Cada cual celebra los aniversarios que puede, he aquí los alemanes “festejando” los diez años de las leyes Hartz, se ruega no confundir con Herz -que quiere decir corazón- visto que Herr Hartz no tenía mucho.
Este DRH como se dice ahora -director de recursos humanos-, de Volkswagen para más señas, le propuso a Gerhard Schröder, el entonces Canciller socialdemócrata, una serie de reformas destinadas a flexibilizar el mercado del trabajo, eminente objetivo que también llaman “cagar a los trabajadores”. Sus proposiciones fueron prestamente adoptadas, provocando la dimisión del ministro de Finanzas Oskar Lafontaine y la división del Sozialdemokrastische Partei Deutschlands.
Las leyes Hartz constituyen hoy el aceite de ricino que Alemania quiere hacerle tragar a los países del sur de Europa, -como si estos fuesen objeto de una suerte de Anschluss-, para que recuperen su “competitividad”.
Schröder, que llegó al poder en 1998, rompió en 1999 con el proyecto keynesiano del SPD (distribuir la torta) e impuso medidas “liberales” como único camino hacia el nirvana. Junto a Tony Blair, -“mi más grande éxito” decía Margaret Thatcher-, Schröder intentó teorizar esta conversión al neoliberalismo bajo el no muy ocurrente título de “Tercera vía”.
De las leyes inspiradas por el DRH de Volkswagen la más famosa es la “Hartz IV” que reformó el seguro de desempleo en detrimento de los asalariados. En múltiples ocasiones he puesto en evidencia que para los neoliberales el estímulo más eficiente para la laboriosidad y la productividad de los currantes es el hambre: henos ahí, de eso va el tema.
Liberalizando el mercado del trabajo alemán, Schröder abrió la puerta para que los patrones pagasen salarios de 400 euros mensuales (239 mil pesos), o un euro por día a los cesantes. También se favoreció el trabajo a tiempo parcial y el tiempo de trabajo “flexibilizado”. La ley Hartz IV redujo la indemnización de cesantía a sólo un año, sin tomar en cuenta los años de cotización. Al cabo de un año de paro todos los cesantes entran en la categoría Arbeitlosengeld II (indemnización de cesantía II), en la que reciben 374 euros mensuales (223 mil pesos). De ahí en adelante el cesante Hartz IV se somete a un control permanente sobre su tren de vida y su búsqueda de empleo. Antes de cobrar su indemnización, -para la cual cotizó de su bolsillo-, debe haber gastado la mayor parte de sus economías. Además debe aceptar cualquier empleo que le proponga la agencia de trabajo, incluso con un salario de un euro la hora, conservando una parte de su pinche indemnización.
Como era de esperar, ser “Hartz IV” se transformó en una especie de indigencia con otro nombre. Todos intentaron salir de esa calificación, dinamizando el mercado del trabajo en beneficio del empleo precario que ha crecido fuertemente. Uno de los efectos más notables de las leyes Hartz fue la baja del costo de la mano de obra para las empresas: salario mínimo=lucro máximo, otra forma de ver la mentada “competitividad”.
Otra consecuencia tiene que ver con la baja del consumo y por ende el mejoramiento de la balanza comercial alemana, en detrimento de sus socios comerciales de la Unión Europea. Pero hasta los partidarios de las leyes Hartz reconocen que a partir del 2005 fue el crecimiento mundial el que sostuvo la economía alemana. Los productos alemanes mantuvieron precios razonables a costa de apretarles la cintura a los trabajadores. La demanda interna siguió débil hasta el 2011 y todavía no logra sostener el crecimiento de la economía teutona.
Curiosamente, cuando las cuentas alemanas estaban en rojo en el año 2005, Gerhard Schröder negoció con Jacques Chirac la suspensión de las sanciones previstas en el Tratado de Maastricht, esas que hoy Angela Merkel le aplica con tanto rigor a Grecia y a España.
Antes dejar la Cancillería alemana Gerhard Schröder cuidó sobre todo de su propio futuro: le facilitó algunos créditos al conglomerado ruso GazProm, que le devolvió la mano nombrándole en una suculenta gerencia. Tony Blair, su amigo de la Tercera vía, “aceptó” una asesoría a bancos yanquis por un millón de dólares al año. Se ve que la socialdemocracia cuida de los trabajadores…
Otra consecuencia no despreciable tiene que ver con el rediseño de la estructura política: la izquierda del SPD y un grupo de militantes sindicales se aliaron a los ex comunistas de la RDA, para formar Die Linke. El SPD, enfermo hasta ahora de las leyes Hartz, obtuvo un 23% de los votos en el 2009, -19 puntos menos que en 1998-, la cifra más baja de la post guerra. Los electores de izquierda prefieren Die Linke, o bien los Verdes. Los centristas, ¿movida natural?, apoyan a Merkel, es decir a la derecha. Como dice la prensa europea, Gerhard Schröder habrá sido el sepulturero de las ambiciones del SPD.
Entretanto, los efectos de las leyes Hartz permanecen: salarios bajos, pobreza infantil, aumento de las desigualdades. A tal punto que la derecha alemana reconoció hace poco la importancia del salario mínimo para todas las ramas de la industria así como para al trabajo temporal, mientras que la Corte de Karlsruhe obligó al gobierno a reevaluar el monto de las indemnizaciones para los niños.
Como nosotros no hemos inventado nada, en Chile las leyes Hartz se llaman “leyes Concertación”. Y Merkel, auf Spanisch, “Piñera”.