Por estos días algunos prohombres de la política chilena, como el senador y presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker; el ex presidente Ricardo Lagos, y seguramente muchos otros que se irán sumando, han hablado de convocar a una Asamblea Constituyente.
Durante un taller realizado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chile, denominado “Cambios al sistema binominal”, don Ignacio Walker ha expresado que “si no las cambiamos [las cosas], yo me cambio de caballo, me cambio a la Asamblea Constituyente y haremos un movimiento ciudadano para plebiscitar, porque no hay otra alternativa”.
Pero no es sólo el senador Walker el que ahora se quiere subir al caballo de la Asamblea Constituyente. Don Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, ha manifestado, según noticia reproducida en El Mercurio del 31 de julio recién pasado, que “lo de la cuarta urna es una propuesta muy interesante y permite que también la ciudadanía participe (…) Esperemos, en consecuencia, que se pueda presentar esa propuesta de reforma constitucional de manera que el año próximo, junto con elegir presidente o presidenta, elegir un Congreso, se plantee la posibilidad de convocar por la ciudadanía a una asamblea constituyente”.
¿Por qué ahora, después de más de 20 años en que gobernaron con la Constitución dictatorial, se les ocurre que hay que hacer una nueva? Al parecer sólo ahora se han dado cuenta de que la Constitución de 1980 es insanablemente nula y profundamente inmoral, porque nace desde la imposición brutal de la fuerza militar sobre la población chilena. Con este ropaje los dueños del poder económico desarrollaron instrumentos para controlar y manipular las instituciones políticas, el parlamento, la educación, las fuerzas armadas, el poder judicial y los medios de comunicación.
Don Ignacio puede cambiarse de caballo –cosa peligrosa a mitad de una carrera- pero lo que no puede hacer es crear un movimiento ciudadano para plebiscitar la idea, porque ese movimiento ya existe, ya está en marcha hace mucho tiempo.
El pueblo y en particular los estudiantes así como muchas organizaciones sociales, sindicales, regionales y de toda índole, han manifestado su voluntad de que se convoque a una Asamblea Constituyente que acabe finalmente con la constitución pinochetista y dicte una nueva, elaborada por el pueblo soberano.
Precisamente por estos días, más de un centenar de organizaciones trabajan febrilmente para lograr que en las 355 comunas de Chile la ciudadanía concurra, en las próximas semanas, a emitir su voto en una Consulta Ciudadana, en la que participarán más dos millones de personas. Promueven, además, la instalación de una urna plebiscitaria que se instale en el marco de las elecciones presidenciales del año próximo, de tal manera que la ciudadanía se pronuncie a favor o en contra de convocar a una Asamblea Constituyente.
Pues ahora esta consigna ha calado tan hondo y tan ampliamente, que los oportunistas de siempre se quieren subir a este caballo, probablemente con la intención de manejarlo a favor de los mismos que han estado medrando del poder en las últimas décadas.
Pero se equivocan. La reivindicación de la Asamblea Constituyente la vienen planteando e impulsando hace años, incluso en plena resistencia antidictatorial, las principales organizaciones sindicales, estudiantiles, campesinas, culturales y de Derechos Humanos, sin constituir una estructura burocrática pero en una eficaz articulación horizontal que ha tenido en el centro al Comité de Iniciativa por la Asamblea Constituyente, coordinado actualmente por Gustavo Ruz y otras personalidades del mundo académico, sindical, ecológico y con fuerte presencia en las luchas de los estudiantes secundarios y universitarios.
Por lo tanto, no se trata sólo de una idea interesante para que “la ciudadanía también participe” como señala don Ricardo Lagos con su tono paternalista de siempre. Es al pueblo, como poder constituyente originario y máxima autoridad democrática, al que le corresponde convocar, desde abajo, a la Asamblea Constituyente y aprobar una nueva Constitución, por encima de todos los que ya están pensando en cómo engañarlo y manipularlo nuevamente. Los politiqueros que han llevado a Chile al estado de postración y de explotación en que se encuentra, no tienen autoridad moral ni legitimidad alguna para “llamar” o “convocar” a esa enorme mayoría que ha sido víctima del modelo económico y político que ampara la Constitución pinochetista y sus mal llamadas leyes orgánicas constitucionales.
Por cierto es una buena noticia que más gente se incorpore a este movimiento por la soberanía popular, que seguramente los recibirá con respeto. Pero aunque sea mucho pedirles, deben tener una mínima cuota de modestia, bajarse del pedestal y entender que su obligación es escuchar al pueblo soberano, sumarse y aprender de él.