El montaje policial fue una parte importante del arsenal de ideas para asesinar personas durante los diecisiete años de la dictadura. Sin escatimar recursos, los criminales al servicio del tirano fueron capaces de crear tinglados de opereta para encubrir alevosos asesinatos de cientos de personas.
En los anales de la historia se recuerda el vergonzoso titular del diario La Segunda, que por una anomalía de nuestra sociedad sigue circulando, en el cual avisaba que chilenos contrarios al régimen se mataban como ratas fuera del país. Tiempo después se conocieron los detalles del asesinato de más de cien compatriotas a manos de los servicio de seguridad de la Operación Colombo, una especie de internacional del crimen organizada desde Santiago.
Durante los oprobiosos años de la dictadura el recurso de inventar escenarios para justificar la acción represiva o simplemente para encubrir horribles crímenes, fue usado con imaginativa profusión.
Falsos enfrentamientos, pruebas implantadas para justificar detenciones, torturas y prisión, fueron el pan de cada día durante esos años terroríficos. Y esa idea de crear mentiras aberrantes para el sólo efecto de matar, torturar o encarcelar, hizo escuela en nuestras policías y en los sostenedores ideológicos de los criminales de todas las épocas.
No han sido pocas las veces que la policía de Carabineros se ha visto sorprendida en estas acciones reñida de punta a cabo con lo que se supone un Estado de derecho. De tarde en tarde, crímenes producto del abuso de la fuerza llevado a cabo por esos seres viles que son entrenados exclusivamente para producir sufrimiento en otros seres humanos, han sido descubiertos tratando de ocultar sus crímenes mediante ridículos montajes que se derrumban no más se le pone un poco de empeño en el esclarecimiento de los hechos.
Así se ha justificado reiteradas veces el asesinato de mapuche que luchan por sus tierras. Como si la mentira les viniera junto con el uniforme, como si para el efecto de engañar a la justicia estuvieran entrenados, los policías descubiertos inventan historias inverosímiles para ocultar sus acciones deleznables, que han terminado con el asesinato cobarde de jóvenes.
Un caso notable de montaje político y policial fue el caso Bombas. El extraño Fiscal Peña acumuló una cantidad inimaginable de pruebas para acusar a unos muchachos de ser los responsables de colocar bombas a diestra y siniestra. Para el efecto contó con el inestimable apoyo del Ministro Hinzpeter, transformado a esta altura del gobierno de Sebastián Piñera en aventajado alumno de los crueles y siniestros Sergio Fernández y Onofre Jarpa, cuya estela de muertos se ha intentado borrar en estos últimos años.
A poco andar, y por la intercesión de jueces con rasgos de decencia poco frecuentes, el tinglado prefabricado por Peña y sus aliados de La Moneda, se vino abajo, con el estrépito propio de las construcciones precarias.
Y de su caso que buscaba las penas del infierno para unos flacuchentos anarquistas, nunca más se supo.
Estas breves descripciones de sucesos son representativos de muchos más en la misma dirección, y han sido posible en los doscientos años de historia independiente solamente por la intercesión de la impunidad, de lo barato, casi gratis, que sale acusar a un inocente, torturar a una persona amarrada y matar por la espalda.
¿Qué ge circula en nuestra sangre para definir cobardes de tal magnitud?
Nuestra historia está plagada de silencios y omisiones que ocultan la sangre de quienes no han sido tocados por la fortuna, el linaje o la herencia. Los cimientos de la historia nacional se alzan sobre crímenes y genocidios que hoy casi ni se recuerdan. Ha operado la madre de todos los montajes: la historia oficial.
Consta en los libros que la matanza de mapuche, se llama Pacificación, el Golpe de estado, pronunciamiento militar, la dictadura régimen militar, y, por sobre todo, al modo en que vivimos se le llama democracia.
Los montajes criminales que matan, acusan y encubren, se dan en un contexto de ese montaje mayor: se define el actual sistema como democrático porque la gente ilusa vota cada dos años y medio. Y porque hay instituciones que se suponen como democráticas. Y porque hay una difusa separación de los poderes.
Esta farsa de los poderosos permite que exista una institucionalidad que ampara las mentiras usadas contra quienes se atreven a enfrentar al régimen y son capaces de poner en duda la inexistencia de alternativas de sociedad y cultura. Los estudiantes se han alzado como los mejores representantes de quienes proponen cambios de fondo, no sólo en educación. En todo.
Resulta del todo comprensible que una amenaza de tal envergadura asuste a los sostenedores y administradores del régimen. Y he aquí que el hiper desarrollado instinto de sobrevivencia los hace, a los más avezados agentes del sistema, retomar las herramientas que tan bien han funcionado en doscientos años: el montaje, criminal, aleve, y mentiroso.
Todo calza.