Diciembre 12, 2024

La soledad del duopolio

pieracientapublica

pieracientapublica¿A quien leemos cuando leemos los diarios chilenos? Leemos al duopolio, que es también intoxicarnos con el pensamiento de un golpista y un empresario favorito del innombrable.

 

 

Un pensamiento político que es también una visión de mundo que por hegemónica ha sido opaca, acaso invisible durante las últimas décadas de fruición neoliberal y que hoy se esfuerza por mantenerse como contrafuego al nuevo pensamiento en expansión. Al hojear estos diarios y observar el ambiente en las calles, oficinas y organizaciones sociales, atmósfera sancionada en todas las encuestas, queda expresada la gran brecha entre las elites corporativas, los poderes políticos aislados y la ciudadanía. Dos miradas que no solo avanzan en direcciones contrapuestas, sino hacia su enfrentamiento.


El duopolio, favorecido durante la dictadura y la pesadilla neoliberal de dos décadas, es tan peligroso como una organización terrorista, lo que quedó para siempre sellado y refrendado en su activa incitación al golpe de estado de 1973 y en su silencio cómplice y en múltiples momentos apoyo explícito al terrorismo de estado durante los años del dictador. Sobre este pasado se levantaron los dos consorcios periodísticos que controlan la opinión en Chile.


Durante los largos años de la Concertación esta prensa estimuló junto a todo tipo de especuladores, mercenarios y oficiantes del laissez faire la gran fanfarria mercantil para beneficio propio y de sus socios. Una operación desplegada por cierto desde la información económica y extendida a la política binominal como nuevo Edén de la gobernabilidad y, cómo no, a la farándula, como anestésico previo al consumo de masas. Una construcción que se mantuvo en equilibrio precario por dos décadas y hoy se cae a pedazos. Las deudas, la exclusión, la corrupción, las desigualdades, el colapso ambiental son solo algunos de los efectos que ha dejado un paradigma que ha favorecido a un reducido grupo de corporaciones y sus accionistas. ¿Al cinco por ciento de la población? ¿Al diez? Como mucho al 24 por ciento que aún apoya a Piñera.


De cada diez chilenos, solo dos están conformes con el actual presidente. Y casi siete de cada diez lo rechazan. Cada semana múltiples protestas se extienden por todo el país como expresión directa y cruda del profundo malestar de un modelo que ha colocado el lucro, la competición y el individualismo como formas de relación humanas. Un país convertido en mall, casino, prostíbulo y zona franca controlado por un puñado de grupos empresariales.


Chile vive, como en otras latitudes, en un trance político terminal bien silenciado por los medios de comunicación. A más de un año del levantamiento estudiantil, que ha despertado a toda la sociedad civil desde Santiago a regiones, la prensa se esfuerza por silenciar, aislar y distorsionar otras formas de pensamiento. El pensamiento neoliberal, bien acotado en la constitución de 1980, insiste en ver estabilidad, consenso donde hay un evidente proceso de inestabilidad e ingobernabilidad.


La prensa del duopolio es la gran caja de resonancia de las elites en el poder, la que no duda en perturbar gobiernos o desatar el caos. Es la misma que celebró el golpe en Chile, y la misma que estimula todos los intentos desestabilizadores en Bolivia, Venezuela, Argentina y Ecuador. Un eventual futuro gobierno que intentara desmontar el modelo neoliberal desataría las mismas campañas y operaciones que observamos en esas naciones o las que sufrimos hace ya casi 40 años los chilenos.


Hoy estamos ante un desmoronamiento del pensamiento hegemónico de las últimas décadas. Aquella construcción instalada a partir de 1973 está gravemente fracturada y nada podrá repararla. El mundo como mercado, la vida orientada al consumo, el crecimiento económico por sí mismo son categorías que solo comparte la elite en el poder, sus súbditos directos y sus amanuenses en el duopolio. Los movimientos ciudadanos que se expanden desde Chile a Madrid, Nueva York a Londres tienen por objetivo la desinstalación del mundo en su clave económica y financiera.


Este proceso de cambio, jamás recogido por la prensa conservadora, tiene otro componente de tanto o mayor peso. Las nuevas corrientes de pensamiento no han surgido solo espontáneamente, sino como una reacción a unas estructuras del capitalismo extremo que hoy lanzan todo tipo de señales de error, desde la corrupción y la estafa a su mismo desfonde. El colapso de la Unión Europea es un claro aviso no sólo de un inminente cambio histórico sino de un sistema político y económico en descomposición.


El discurso hoy viene desde otros lados. No desde las elites, sino desde la ciudadanía. Un discurso tan básico como justicia para vivir bien, el mismo que ha marcado la historia y también las revoluciones de los últimos siglos. Quien o quienes no ven este proceso, es porque lo rechazan.

PAUL WALDER

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