A la semana del llamativo “homenaje” a un asesino-torturador, la gran prensa chilena sigue inflando al alcalde UDI-DINA Cristián Labbé y a su protegido, el criminal congénito Miguel Krassnoff Marchenko, hijo y nieto de cosacos del Don que asesinaron judíos y terminaron pasándose a las fuerzas de ocupación nazi que invadieron la ex Unión Soviética.
El ex coronel DINA y alcalde del rico municipio santiaguino Providencia desafía la máscara democrática que por razones electoralistas y populistas luce su propio partido, la conservadora y pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI), y emplaza también a Renovación Nacional (RN), la tienda de apariencia liberal del presidente Piñera. Labbé quisiera erguirse como líder del pinochetismo duro que aspira a la resurrección, aunque el personal retirado luzca pobretón sin uniforme.
Los antecesores del “homenajeado”, su padre Semeon Krasnow y el abuelo Piotr, no murieron “colgados por los bolcheviques en la Plaza Roja de Moscú”, como afirmaron quienes le rinden homenaje, sino que una vez capturados en Austria por los británicos y entregados a los soviéticos en virtud del acuerdo de Yalta, fueron condenados a la pena capital por el Tribunal Supremo de la ex URSS y fusilados en enero de 1947, en la prisión moscovita de Lefortovo, por crímenes de guerra y, sobre todo traición, a una patria que los cosacos racistas y reaccionarios nunca consideraron suya. El futuro torturador y asesino, que arribaría a Chile en agosto de 1948, nació en el Tirol austríaco en febrero de 1946, casi un año antes de la ejecución de sus predecesores.
El abuelo Piotr dirigió 1.300 pogromos, matanzas étnicas de judíos que dieron muerte a 150 mil personas entre 1918 y 1920, según estimaciones del abogado chileno de ascendencia judía Gabriel Zaliasnik Schilkrut. Un cuarto de siglo después, junto al progenitor de Krassnoff Marchenko –Semeon–, en 1944 el abuelo Piotr plegó sus fuerzas a las Waffen SS de las tropas de ocupación de Hitler. El “hijo de tigre” –y también nieto– obedeció al llamado genético de la estirpe e intervino en Chile en la desaparición de 200 personas de izquierda, borradas de la faz de la tierra por la tenebrosa Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) a causa de sus ideas políticas y sus nexos con partidos de izquierda de variado signo ideológico.
El abogado de derechos humanos Nelson Caucoto –entrevistado el martes 29 por Ramón Ulloa, de CNN Chile (1) y también citado el 30 por el diario electrónico El Mostrador (2)–, recordó que esos seres humanos fueron desaparecidos con “un alto grado de eficiencia”, al punto que en casi 40 años sólo se han recuperado restos parciales de cinco cuerpos encontrados en diferentes locaciones y hallados prácticamente por casualidad.
Krassnoff Marchenko, que ha recibido homenajes como una suerte de “héroe anticomunista” por parte de la minoría pinochetista más reaccionaria del país, cumple condenas a 144 años dictadas en 23 casos examinados por los tribunales. Por lo menos, aún viven 84 sobrevivientes de diferente signo político torturados personalmente por el austro-tirolés, según la lista Internet “A mi me torturó Krassnoff”, encabezada por Marcia Scantlebury Elizalde, integrante del directorio de Televisión Nacional de Chile (TVN), Gabriel Salazar Vergara, Premio Nacional de Historia; y Patricio Bustos Streeter, Director del Instituto Médico Legal, entre otras personalidades del país actual que pertenecieron al MIR.
“Sólo sabemos el destino de cinco personas, encontradas de manera fortuita”, explicó Caucoto. Citó a Vicente Atencio Cortés (PC), Eduardo Canteros Prado (PC), Alejandro Juan Ávalos Davison (PC), Marta Lidia Ugarte Román (PC) y Humberto Menanteu Aceituno (MIR). Según testimonios de otros sobrevivientes, todas estas personas pasaron por el campo de tortura y exterminio de Villa Grimaldi, donde operaba Krassnoff.
“Desapariciones eficientes”
Caucoto dijo que la justicia acreditó que -en la década de 1970- Krassnoff fue el encargado de desaparecer a 200 militantes del MIR en Santiago. “Respecto de la desaparición de todos los militantes del MIR hay una responsabilidad directa y flagrante de Krassnoff, porque él fue el persecutor del MIR en la ciudad de Santiago”, dijo. “La DINA, y en ella el señor Krassnoff, y el señor Manuel Contreras [ex coronel jefe fundador de la DINA, también preso], son responsables de la desaparición de cerca de 200 personas en Santiago. Y esas personas, y aquí viene lo duro de la información, fueron hechas desaparecer con un grado de eficiencia que ya se la quisieran, en el mundo entero, otras organizaciones criminales como fue la DINA”.
