia de Carabineros con su plan cuadrante, sus motos y sub ametralladoras. Y, muy lejos, el Estado y sus responsabilidades teóricas.
Cuando los estudiantes de la enseñanza media se toman las calles, los colegios, los medios de comunicación y las comisarías, más que la educación, los estimula el convencimiento casi instintivo, de que si no pelean, sus vidas seguirán siendo la secuencia estéril de pobreza, marginalidad, malos tratos, desprecio, abandono, ignorancia y un etcétera de miedo, que ha venido siendo.
Finalmente, los estudiantes universitarios tendrán su título. Es cierto que con deudas y en muchos casos con una mala formación en carreras sobre pobladas. Pero al menos habrán hecho un camino. Sus carreras les darán alguna posibilidad de enfrentarse a la vida con algo, aunque poco. Algo es algo.
Pero, ¿y el futuro de los centenares de miles para quienes no alcanza el reparto, los que quedan en el camino, a los que no les alcanzó el crédito o simplemente los que no pudieron?
Los estudiantes de las Enseñanza Media se reproducen rápido. Cada año entra una buena cantidad a los liceos. No se van a acabar tan luego. Y de a poco, van aumentando la calidad de sus líderes.
El año 2006 fueron traicionados por la Presidenta Bachelet, la que dijo algo muy parecido a lo que ahora dice el Ministro. Dijo que la Comisión para la Educación era la instancia para discutir sobre los cambios planteados. Beyer dice que es el Congreso.
El caso fue que esa comisión no sólo no consideró lo planteado por los estudiantes de entonces, sino que retrocedió. Tomaditos de la mano, esbozando comprensibles risitas, entregaron los resultados que, a la luz de los días nuestros, resultó un completo fracaso.
Hoy los muchachos, curados de espanto y encallecidos a golpes y traiciones, no creen en nada. Salvo, en sus propias capacidades y en su posibilidad de volverse masivos, inasibles, ubicuos, fluidos e incansables. Año a año se renuevan como florcitas.
Algo está pasando. Los ninguneados estudiantes del sistema más abandonado, usuarios del sistema de salud pública y del Transantiago, habitantes de las poblaciones más estigmatizadas, candidatos a las cárceles y a los bajos sueldos, mal vistos con uniforme y de civil, han sido capaces organizarse para pelear y de concebir propuestas de reforma educacional.
Buses de carabineros ingresan a los Liceos y se quedan ahí. Candidatos a unas elecciones de otro mundo parecen no saberlo. Un silencio del porte de la Torre de Paulmann cruza de nuevo el sistema político que deja oír el ruido de los guanacos y las sirenas policiales.
Parece que los poderosos deberán irse acostumbrando a no vivir en paz.