Diciembre 3, 2024

La nueva teología

tttttttuuuuuuuuuuu

tttttttuuuuuuuuuuuEl sistema ha profundizado una cultura creada por el esfuerzo mancomunado de sus principales sostenedores y administradores en más de veinte laboriosos y productivos años. Una cultura que tiene rasgos propios de una religión, con sus respectivos símbolos, sus evangelios y liturgias.

 

Y sus olores, templos y sacerdotes


Como el olor de los cerdos. Cagándose en el derecho de las personas, empresarios inescrupulosos degradan el paisaje, secan los ríos y contaminan todo lo que tocan al modo de un rey prodigio que en vez de oro, transforman lo que tocan en mierda pura. Y el olor pestilente que emana, se asocia a grandes negocios, a empresarios líderes, a mercados subsumidos por el que la tiene más grande.


O como el olor del dinero, de la riqueza conseguida sobre la base del sufrimiento humano. El aroma propio de la avaricia que en estos personajes extraños, parece no tener límites.


O el perfume de la ignorancia de sus sumos sacerdotes que siguen creyendo que el destino de la humanidad es compatible con el aumento irracional de riquezas que nadie sabe para que acumulan. Veremos de qué tanto servirán esos cerros de oro cuando se extinga el último de los seres humanos y sus preces no sirvan de nada


Esa mezcla que sale de esos incensarios sagrados sirven, eso sí, para renovar lealtades y miedos. Llevan el mensaje para desincentivar herejías: no olvides estamos aquí y en todos lados


Y sus templos.


Los que se anestesian con el efecto benefactor de la riqueza los sentidos de la racionalidad, han sumado un tótem inexpugnable que representa el poder de la nueva creencia, su inalcanzable altura que busca el cielo, su infranqueable secreto que oculta las claves de los premios celestiales y los castigos terrenales.


Para que nadie olvide que tratan con seres de poderes ilimitados, levantan su garrote para que el horizonte advierta de su omnipresencia.


No es otra la función que tiene el falo enfermizo que se levanta hacia el oriente de la ciudad y que luce su gallardía como símbolo de la violación que los ganadores del sistema somete a los perdedores de ese mismo sistema.


Esa verga monumental cumple lo que en las ciudades anteriores venían cumpliendo las altas torres de las iglesias, construida en una colina de modo que todos la vieran y no se atrevieran a olvidar el poder que  representaba, urbi et orbi, la cruz que coronaba las cúpulas.


Esta nueva religión, la del dinero, de la riqueza, del lucro y la avaricia, levanta el perfil de su pene mayúsculo para decir quien es el violado y quien el violador y mantener así el orden natural de las cosas.


Y sus sacerdotes.


Esta nueva teología violenta requiere de pontífices que escriban los nuevos evangelios, descifren la palabra e interpreten sus enseñanzas. Esta nueva teología que ha trastocado los valores sacrosantos del cristianismo que alguna vez hablo de hermandad, de pecados, de infiernos y cielos, necesita de exégetas, brazos seculares y conventos.


Y he ahí que aparecen los personajes que se arrodillan ante los símbolos sagrados, y buscan las mejores maneras de ser buenos fieles. Y más allá de diferencias apologética menores, todos quienes profesan por la esencia del sistema un respeto y devoción sagrados, son parte de la grey que la hace grande, indestructible y eterna


Cada día se escribe un nuevo capítulo en esta cruzada canónica que ha hecho del dinero un objeto de culto. Las antiguas religiones que hablaban de cenas frugales, de mansedumbre, de mejillas y pobres entrando al cielo, se han venido refundando con el paso aplastante de los siglos.


Y han tomado medidas prácticas para ir ajustando los antiguos miedos y castigos, con los nuevos terrores. Y las anteriores promesas de vida eterna, han devenido en créditos a largo plazo con atractivos intereses y seguros de desgravamen.

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