El liderazgo de la Concertación debiera también explicarle a sus bases y al país porqué en 1990 introdujo una “cultura” de impunidad que se expresó en diversas acciones, omisiones y declaraciones, particularmente de su líder en el Senado, Gabriel Valdés.
Así tenemos que el gobierno de Aylwin manifestó una nula reacción ¡frente al virtual desvalijamiento del Palacio de la Moneda efectuado por la dictadura al entregar el mando!: “La primera impresión (de los funcionarios del gobierno entrante que se hacían cargo del edificio) fue la de hallarse ante una aseada operación de tierra quemada. El espectáculo era penoso. Apenas había adornos, muchos cables estaban sin sus teléfonos, era notorio la ausencia de faxes, de computadores, de fotocopiadoras. Hasta los ceniceros habían sido barridos y no se diga de las marcas en las paredes y en los suelos, que delataban muebles sustraídos, cuadros y gobelinos ausentes o alfombras que habían volado. ‘Hubo mucho movimiento de camiones en las últimas noches` reconocían algunos guardianes (…) pero lo más importante era la ausencia de papeles y documentos, el blanco de los escasos computadores (…) El archivo del Ministerio del Interior, sin duda el más importante, había desaparecido sin dejar rastro (…) Incluso los autos de la Presidencia no eran tales y estaban a nombre del Ejército. Aylwin, al enterarse, se había enfurecido y amenazó con llegar al Congreso de Valparaíso en taxi el día de la asunción. Se logró un arreglo de última hora” (Rafael Otano.- Crónica de la transición; Edit. Planeta, 1995; pp. 106-7). Pero de lo anterior ni siquiera se supo…
De lo que sí se enteró con estupor la opinión pública fue de la primera reunión-almuerzo ofrecida por los Presidentes del Senado (Gabriel Valdés) y de la Cámara (José Antonio Viera Gallo) a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y Carabineros el 10 de abril de 1990. Ella se desarrolló en un ambiente festivo y cordial en que, “de acuerdo con los parlamentarios presentes, tanto Valdés como Pinochet ‘derrocharon mucho humor y cordialidad`. Entre broma y broma, Valdés se quejó de que lo hubiera tenido tres días preso. Luego Valdés recordó que mientras estuvo al frente del PDC, en una manifestación, un policía lo golpeó y lo mojó el ‘guanaco`. El general Pinochet, siempre riéndose, le respondió: ‘¡Ah, yo no tuve nada que ver en eso! En esa materia yo no tengo nada que ver; pregúntele al general Stange`. El parlamentario informante dijo que el general Stange fue llamado a incorporarse al diálogo. El General Director de Carabineros comentó con mucho humor con Valdés: ‘¡Pero si usted tuvo mucha suerte en esa ocasión! Mire que si le pegasen ahora, lo harían con lumas de pino, porque no tenemos presupuesto para tener las que corresponden`, salida que provocó una carcajada general” (El Mercurio; 11-4-1990). Por cierto, dicha reunión fue calificada por Pinochet como “una reunión muy grata y sociable, con todas las bondades que se pueden dar en una reunión entre amigos, entre gente amistosa” (La Epoca; 11-4-1990).
A su vez, la actitud extremadamente cordial y festiva de Valdés con Pinochet estaba en consonancia con declaraciones hechas el mes anterior: “Mi relación con Pinochet será la de un Presidente del Senado con un Comandante en Jefe. Yo he olvidado lo que pasó y no voy a tener prejuicios de ninguna especie. No podría hacerlo, no sería leal con la democracia. Yo tengo que cambiar completamente y de hecho he cambiado” (Hoy; 19-3-1990).
Posteriormente en julio frente al Congreso Pleno, el presidente del Parlamento europeo, Enrique Barón, se refirió muy críticamente a la “dictadura militar” como un régimen “condenado por el conjunto de las democracias occidentales” (La Epoca; 25-7-1990). En protesta por dichas expresiones las bancadas de derecha se negaron a intervenir, lo que fue justificado por Gabriel Valdés al decir que “aquí en Chile estamos dispuestos a dejar atrás el pasado y les pedimos a los europeos y a todo el mundo que también dejen nuestro pasado atrás” (La Epoca; 26-7-1990).
Pero lo más increíble fueron sus declaraciones respecto a la búsqueda de las personas detenidas-desaparecidas, luego del descubrimiento de fosas comunes en Pisagua: “Cuando voy a Valdivia y veo que hay campesinos que han sido enterrados y descuartizados, ésa es una historia triste, y no está borrada. Pero yo estoy empeñado en construir el futuro. Que ese pasado no nos obnubile; no nos haga pensar que tenemos que seguir peleando. Hay que hacer un esfuerzo para que esto termine lo mejor posible, luego, porque el país necesita unidad”. Y a la pregunta de si “¿cree que debe fijarse un plazo para ponerle tope a la búsqueda de cadáveres?”, Valdés respondió: “Sí. Yo creo que hay que hacerlo. Pondría un plazo corto. Unos dos meses más, máximo, y que hagamos un acto realmente generoso, donde todos contribuyan a dar información. No podemos seguir indefinidamente en la búsqueda de muertos. Este país no puede seguir en esas condiciones sicológicas, porque nos va a hacer daño a todos. Yo siempre pienso que la responsabilidad de los mayores es construir un país para los jóvenes: limpio, transparente (sic), decente y sin traumas. Sin odiosidades” (Paula; Agosto, 1990). Declaraciones de quien era (¡y seguiría siendo por varios años!) la segunda más alta autoridad del país y de la Concertación; y efectuada incluso mucho antes de que fuera concluido el Informe Rettig…