Noviembre 24, 2024

Las barras bravas y la ultra derecha

garrablanca

garrablancaLas barras bravas son grupos de personas que con el argumento de alentar a su equipo, se han tomado los estadios imponiendo una lógica de miedo que inhibe la participación de la mayoría en el espectáculo bonito del fútbol.

 

Algo no tan distinto ocurre si se mira esta democracia desde el punto de vista de lo que hace la ultra derecha en el poder.


Estos grupos han ocupado de facto un espacio que corresponde por derecho a todos. Han usado para el efecto de ese secuestro, distintas facetas de la fuerza bruta. Y han contado para su empeño temible, con la venia, disposición y colaboración de estamentos y personas que se suponen en el lado opuesto.


Hoy, el espacio democrático de los estadios en los cuales se juega fútbol es un lugar al cual van los más osados, si no se es de la pandilla que lo domina todo con sus gritos bravatas, asaltos y abusos.


Del mismo modo, el espacio en que se supone puede y debe expresarse libremente la opinión de la gente, aquellos que se elijen mediante el voto, ha sido también ocupado por pandillas peligrosas que no dubita en apretar el gatillo al ver sus beneficios o utilidades amenazadas.


El sistema político secuestrado por la ultra derecha más agresiva que se conozca en el mundo, se ha transformado en un espacio en el que también es muy peligroso transitar si no se es de alguna pandilla.


Aquí, en este estadio de la política en el que se disputan millones de millones en partidos sin árbitros, cruzarse inadvertidamente con esos gángsters organizados y financiados por el mismo sistema, es un peligro permanente.


Pero basta que haya  una opinión libre circulando por ahí, para que esos los líderes cuyos apellidos son más bien sinónimos de miedo, se le lancen a la yugular intentado silenciarla.


La lógica de los estadios dominados por las barras bravas, es la misma que impera en la lógica política, dominada por cárteles del miedo. Financiamientos subterráneos, arreglines clandestinos, compadrazgos escondidos, diferencias artificiales, se dan maña para repartirse el botín. Esa misma mecánica que se da en los tablones de los estadios, se da en las bancadas.


Resulta sorprendente lo parecidos que son algunos líderes de las bandas que asolan las graderías, con dirigentes que arremeten contra la gente. Utilizan las mismas técnicas de la manipulación,  se guardan la violencia para cuando el adversario se sale de madre, y suspenden los partidos y los gobiernos, cuando las cosas comienzan a ponérseles cuesta arriba.


Del mismo modo, su visión es dicotómica. O se es blanco o se es azul, o cruzado o caturro. O se es amigo o enemigo. Contradictor, adversario,  competidor, contrincante, rival, son categorías que no se avienen con su manera maniquea de ver. Sufren todos de  una acromatopsia que lo le inunda la visión. Y que sólo les permite ver enemigos que hay que eliminar.


Mientras tanto, la gente amante del fútbol por sus cachañas, driblings y tiros libres, inhibida de ir a los estadios, debe contentarse con ver los resultados de los partidos en las noticias de la tele.


Esta cultura ha sido impuesta, más allá de las canchas, por las otras garras bravas, esas que dominan no en los estadios, sino en las bancadas parlamentarias, en el gobierno y en las grandes empresas.


Para estos sujetos imponer sus puntos de vistas con una violencia no tan distinta, aunque mediante métodos más alambicados y, era que no, ajustados a derecho, es parte de su cultura.

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