Con la llegada del robot Curiosity a Marte se abre una nueva etapa de la exploración espacial, facilitada, ante todo, por el exitoso estreno de avanzados métodos de descenso a las superficies planetarias.
Adicionalmente, la integración de numerosos avances en cuanto a generación eléctrica, propulsión y equipamiento, sienta pautas para futuras misiones automáticas hacia otros cuerpos de nuestro Sistema Solar.
También su misión científica es inédita, pues se refiere -aunque de manera indirecta- a la eterna interrogante de si la vida en la Tierra es un hecho fortuito y aislado, al menos en nuestro vecindario cósmico.
En concreto, los objetivos de trabajo de Curiosity, según la misión “Mars Science Laboratory”, es la investigación de si el área de amartizaje (el cráter Gale), preserva evidencias de ambientes habitables pasados o presentes.
Estos estudios son parte de un más amplio examen de los procesos geológicos y atmosféricos actuales y pasados en el planeta rojo, el cual comprende la realización de un inventario completo de compuestos orgánicos, y la búsqueda de los “ladrillos” químicos que constituyen la base de la vida.
Curiosity permitirá caracterizar además la geología del sitio de descenso y sus alrededores mediante el análisis químico, isotópico y mineralógico de los materiales superficiales y cercanos a la superficie, e interpretará los procesos de formación de rocas y suelos.
Al mismo tiempo, y siguiendo la estrategia de “buscar el agua y el carbono” -componentes esenciales de la vida, tal como la conocemos- el robot precisará el estado actual, distribución y ciclos del agua y dióxido de carbono.
UN AUDAZ ARRIBO
Una de las innovaciones mas destacadas de la misión fue el arribo del robot a Marte.
Tras un viaje de 567 millones de kilómetros, la cápsula que albergaba al Curiosity hizo contacto con la atmósfera marciana a unos cinco mil 900 metros por segundo.
Gracias a un escudo térmico sumamente resistente, la nave fue disipando su energía cinética en forma de calor hasta que la velocidad disminuyó hasta los 405 metros por segundo.
En ese momento desplegó un paracaídas de aerofrenado que redujo aun más su velocidad, hasta que a los 80 metros por segundo la “concha” que protegía al robot fue desechada.
Entonces, una especie de grúa espacial se mantuvo suspendida en el aire con ayuda de ocho pequeños cohetes y, cual un helicóptero, hizo descender al Curiosity mediante cables hasta la superficie marciana.
Tras ello la grúa voló para autoeliminarse, una vez cumplido su propósito.
La NASA debió escoger ese novedoso sistema de descenso ya que por su peso el Curiosity no podía ser soportado por los tradicionales colchones de aire (como los airbag de los automóviles).
Puesto que las señales de radio demoran 13,8 minutos en llegar desde Marte a La Tierra, todo ese proceso hubo de realizarse de manera totalmente automática.
Por eso, los técnicos de la NASA se enteraron el éxito del amartizaje cuando todo había concluido.
MUCHA CIENCIA POR DELANTE
Ahora, con el robot en buen estado de salud, comenzará una larga misión, de al menos 98 semanas (un año marciano), longevidad que viene asegurada por un sistema eléctrico basado en un generador termoeléctrico de Plutonio y pilas de ion litio.
De esa manera se garantiza que, independientemente de las condiciones atmosféricas, siempre se cuente con un suministro estable de energía para los 10 instrumentos científicos que posee el robot, de tres metros de largo, por 2,8 de ancho y 2,1 de alto y con un peso de 899 kilogramos.
Entre su equipamiento, Curiosity acarrea un espectrómetro de rayos X y partículas Alfa, un set de análisis químico, una estación de monitoreo ambiental, varias cámaras.
Su modo de operación sería más o menos el siguiente: moviéndose a una velocidad de pocos centímetros por segundo Curiosity investiga con sus numerosas cámaras y el resto de su equipamiento técnico el suelo sobre el que se desplaza y su entorno más cercano.
Sobre los objetos que los científicos en la Tierra determinen como los más prometedores -los que mas datos pueden aportar- dirigirá un rayo láser que permitirá analizar su composición química.
En dependencia de ese resultado, los investigadores pueden darle la orden de escudriñar el objetivo los instrumentos de su brazo robótico.
Eventualmente el robot taladrará la roca o excavará en el suelo para extraer muestras que serán analizadas con más detalle en dos microlaboratorios que posee dentro de su estructura.
Todos los resultados, así como las imágenes del monitoreo constante que realiza de sus alrededores, son enviados hacia la Tierra.
Así, para los próximos dos años (terrestres) queda garantizado un flujo de información sin precedentes que permitirá conocer mucho más sobre Marte, un planeta que los científicos sospechan que una vez albergó agua líquida, como la Tierra actualmente.
Su estudio, que sólo comienza, tal vez permitirá para el futuro lejano el establecimiento de colonias humanas permanentes fuera de la Tierra, tal como hace más de 100 años predijera el visionario ruso Konstantín Tsiolkovsky.