Hablemos de gente moderna como Clemente y Sofía, POR FAVOR hablemos de gente moderna como Clemente y Sofía. Gente no-moderna como los estudiantes que protestan por cualquier estupidez arruinan la vida, son obesos, de nombres ridículos, chicos, irrelevantes, y por si fuera poco, llenos de resentimiento.
Mejor me siento a ver qué hacen Clemente y Sofía porque ambos son hermosos, no arruinan la vista como los demás, que hacen que la hiel se me suba por la boca y se vaya directo al piso con solo mirarlos en la vía pública. Mejor es hablar de cosas bonitas como la gente moderna. ¡Qué cosas divinas dicen & hacen! Ya quisiera ser como ellos. Pues bien ¿qué se entiende por gente moderna? Ahora que ha llegado Top Man a Costanera Center, los descerebrados con tarjeta de crédito pueden imitar la moda londinense que antes seguían de forma equivocada e incompleta, porque las tiendas de segunda mano venden desperdicios equivocados e incompletos. Esa es la gente moderna: zapatos puntiagudos, pantalones ajustados, ¡¡¡iPod!!! anteojos sin prescripción médica. Ahora todo es como en la Europa decadente: la gente moderna habla de arte, de política y de filosofía, próximamente arreglarán el mundo con los resultados de una planificación estratégica pactada en los límites de Providencia y el rincón agradable de Bellavista. Lástima que a los 30 años decantarán por el buceo, los deportes de montaña o el tenis. Tanto análisis lo transforma a uno en alguien similar al Extranjero de Camus. Holy Crap (el moderno Clemente y la moderna Sofía salieron del Mayflower o The Grange School) Con eso del buceo y el montañismo, dicen, viene el coche, la casa a plazos y el jardín rodeado de plantas exóticas que perfuman hasta el alma. El marido y la mujer sonríen con entusiasmo: Focos.
La oscuridad sirve para ocultar toda la desproporción de la ciudad de Santiago que se multiplica en las esquinas, en los fragmentos de parque, en las cámaras de seguridad que registran malhechores, en la ropa que utiliza la gente moderna y en el modo falsificado con el que se tratan los que viven allá con los que viven acá. En la noche sólo brillan las luces de neón y el alumbrado público. Las mujeres y los hombres no brillan demasiado porque para eso está su majestad el presidente. A pocas cuadras de Plaza Italia se encuentra el bar donde Clemente lleva a Sofía. No muy lejos de allí, al otro lado del Río Mapocho, se levanta Patio Bellavista, el lugar donde buscan refugio los turistas brasileños, americanos, australianos e israelíes. Los españoles e ingleses son cada vez menos frecuentes. A las afueras del Patio se reúnen sujetos provenientes de todos los rincones del reino: hacen fila para meterse a los bares de la calle Constitución, que son muy modernos y fragantes. Un peregrinaje para admirar la francachela más hermosa del Continente. Ellos y ellas se pelean el mejor lugar en el bar irlandés atendido por ciudadanos de calidad ínfima. Un colombiano empuja a un americano porque le ha robado el lugar en la barra: si te corrieras un poco a la izquierda, alcanzaría el espacio para los dos. Pero el americano es sumamente egoísta y de tendencias republicanas: él anhela fotografiarse junto a su novia con el negro de la barra y ningún “mexicano” se lo impedirá, menos empujándolo hacia un sector indeseable. Estados Unidos fue la primera nación independiente, por eso son americanos. I’m an American, you should know that!
Pero los americanos son bastante idiotas. Así al menos lo explican los franceses que miran con desprecio esa fortaleza de concreto donde la chilenada moderna se sienta a beber y fumar al tiempo que un corro gris inmortaliza sus dominios en imágenes, como si ello condujera a algo útil. Mírenlos, extasiados por el atraso y la simpleza. En Francia nosotros llevamos haciendo todo esto desde hace siglos. Aquí en cambio todavía están en pañales y huelen a culo ¿Qué visión tienes tú de la Santiago, Antoine? ¡No escatimes en detalles! ¡Quiero que tu opinión suene muy fuerte, y en español para que esta masa alcance a oírla! Pues que es un estercolero ¿Y qué harán estos americanos con esas imágenes? ¿Qué crees tú? Las enmarcarán y las colocarán encima de la chimenea, para que los del vecindario las contemplen. A diferencia de la sociedad norteamericana, donde todo el mundo debe aparentar algo pues de otro modo se es incompleto como entidad humana, en Francia –digamos París– lo que se estila es no aparentar. Se aparenta que no se aparenta ¿Pero eso no es aparentar? pregunta una universitaria americana, que está sentada en la mesa de al lado. Claro que sí, pero es un aparentar chic, no de letrina como el sitio aquel de donde tú provienes. La sabiduría de un francés no ha de ponerse en tela de juicio porque él es de aquellos que aparentan que no aparentan. Y encima el francés es una lengua deliciosa, como las papas fritas y la hamburguesa con tocino.
