Llueve sobre Coyhaique. Las calles mojadas con restos aún humeantes de barricadas que agonizan son el testimonio de la batalla librada. Los transeúntes cuales sobrevivientes de una guerra no convencional se protegen bajo paraguas invernales y esquivan las vecinales trincheras.
Cada tres cuadras una barricada, una fogata, agoniza. La lluvia cae lenta, triste, porfiada devuelve sur a este Sur que esta viviendo días agitados.
El día anterior un sol esplendoroso guió una colorida marcha, alegre, bulliciosa, con ciudadanos insuflados de patria austral bajo “un bosque de banderas rojas” y negras que culminó en la octogonal Plaza de Armas en un multitudinario acto cultural y en una jornada solidaria de llevar un kilo de alimentos no perecibles para las familias aisladas y desabastecidas de Pto. Aysén. La pacifica y familiar velatón de las 22:00 hrs. frente al edificio de la Intendencia regional con presencia mayoritaria de jóvenes y estudiantes, que con ingenio, creatividad, inteligencia manifestaron su descontento y esperanza de una Patagonia mejor cerró la jornada oficial. Estas actividades e imágenes tienen su contrapunto. A esa misma hora comenzaba –una vez más- la más dura de las batallas que se registran en estas intensas últimas semanas: la batalla por el control o posicionamiento del puente “Presidente Ibáñez” de Pto. Aysén. La represión ejercida por carabineros –fuerzas especiales traídas de otros lugares del país- ha sido “sin cuartel”, racionalmente violenta, con planificada táctica y decisión política. Los relatos son estremecedores. Mientras el puente con su bandera negra al tope, cual esmeralda soportando el cañoneo del Huáscar, en Coyhaique en cada barrio, en las poblaciones se levantaban cientos de fogatas y barricadas. Si las calles hubiesen sido de adoquines las imágenes serían como de cualquier ciudad sudamericana que conservan en su urbanidad el colonialismo español. Pero esta región se formó a si misma y no tiene identidad urbana histórica. Su identidad es la que va creando día a día con los desaciertos de alcaldes y autoridades. Por tanto, las barricadas se levantan con árboles, piedras, desechos metálicos y mucho caucho.
La lluvia comienza a caer más fuerte y va borrando las huellas y la memoria concreta del día anterior. Un diario nacional, que otrora desinformaba sobre la realidad de compatriotas desaparecidos en el exterior, publica dichos de la Intendenta que señala “Quedó casi cerrado el documento de acuerdo de la mesa de diálogo.” No he escuchado a los dirigentes del movimiento comentar algo así. Una que otra señal hermética, críptica podría apuntar en esa dirección. De ser así creo que la reflexión culmina en preocupación. Este movimiento ciudadano, transversal, no sólo puso –apresuradamente- en la discusión los 10 puntos básicos de reivindicaciones ciudadanas, también la dinámica animó a las localidades a realizar ejercicios democráticos y levantar sus propias demandas, históricas y otras coyunturales, que no están contenidas en el petitorio oficial. Esas demandas es muy probable que no sean consideradas y será presagio de nuevas y sucesivas movilizaciones intra regional. Pero con un agregado. Esta vez el pueblo, los ciudadanos, los “condenados de la Tierra”, al encontrarse ellos mismos encontraron el camino para la victoria o el martirio.
Las dos semanas de protesta social, movilizaciones, asambleas sectoriales, despojaron de representatividad y legitimidad a los dos bloques políticos que han gobernado uno desde 1973 a 1990 y luego siguió co-gobernando con el otro desde 1990 hasta asumir el gobierno pleno desde 2010 a la fecha. La protesta social desnudó un modelo económico dejando al descubierto las profundas desigualdades que existen en la Región de Aysén. Esta es una región que había perdido en la memoria los episodios de represión del estado. Desconocía por completo la capacidad de movilización y ferocidad de los marginados del sistema. Son ellos los que levantan y sostienen las barricadas noche a noche. El pueblo tradicional desfila, marcha. Esos desheredados del sistema son los que están dispuestos a entregarse a un combate del cual aún no tienen muy claro las razones políticas por las que están dispuestos a recibir balines, palos y gases lacrimógenos. Pero tienen certezas sobre el más político de los argumentos de los cambios sociales de la humanidad: No quieren seguir viviendo como hasta el día de hoy lo hacen.
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