Caucoto dijo que el ex brigadier “es quien más sabía del MIR en la capital”. Añadió que en los juicios también está acreditado como falso que las aprehensiones se hayan producido en enfrentamientos, sino que se trató de personas jóvenes que no estaban en combate y que fueron capturadas desarmadas en sus propios domicilios, en la calle o en sus lugares de trabajo.
Los organizadores del controvertido homenaje a Krassnoff escenificado el 21 de noviembre por el alcalde UDI de Providencia Cristian Labbé, también ex coronel de la DINA, y el ex ministro de Pinochet Alfonso Márquez de La Plata, alegan que Krassnoff es víctima de una ficción jurídica –“contraria al estado de derecho”, que dicen reivindicar– llamada “secuestro permanente” y que ha sido condenado a 144 años en base a “presunciones”. Las personas desaparecidas fueron secuestradas vivas y una vez asesinadas, se ocultaron sus restos en tumbas secretas. La “eficiencia” castrense los condujo después a desenterrar los cadáveres para lanzarlos al mar a fin de que no aparecieran jamás, en una campaña oficial del ejército llamada “Operación Retiro de Televisores”.
A comienzos de 1979, Pinochet envió al Regimiento Húsares de Angol un criptograma de “máxima urgencia”, ordenando al suboficial de inteligencia de esa unidad que desenterrara todos los prisioneros políticos ejecutados en la jurisdicción de ese plantel castrense para hacerlos desaparecer rápidamente. La “Operación Retiro de Televisores” había comenzado el año anterior con las víctimas de La Moneda, se extendió por varios meses a todo el país y casi tres décadas después condujo a prisión a numeroso personal castrense por diferentes decisiones judiciales.
La orden de “retirar los televisores” fue cumplida con tal eficiencia que dejó asentado a perpetuidad el carácter “permanente” del secuestro de las víctimas. Mientras no aparezcan sus cadáveres, continúa el “secuestro permanente”, un delito de lesa humanidad que Chile se vio obligado a incorporar –tardíamente, y hace unos 8 años, recordó Caucoto– a su sistema jurídico ante la presión internacional de numerosos tratados de derechos humanos suscritos después del fin de la dictadura de 17 años (1973-1990).
El Mercurio y “los televisores”
La profesora Marta Lidia Ugarte Román, de 42 años, del comité central del PC, pudo ser uno de aquellos “televisores”. Asesinada en Villa Grimaldi, tras su detención en agosto de 1976, su cadáver apareció un mes después en una playa cercana a Santiago. El Mercurio, de Agustín Edwards, difundió la historia de un crimen pasional, fraguada en los talleres “intelectuales” de la DINA, en colaboración con el dueño y algunos periodistas de ese diario. Con el título “Asesinada hermosa joven”, la reportera policial Beatriz Undurraga describió el supuesto crimen pasional que dio muerte a una “atractiva joven de 23 años”. Pero Marta Ugarte fue lanzada al mar adentro de un saco amarrado a su cuello con alambre y a pesar de las precauciones de los militares, el cadáver fue devuelto a la playa La Ballena, en Los Molles. Y todavía conservaba el alambre en el cuello cuando lo vio Undurraga. Tenía 42 años, no 23, y había muerto por torturas, no en un crimen pasional, pero el diario de Edwards contó otra historia. El periodista Pablo Honorato, que aún hoy reportea tribunales para el Canal 13 de la U. Católica, publicó la misma historia en Las Últimas Noticias –otro diario de Edwards–, a pesar de haber visto también el cuerpo. Este episodio del periodismo edwardsdiano se describe con detalles en el documental El Diario de Agustín, de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, estrenado en 2008 (3).
Vulgares asesinatos, no muertes “en combate”
El abogado Caucoto precisó que “la justicia la hacen los tribunales, no los militares ni las víctimas” y añadió que “hemos avanzado mucho en la justicia de este país”. Dijo que por fin “son los agentes quienes están hablando, son los agentes quienes están acusando a sus jefes. El caudal de información proviene de los propios protagonistas de los hechos”.
Según una querella introducida en marzo de 2001, ante el juez Juan Guzmán Tapia, por familiares y ex compañeros de más de 560 víctimas del MIR, Miguel Krasnoff Marchenko, alias “Capitán Miguel”, tenía “nivel de decisión superior en Villa Grimaldi”, o sea, decidía la vida o la muerte de los prisioneros. Para extinguir al MIR organizó ramas operativas específicas dedicadas a diferentes partidos como los grupos Halcón, Aguila, Tucán, Caupolicán, etc.