El bar está completamente lleno y huele a cerveza y a transpiración. Alrededor de las mesitas redondas de madera oscura hay gente que parlotea sobre los problemas más importantes que aquejan al ser humano. En la mesa número uno sin ir más lejos se discute sobre la verdadera utilidad del papel higiénico. Según lo manifiesta un gordo pecoso, después de cagar uno podría coger el tubo flexible de la ducha, sentarse en la orilla de la tina (no sin antes haberse enjabonado la mano) y sacarse la mierda con agua temperada, friega que friega mientras el chorro calientito de agua se escurre entre las nalgas. De esa manera el culo se mantiene desinfectado y se talan menos árboles en la Amazonía. Su amigo, otro gordo pecoso, explica que eso es sumamente asqueroso y estúpido, porque si bien no se gasta en papel higiénico, habría que restregar la tina con líquido desinfectante y eso contamina las aguas. En la mesa número cuatro dos mujeres intercambian conocimientos sobre hombres. Mujer número 1: una tiene que hacerse de rogar, no contestar los correos electrónicos ni las llamadas perdidas, porque así se retiene al hombre. Mujer número 2: yo opino que esa es una visión sumamente anticuada ¿o acaso las mujeres sólo debemos comportarnos en función de lo que el otro quiere? Mujer número 1: pero por eso digo que hay que fingir indiferencia. Mujer número 2: esa indiferencia disfraza una absoluta dependencia de la mujer, es decir, quien finge en el fondo anhela, y yo quiero libertad y emancipación. Mujer número 1: pero eso no te servirá para atrapar al Christopher. Mujer número 2: ¿Y quién dice que yo lo quiero atrapar? Simplemente estoy enamorada de él, pero no voy a convertirme en su fetiche ni en su esclava, eso por ningún motivo. Mujer número 1: yo opino que una necesita a un hombre, de otro modo se es incompleta. Mujer número 2: yo para eso no fui a la universidad a estudiar trabajo social ¿sabes? Yo quiero hacer de este un mundo mejor. Ninguna, ni la mujer número 1 ni la número 2 cederá ante el punto de vista de la otra, menos bajo el hechizo de la cerveza nacional que cuando se termina es preciso ir a rellenar de inmediato al mesón del bartender que de inglés solo conoce el open the window y el close the door. Pero le llaman bartender.
Él las observa con simpatía mientras las embriaga a cambio de dinero. A juzgar por el atuendo seguro se trata de un par de putas. Pero no. La primera es secretaria (licenciada en Administración de Empresas) y la segunda es secretaria (licenciada en Trabajo Social). El maquillaje en exceso sólo es parte del estilo. Y sin estilo no se puede alcanzar la plenitud. Sin embargo estas mujeres no tienen ni una pizca de idea de lo que realmente implica el estilo, piensa Sofía, que ha viajado por todo el mundo y que actualmente es modelo profesional. Cuando ella camina entre medio de las mesas en compañía de Clemente muchas y muchos la quedamos mirando con asombro, porque en estos bares no se acostumbra a ver jóvenes tan perfectas como Sofía, a pesar de que aún es el Patio Bellavista. De todos modos hay que coger un taxi para llegar a San Carlos de Apoquindo ¡Bah! Sofía desconoce los secretos de la estructura de esta sociedad y se mueve como una extranjera. La mujer número 1 se arranca un mechón de pelo porque envidia ese trench coat que lleva puesto Sofía: hace dos semanas lo vio en un escaparate de Costanera Center y tendría que ahorrar durante varios meses para poder comprarlo. Sin embargo ella es madre soltera y el crío demanda atenciones y recursos económicos. De otro modo vendrían los del Sename para arrebatárselo. Si no fuera por ese crío ella podría lucir igual de bonita que esa joven alta y de ojos verdes que camina con tanta gracia. Pero no. Ahora está encadenada a la silla de la secretaria de un buffet de abogados y allí ha de mantenerse hasta que llegue la hora del retiro o se presente la ñora Parca. Y qué decir de esas botas ¿cuántos años tendrá esa infeliz? ¿diecinueve? ¡Y miren como se solaza en compañía de ese rubio, también muy lindo y repleto de vitalidad! La mujer número 1 es joven pero obesa lo que significa mala suerte en el amor, si es que aquello realmente existe. Únicamente puede mezclarse con sujetos amorfos similares a ella o quizá morir en la más absoluta soledad.
