Hachazo brutal. Mariano Rajoy no se anduvo con chiquitas, ni se conformó con meros pequeños ajustes. El presidente del Gobierno español hizo saltar por los aires (más aún) los cimientos de un Estado del bienestar ya muy debilitado.
Anunció durísimas medidas, durísimos sacrificios, revestidos bajo el ropaje de que es “lo único” que podía hacer su Ejecutivo para salir de la crisis y cumplir a rajatabla con las condiciones impuestas por la Unión Europea. Y lo hizo con un dramatismo insólito, reconociendo que ha incumplido de cabo a rabo todo su programa electoral. “Yo soy el primero en estar haciendo lo que no le gusta”.
El presidente utilizó su comparecencia obligada en el Congreso para informar de los acuerdos del Consejo Europeo, para anunciar más aceite de ricino hasta tocar las vacas sagradas del Estado social. Sólo bien entrada su intervención, cuando ya había relatado las conclusiones de la cumbre de Bruselas, a los 45 minutos del arranque, se dispuso a detallar medidas que, asumió, “no son agradables”, pero sí “imprescindibles”. Un tijeretazo de 65.000 millones de euros en dos años y medio, casi cinco veces más del anunciado por José Luis Rodríguez Zapatero en mayo de 2010 .
-Modificación de la prestación por desempleo: seguirá durando un máximo de 24 meses, y se mantendrá el importe actual durante los primeros seis meses. Pero a partir de entonces, y con el objetivo teórico de “animar a la búsqueda activa de trabajo”, los que se sumen a la cola del paro verán menguada su prestación a partir del sexto mes del 60% al 50% de la base reguladora.
-Subida del IVA, con caracter inmediato, de tres puntos en el tipo general (del 18% al 21%). El tipo reducido crecerá del 8% al 10%. Se mantiene el superreducido, para los alimentos de primera necesidad, en el 4%.
-Aceleración de la entrada en vigor de la reforma del sistema de pensiones (retiro a los 67 años) y de la jubilación anticipada.
-Subida de los impuestos del tabaco.
-Introducción de la fiscalidad medioambiental, bajo el principio, ha dicho, de “quien contamina, paga”.
-Rajoy anunció una “revisión integral de la función pública” que realmente esconde un empeoramiento profundo de las condiciones de los funcionarios. Se les reducirá el número de días de libre disposición, se “ajustará” el número de liberados sindicales según lo previsto en la ley, se “equipararán condiciones de incapacidad a las del resto de trabajadores”, se facilitará su “movilidad”. Pero además se les quitará la paga extra de Navidad por lo menos hasta 2015 (a partir de entonces, se les compensará como aportación de fondo de pensiones). También dejarán de cobrar esa extra los altos cargos, según aclararon después fuentes del Ejecutivo.
-El “esfuerzo” pedido a los funcionarios será “compartido” por altos cargos de la Administración central, de la autonómica y local, y también por “diputados y senadores”. Se anticipa así ya un nuevo recorte de sus sueldos.
-Se reducirán ya en lo que queda de 2012 los créditos a subvenciones, gastos corrientes y transferencias. Pero el año próximo, las ayudas a partidos, empresas y sindicatos mermarán un 20% más, cuando ya en este ejercicio habían decrecido en la misma cantidad. El tajo en el gasto ministerial en 2012 será de 600 millones de euros.
-Se recortará en un 30% el número de concejales. Se aplicará una “drástica reducción” o eliminación directa de las empresas y fundaciones públicas en el ámbito local para evitar “duplicaciones o triplicaciones de servicios”.
-Leyes de unidad de mercado y de flexibilización de los horarios comerciales.
-Privatización de Renfe, puertos y aeropuertos.
“Nos encontramos en una situación extraordinariamente grave y es preciso corregirla con urgencia”, ha reforzado Rajoy. “Tenemos que salir de este atolladero y necesitamos hacerlo cuanto antes. Y aquí no caben ni fantasías ni ocurrencias. Porque no hay mucho que escoger: o reducir los gastos o aumentamos los ingresos, o si no nos queda más remedio, hacemos ambas cosas”.
Y su Gobierno las va a aplicar. Aunque le suponga por delante hacer estallar las costuras del Estado.
El pleno recibió con profundo malestar el discurso de Rajoy. El rumor fue creciendo de menos a más, según el presidente soltaba, una tras otra, medida dura tras medida dura. Al final, entre el aplauso de su bancada, se oyeron gritos de la oposición: “¡Dimisión, dimisión!”.