En la notable novela, deben pasar muchos años hasta que el argumento se corrija y reaparezcan la verdad y la justicia. Algo similar ocurre en Chile. Durante años metieron las manos y las garras en el convivir nacional. Hicieron ostentación sin ascos de la imposición sin retorno de los valores o antivalores de su poder. Hicieron uso y abuso sin límites de la Constitución gorila que el piadoso Guzmán puso como patente del bien y en la cual esculpió su moral en el combate contra los perversos, los violentistas y malvados que intentaban rebelarse y hasta contra las familias de éstos (porque el mal se hereda).
Así es como a la paz se le agregaba la armonía cantante y sonante con los compases de las botas y el estruendo de las descargas que no eran otra cosa que las descargas por ley de fuga, el ruido de las cadenas, el coro de los torturados. Y a eso se agregaban los compases recitados a coro por algunos de los jueces y ministros que cantaban condenas, penas y sanciones sabiamente establecidas en la Nueva Constitución. Es esta toda una Biblia de principios pero sobre todo de fines, la suma del saber judicial en las acciones de protección de la moral y del bien nacional y hasta del fusilamiento sin juicio y el lanzamiento del cuerpo al mar. Era la nueva Biblia del Chile torturado, larga como el crimen ensordecido, ciega como los que se parapetaron en el uso de su brutalidad impune y cobarde como los que se escondieron tras su silencio y en el no ver y no tomar conciencia de la protección inhumana e inmoral que daba la Constitución a este suplicio puesto en sus manos.
No ha faltado el letrado que la ha endilgado como libro de estudio en las academias; su historia es también sorprendente. Instalada y sin pataleo en los poderes del Estado, pasaron veinte años en que, intocable, fue masticada, ingerida, digerida y conservada por una impermeable mayoría legislativa con el visto bueno, por cierto, del gorila que en el primer gobierno de transición recibió la consagración del presidente electo de no haber perturbado en lo más mínimo el saludable desarrollo de la democracia durante su período. Y aunque sin estas ejemplares encomiendas los gobiernos sucesivos de Frei, Lagos y Bachelet, con mayorías suficientes para su derogación, no hicieron nada de nada a excepción de unas moralmente insignificantes enmiendas que proclamó el Presidente Lagos.
Así se completaron los 20 años de gobiernos de la Concertación para mantener la realidad de esta Democracia Constitucional Pinocheteana, tal vez con algún acápite que la dejara constitucionalmente a salvo de los atracos a la hacienda nacional.
Para suerte y honra del país, en estos mismos veinte años, en forma trabajosa, difícil y honrosa, sacrificada y valiente, ha nacido y ha ido elevándose una reacción de decencia y recuperación de lo mejor de nuestras herencias con la iniciativa y luego la formación de un movimiento y de una institución constituida por compatriotas de notable ascendiente público, que es el Movimiento Ciudadano Nacional por una Asamblea Constituyente. Este movimiento, al igual que la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos son de los ejemplos más destacados de la historia social nacional. En efecto un grupo creciente de chilenos y chilenas, Gustavo Ruz entre sus iniciadores-fundadores, sin otro recurso que su voluntad patriótica y honrada han ido sembrando la convicción nacional de derogar esta Constitución, este ofensivo y increíble documento que perpetúa la memoria del crimen y han logrado que algunas estatuas del pasado expresen su apoyo, como por ejemplo el ex Presidente Lagos, que la estima interesante “al permitir que también la ciudadanía participe”.
En los últimos tiempos numerosos personajes del mundo académico, laboral, político y social y hasta algunos que hasta hace poco la defendieron, se han pronunciado apoyando y aprobando el plan que aprovechando las próximas elecciones, contemple la posibilidad de que se incluya la votación por la derogación y la instalación de una Asamblea Constituyente.
Todo lo cual no hace sino mostrarnos la fuerza ética y moral que se enarbola y que hace posible el cambio de monturas anunciado por algunos, sin perturbar la esencia autónoma e independiente mantenida.
Suponemos que no habrá ánimos de rechazo; la apertura espiritual y moral que la Asamblea ha mostrado desde sus orígenes lo más probable es que se mantenga mostrando el camino de la rectificación hasta a aquéllos largamente equivocados y confirmando sin la menor de las dudas que su independencia y autonomías son elementos esenciales de su destino, y que sus pasos y acciones son y seguirán siendo territorio de la base social que con tanto honor y sacrificio nos muestra hoy esta bandera.