Desde mi posición se ve todo. Clemente llega al final del bar donde han improvisado un escenario. Tres proletarios de edades similares, uno en la batería (Pedro), otro en el contrabajo (Juan) y el siguiente en la guitarra (Diego), están organizando cables e instrumentos, porque en media hora darán un recital de música moderna rock-indie-fusión-jazz, para el deleite de la clientela que después no podrá hablar sino únicamente escucharlos a ellos. No les quedará otra opción porque el local fue construido pensando en los borrachos y no en el arte de hacer sonidos. A cambio los músicos recibirán una ronda de cerveza Guiness y Deep-Fried Mars bar. Todos son estudiantes y miembros del comando de MEO, a excepción de Diego que acaba de terminar sus estudios de Ingeniería Comercial en la Universidad del Océano Pacífico y que ahora trabaja en un Santander abriendo cuentas corrientes para los nuevos miembros de la clase media que él detesta pero que debe recibir con sonrisas y lisonjas ¿Quiere abrir una cuenta con nosotros? ¿De qué sabor la prefiere? Clemente presenta a Sofía con cada uno: una nueva amiga, Sofía Eguiguren. Los otros intercambian miradas, sonríen y cuchichean. Clemente se pone rojo de vergüenza y ella también porque tienen la piel blanca, de fácil coloración. Clemente le explica a Pedro que Sofía es una artista del piano, recién llegada de New York, ¡Awesome! exclama el otro (pasó un verano en OZ arrancando mierda a cambio del inglés), apuntando con los labios fruncidos el piano de media cola que hay en una esquina. Sofía aclara que ella sólo conoce el repertorio de los clásicos ¿Nina Simone? pregunta Juan. No, Hindemith, Brahms, ese tipo de clásicos ¡Ah! ¡Entonces eres una burguesa cochina! Clemente le propina un puntapié en la espinilla. El otro se queja pero sonríe. Sofía está confundida. Para disipar cualquier duda sobre sus conocimientos (ahora necesarios, ayer irrelevantes) explica que también sabe mucho del arte musical local ¿A sí? Pues claro, me encantan Los Jaivas e Inti Illimani –miente–.
Más risotadas ¡Vaya si son unos mierdas! No les hagas caso Sofía. Pero los tres chicos en realidad están nerviosos porque la presencia de una joven tan hermosa les revuelve los sentidos. Clemente, dile a tu novia que toque algo. No es mi novia, nos conocimos anoche en la casa de mis papás ¿Eres la hija de la nana? Pregunta con sorna Diego, mientras afina su guitarra. No, soy modelo ¿Modelo de qué? Pues de pasarela. Nadie sabe qué decir ¿Clemente con una modelo? Pero ya, esta mina está de muerte ¡Qué suerte tiene Clemente! Siempre se consigue a las mejores. A ver modelo, no te hagas de rogar, toca algo en el piano. Clemente le propina una segunda patada (esta vez en el trasero) al idiota que dijo eso último. Pero Sofía no se ofende. En cambio, se dirige al instrumento ¡Vaya porquería! Un Yamaha que ni siquiera es de nogal. Pero vamos a ver…
Señoras y señores, el Preludio en sol menor Opus 25 del grandioso Rachmaninoff. Hay varias teclas desafinadas pero Sofía se las arregla para que pasen inadvertidas. Al fin y al cabo se trata de una audiencia inculta y entre tanto cuchicheo ni siquiera la van a tomar en cuenta. Encima el piano está en el rincón, detrás de una pared ¡Gran error Sofía! ¡Elegiste una pieza que se regodea con los estacatos! ¿Y qué es eso? No olvidemos que es gente moderna, vaya uno a saber lo que es un estacato. Silencio en todo el local. Ahora la joven es la estrella. Los muchachos se quedan mudos porque creían que lo del piano era una broma. Pero allí está la señorita, levantando las manos y hundiendo sus dedos en las octavas, como solía hacerlo en la Academia de Música o en frente de sus padres. Ella no soportará el griterío proveniente de la barbarie así que apenas termina con el preludio continúa con el Impromptu Fantasía Opus 66 de Chopin. A mitad de camino la interrumpen con aplausos sonoros que son útiles para esconder tres notas desafinadas, un compás equivocado y una corchea que pasó a tocar como negra ¿Pero que sabrán estos payasos? Hubiese querido seguir con un Liebesträume de Liszt pero todos están de pie, chinos, franceses, americanos y borrachos, aplaudiendo y exigiendo más y más.
