Falleció en Venezuela el periodista chileno Edgar Perramón Quilodrán, Premio Nacional de Periodismo 1971, otorgado en 1972 en Chile, y ex director del diario La Discusión de Chillán. El deceso se produjo a las 23:30 horas del domingo en Caracas, en el Hospital de Clínicas de la Universidad Central de Venezuela
La noticia, escueta y fría, del fallecimiento en Venezuela del Maestro Edgar Perramón me sacude el alma.
La recibo durante mi breve estancia en España, momentos después de la partida de otro grande del periodismo, como lo fue Camilo Taufic.
Con Perramón la cosa fue más cercana aún, porque fue amigo de mi padre, aunque fuese mucho más joven.
Más bien, mi padre le abrió las puertas de la Masonería y él no lo olvidó jamás. Además, cuando se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo, fue mi hermano Enrique -a la sazón Director de Cultura y Publicaciones del Ministerio de Educación-, quien rindió el homenaje de rigor y se lo entregó en representación del Presidente de la República. Tengo la foto de aquel momento guardada como un valioso testimonio, porque personalmente le tenía un especial afecto.
Él se mostró siempre interesado y constante en el seguimiento de mi trabajo profesional.
Sus consejos y comentarios críticos los valoré, los adopté y atesoré, porque son los que me han permitido crecer.
Y, sobre todo, su propia conducta ejemplar me indicó la forma en que debemos comportarnos quienes tenemos tanta responsabilidad social, como la que tenemos los profesionales de la comunicación.
Alejado de nuestra tierra por circunstancias dolorosas de nuestra Historia, nunca dejó de mirar al sur con los ojos del que busca lo mejor para su pueblo en sufrimiento.
No se dejó estar ni se adormiló en la desesperanza de vivir lejos de su tierra.
Por el contrario, sus escritos, docencia, gestos y obras relacionadas con Chile -y con su Chillán inolvidado-, nos muestran la integridad de una persona sin dobleces.
Nos va a hacer falta Perramón Quilodrán, sin duda.
Pero sus propias palabras y ejemplos nos van a seguir mostrando el camino a seguir, y que encontraremos en el futuro si mantenemos la mirada en la misma dirección que él siempre lo hizo.
Don Edgar. Maestro. Buen viaje…
…y si mira hacia atrás, verá mi pañuelo blanco agitándose en señal de despedida.
No lo sacaré para secar lágrimas, sino para decirle que estoy aquí, como siempre, atento a sus consejos, sin desviar la pluma del objetivo último que es el bienestar y engrandecimiento del ser humano.