Enero 2, 2025

Historias de ambulancias: heroísmo puro

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ambulanciaEn el mes de octubre, se publicó el libro “Historias de ambulancia: abrazando la vida, aceptando la muerte”, escrito por Lucía Aguilera Beltrán experta reanimadora del Servicio de Atención Médica Urgente, SAMU.


 

Esta situado en el Hospital de la Asistencia Pública, más conocido como la Posta Central y depende del Servicio de Salud Metropolitano y que tiene la función de entregar atención pre-hospitalaria de urgencia a toda la región metropolitana.


Los especialistas del SAMU  enfrentan a diario, batallas que en algunas oportunidades se pierden pero en otras, le arrebatan a la muerte más de una vida.


No es nuevo este oficio de rescatistas. Investigaciones históricas hablan de que la primera evidencia de una ambulancia data del siglo X y fue construida por los anglosajones. Esta consistía en una hamaca emplazada en un carro tirado por caballos.

Durante las Cruzadas del siglo XI, la Orden de Malta estableció hospitales para atender a los heridos de las batallas en Tierra Santa, aunque no hay evidencias clara que aporten datos sobre cómo llegaban los heridos a los hospitales. Posteriormente, los normandos utilizaron hamacas portadas por caballos para llevar a los enfermos. El servicio de ambulancia mediante caballos continuó con algunas variaciones hasta el siglo XX.

Las primeras ambulancias usadas en emergencias de las que se tiene constancia fueron las empleadas durante el reinado de Isabel I de Castilla, en el año 1487. El ejército castellano de la época era tratado de forma excelente y atraía a voluntarios de toda Europa, a lo que contribuían los primeros hospitales militares (o “ambulancias”), aunque los soldados heridos no eran recogidos hasta el fin de la batalla, causando un número superior de muertes en los campos.

El principal cambio en el uso de las ambulancias durante las batallas llegó con las “ambulante” volantes diseñadas por Dominique-Jean Larrey, médico de Napoleón Bonaparte. Larrey estuvo presente en la batalla de Spires, entre Francia y Prusia, entristeciéndole el hecho de que los soldados heridos no eran recogidos por las numerosas ambulancias, que Napoleón ordenó situar a algo más de 3 kilómetros del lugar de la batalla, hasta que las hostilidades no cesaran, por lo que pensó en desarrollar un nuevo sistema de ambulancias.

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Decidió utilizar el sistema utilizado por los normandos, de hamacas y caballos, resolviendo que carros de dos o cuatro ruedas, tirados por caballos, portaran a los heridos del campo de batalla, después de que estos hubieran recibido cuidados paliativos en el propio escenario.

Estas ambulancias voladoras se estrenaron con el Ejército del Rin de Napoleón, en 1793. Larrey posteriormente desarrolló servicios similares para el resto de tropas de Napoleón, adaptando sus ambulancias a las distintas condiciones, incluyendo hamacas que podían ser portadas por camellos, para las campañas de Egipto.


En Historias, se muestran relatos breves, contados de manera sencilla, de situaciones que ni remotamente pensaríamos que están sucediendo cuando se escucha una sirena a la distancia o cuando una ambulancia nos hace cambiar de pista en la calle.


En esta profesión, en la cual hay mucha vocación de servicio al prójimo se trabaja con una mezcla de pavor, riesgo, rabia y mucha frustración.


Cada día, los rescatistas del SAMU asisten al lado más terrible de la vida: la lucha desesperada de los seres humanos por sobrevivir, muchas veces en una dura agonía.


Este libro, que muestra el trabajo de estos rescatistas, visualiza una labor que es anónima, silenciosa, cuyos trabajadores viven en una eterna emergencia, en el límite entre la vida y la muerte asomándose al sufrimiento humano.


Muchas veces cuando se escucha una ambulancia, he pensado en quienes van en ella: ¿será una mujer a punto de dar a luz?; ¿será un hombre con un infarto cardiaco?; ¿será un niño atropellado? ¿Será será?. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en los rescatistas que acumulan estas historias en sus mentes y en sus corazones.


Las personas que trabajan junto a Lucía, sacan horas y ganas de donde ya no queda nada. Son años luchando contra la muerte y con un espíritu enérgico común. Son héroes civiles, que no se vanaglorian de ello y que nunca, se les ocurriría definirse como tales.

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