A todas luces los 700 millones de dólares destinados a la educación que se recaudarían con la reforma tributaria regresiva transformada en lucha épica por Piñera contra los sectores más conservadores y neoliberales de la Alianza son una burla. Pero es la única manera que tiene el gobierno de los empresarios de atrapar incautos, ganar tiempo y seguir con el neoliberalismo.
La reforma educativa de Piñera propone sacar a los bancos del sistema del lucro en la educación inaugurado por el concertacionista Lagos. La medida es considerada un logro del movimiento estudiantil y de sus movilizaciones callejeras.
Ahora bien, el objetivo fundamental de la reforma tributaria del gobierno es salvaguardar un sistema tributario oligárquico donde las empresas pagan sólo un 20% y los impuestos a los ingresos personales funcionan según la regla de oro de las sociedades desiguales: los que más ganan y consumen, menos pagan.
Según Mario Waissbluth (*), especialista en educación, los verdaderos beneficiados por las deducciones del impuesto a la renta para pagar gastos privados en educación serán “sólo 542 mil contribuyentes, los más ricos de Chile, cuyo ingreso tributario va desde $1.4 millones – que pagan $62 mil mensuales de impuesto – hasta 21 mil contribuyentes que tienen un ingreso promedio de $9.5 millones mensuales– y que posiblemente eluden otro tanto – que tributan $2.7 millones por mes”.
Ante tamaño engaño de un gobierno que declara que los hogares de clase media serán los beneficiados por las medidas propuestas, la lucha del movimiento estudiantil universitario y secundario deberá continuar tras su objetivo de gratuidad.
Es evidente que el Estado se niega a recaudar impuestos para una educación pública, gratuita y de calidad para todos y todas. La educación universitaria pese a todos los discursos del Gobierno empresarial seguirá siendo cara y ocupará una parte importante del presupuesto de los trabajadores de las familias asalariadas.
Es sabido. Los ricos prefieren altos costos de matrículas y no pagar impuestos al Estado.
Ahí está la madre del cordero. Para la UDI y RN es una cuestión de principio mantener el actual sistema fiscal regresivo. ¿Cómo tomar medidas que la Concertación no tomó precisamente para ganarse a los empresarios capitalistas? Hay que dejarlos que se enriquezcan como decía el dictador Pinochet. A las dos derechas, a la Concertación y la Alianza no les basta la regla del superávit fiscal para no gastar. Para no tener que invertir en educación y salud públicas universales y mantener las pensiones paupérrimas en manos de las AFP prefieren que el Estado no recaude. Para que no paguen tributo los ricos.
Es la función del Estado capitalista neoliberal. Que el mercado dicte las reglas: a lo sumo, que fomente la competencia entre los actores.
En preservar el capitalismo neoliberal los Concertacionistas fueron líderes. La alianza no puede ser menos, son los auténticos.
De esta manera, la educación primaria y secundaria seguirán siendo dejadas de lado y sacrificadas en interés de los colegios segregacionistas subvencionados y privados. Tampoco hay ningún monto significativo en la mediática “reforma” destinado a dotar de infraestructuras a las escuelas y liceos públicos-municipalizados.
Los bancos ya no podrán obtener inmensas ganancias a costa de la educación de los estudiantes y de sus familias, pero éstos seguirán endeudándose con los altos aranceles (los más caros del mundo) y los intereses de un 2% mermarán siempre salarios y bolsillos de los futuros trabajadores diplomados y sus familias.
De paso, el sistema universitario privado seguirá funcionando según la lógica que la educación y los diplomas continuarán siendo mercancías transables en el mercado.
Según esta lógica —la de los empresarios de la educación— la participación estudiantil seguirá siendo nula cuando se trate de diseñar la grilla curricular y de contenidos que considere aspectos generales de la formación.
Aceptar la propuesta educativa y la seudo reforma tributaria de Piñera es renunciar al derecho a una educación como un bien público universal y entregarle el manejo del conocimiento y el desarrollo de un país a una clase dominante que ha demostrado en la práctica que sólo piensa en términos de la lógica más estrecha del capital. Transformarlo todo en mercancía; producir conocimiento en función de la explotación del trabajo humano y de la depredación del medio; consolidar estructuras desiguales de concentración de la riqueza y crear en todas las circunstancias un sistema de reglas para impedir la realización de lo que los estudiantes exigen: cambios estructurales.
Y los cambios estructurales sólo son posibles si vemos la situación en su conjunto. Además, Chile necesita cambios políticos mayores, lo sabemos, como Asamblea Constituyente y escrutinio proporcional.
Y reformas tributarias de verdad y no ajustes neoliberales.
Para financiar escuelas, universidades, educación pública gratuita y salud pública de calidad el financiamiento hay que ir a buscarlo en los tributos de las grandes empresas (de un 20% actuales un programa de gobierno debería llevarlos a 40%), en los bolsillos de los altos ingresos, en IVA a productos y servicios de alta gama, en impuestos-IVA a la publicidad y, lo más importante, en las ganancias obtenidas con la renacionalización del cobre.
La única manera para lograrlo, ya quedó claro, es con más movilización, articulando movimientos y demandas y haciendo converger las luchas por cambios estructurales.
(*) El especialista en educación Mario Waissbluth escribe:“Esta reforma tributaria las profundiza aun más (las desigualdades y la segregación), generando no sólo nefastos resultados educativos, sino que separando aun más a las ya separadas y mutuamente desconfiadas clases sociales de Chile. Con esta medida el Presidente Piñera está profundizando el apartheid educativo”.