Clemente está con los ojos como platos y sonriendo encantado. Los chicos de la banda echan maldiciones porque ahora cualquier cosa que ellos toquen sonará como musical de prostíbulo al lado de esa brillante exposición de conservatorio. Más, más, otra, otra, gritan los imbéciles que levantan sus jarras de cerveza barata. Sofía se contagia con el entusiasmo y está a punto de invadir el chiquero maloliente con los 24 preludios de su adorado Chopin. Pero las teclas desafinadas arruinarán todo el conjunto y terminará haciendo el ridículo. Mejor es tomar asiento y discutir sobre el Dasein. Pero todos aplauden y silban. Ojalá hubiera rosas para retribuir a la pianista. Arrojarle cerveza arruinaría sus preciosas botas, aunque la de la mesa número 1 se siente tentada, porque esta weona no sólo se ve bien sino que toca instrumentos musicales ¡Ahora sólo falta que cante! El bartender llena una jarra de cerveza para dársela en señal de admiración y reconocimiento pero aquello constituiría un insulto ante tamaña elevación espiritual, pues la ejecución pianística llega hasta el alma, no se queda atrapada durante días y noches en el oído medio como un silbido de locomotora (el efecto del trío de música rock-indie-fusión-jazz). Llena una copa de cristal con el mejor vino blanco, coge una flor de plástico del florero y le entrega ambas cosas a Sofía. Clemente la ayuda a ponerse de pie para que vuelva a saludar a su público. Bufan como tontos ¿Y qué vamos a hacer nosotros ahora? Pregunta Juan. No lo sé, la idea del piano fue tuya, siempre metes la pata. Sofía ha triunfado, los amigos proletarios de Clemente (que en unos años desaparecerán de su vida) han fracasado, como siempre. Ahora que ella anuncia que no va a seguir tocando porque le duele la mano DERECHA y desea disfrutar de su brebaje, todos vuelven a las conversaciones de rutina. Clemente le da un beso en la mano lastimada por el efecto de los estacatos de Rachmaninoff sobre el teclado maltrecho. Un auténtico caballero educado en colegio inglés. So there.
Los otros músicos encienden los reproductores para tantear el terreno pero las pullas se hacen sentir de inmediato ¡Bah! Soberanos imbéciles ¡Oye! ¿Todavía nos das una ronda de cerveza? El bartender se cruza de brazos y queda mirando a Sofía: Señorita, usted tiene la última palabra. Que sea cerveza para todos, replica con voz de Fundo. Al menos no se irán sobrios a casa, piensan los fracasados. Todos se dirigen a una mesa que está reservada. Clemente se adelanta y retira el asiento de Sofía, para que sus finas y delicadas manos no se ensucien con lo pegajoso del barniz recién esparcido anteayer. La joven sonríe. Los otros tienen cara de estar sufriendo en silencio porque una completa desconocida les ha arruinado la noche y encima con esa mierda de música burguesa. Si les hubieran dado un poco de tiempo, ellos podrían haber deleitado a la audiencia con su recital de música rock-indie-fusión-jazz. Pero nada de eso señoritos proletarios, ustedes deben admitir su insignificancia. Sofía posee sofisticación hasta para beber el vino, piensa Clemente, completamente embelesado. Pedro se da cuenta y le golpea la pierna a Juan, quien deja escapar una carcajada ¿Qué ocurre? Quiere saber Clemente. Nada. Hora de la retirada.
Sofía y Clemente sortean a borrachos que se despiden de la pianista con gritos y risotadas “nos ha encantado el concierto” espeta un descerebrado. Ella no responde. La mujer número 1 se siente aliviada ¡Al fin se va esta infeliz! ¿Alguno de esos chicos será su novio? Todos están más o menos bien, aunque únicamente el rubio es hermoso. No, mejor me quedo en mi lugar, no resistiría un rechazo y en estas condiciones seguro me arrojarían al cantón de los desperdicios y ni siquiera cabría en él con estos senos tan grandes. Si ahorro lo suficiente tal vez pueda ir a Argentina y hacerme un bypass gástrico. Quizá me sobre algo de dinero para la liposucción y un par de botas nuevas… ¿En qué piensas? Pregunta la mujer número 2. En nada amiga, vamos, ¿Quieres otra cervecita? No lo sé, mañana debo levantarme temprano. No te preocupes, una extra no te sentará nada de mal (en realidad sí, pero ese es mi objetivo: qué delgada es esta imbécil, con ese cuerpo seguro podrá escalar fácilmente en la oficina y a lo mejor hasta la asciendan a alguna jefatura. Mi norte es que gane muchos kilos y así podremos ser iguales, porque estar sola en esta horripilancia no es nada divertido. Siempre es más conveniente compartir la desolación y la infelicidad con algún tercero, aunque se trate de la mejor amiga…)
Y así termina la noche Santiaguina. La gente moderna desaparece pero mañana volverá a aparecer…