“[Krassnoff] eliminó a jóvenes que no estaban combatiendo, a gente que habiendo pertenecido [al MIR o a otros partidos], fue detenida en sus casas, sin portar armas”, dijo Caucoto. “Cuando alguien es capaz de mentir así es escandaloso”. Para el jurista Caucoto resulta increíble “que se ponga en cuestión los dictámenes de la justicia chilena” y cree que “hay que hacerle una notificación a estas futuras dictaduras”, en alusión al derecho universal sobre los crímenes de lesa humanidad y a los evidentes intentos de recomposición del pinochetismo más duro.
La “guerra” que nunca existió
“La guerra hace que los hombres buenos hagamos cosas malas”, afirmó el martes 29 el ex coronel de la DINA y alcalde, Labbé, pero en Chile no hubo ninguna guerra. Sólo hubo un golpe de estado perpetrado por militares con apoyo civil, que sometieron –en su propio país– al resto de la población partidaria de Allende con la barbarie propia de las fuerzas de ocupación extranjeras en cualquier nación del mundo, ayer y hoy. Una vez más, los militares chilenos fueron instrumentados por la elite para ocupar y someter a su propio país desarmado. La ficción de la guerra, alimentada por los grandes medios como El Mercurio y otros, dibujó una hiper realidad que al parecer terminó por convencer a sus propios inventores hasta el día de hoy, a casi cuatro décadas de los crímenes. La hiper realidad de la pretendida “guerra” todavía opera como cortina de humo para ocultar, e incluso reivindicar, las violaciones de derechos humanos.
Labbé, que facilitó el recinto municipal del Club Providencia para el homenaje a Krassnoff, enfrentó el martes 29 las críticas de algunos concejales opositores en la sesión del ayuntamiento. Otros se quedaron callados y apenas uno de la UDI lo defendió y dijo que Krassnoff no tuvo “debido proceso”. El concejal PPD Rodrigo García Márquez criticó al alcalde por el homenaje, que consideró irresponsable y provocativo para las víctimas de la dictadura.
La concejala DC Carolina Leitao pidió “respeto” al jefe comunal hacia los vecinos que sufrieron en persona o por algún familiar los horrores de la dictadura, y solicitó un rechazo formal del Concejo frente al homenaje, pero esta opción no fue sometida a votación por Labbé. “¿Cuántos vecinos de Providencia fueron torturados, exiliados, relegados, asesinados, secuestrados? ¿Cuántos vecinos de Providencia no saben todavía dónde están sus familiares?”, preguntó Leitao.
Labbé tiene eco en la gran prensa, que siempre se muestra dispuesta a servirle de tribuna. “Voy a seguir actuando así, aunque me quede solo”, dijo el martes 29 a La Tercera, a una semana del “homenaje”. “Nunca me voy a sacar la camiseta de militar”, añadió. Afirmó que las víctimas de torturas de la dictadura militar “no son santas palomas” y que “no los llevaron a estos lugares [centros secretos de detención] porque andaban vendiendo leche en un carro”.
Pocos medios destacaron que en la misma jornada del “homenaje”, el juez Alejandro Solís, ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, dictó un nuevo procesamiento contra Krassnoff, y otros tres ex integrantes de la DINA, por el “secuestro calificado” de Newton Larrin Morales Saavedra, militante del MIR, de 39 años, desaparecido desde su detención en su domicilio de Ñuñoa, Santiago, el 13 de agosto de 1974. Semanas antes, en octubre, fue condenado a perpetua por un tribunal… de Francia.
Pero el trasfondo de este acontecimiento, no dilucidado por los grandes medios, es la profunda molestia del pinochetismo más duro –militar y civil– con el presidente Sebastián Piñera, su gobierno e incluso con la clase política bipartidista que lo sustenta, pero más con RN que con la UDI. Para estos sectores, que consideran “traidores” a Piñera y a las figuras “democráticas” de sus soportes partidarios, que toman distancia por razones electorales y por “el juego político en democracia”, Krassnoff se ha convertido en un símbolo de rebeldía ante promesas electorales incumplidas de amnistía, revisión, cierre o “punto final” de los juicios, formuladas por el propio candidato presidencial de la derecha para captar los votos de aquellos sectores, cuya burbuja hiper real y su autoestima un tanto esquizoide continúan auto-situándolos como “salvadores de la patria” y “servidores de Chile” que arriesgaron sus vidas para derrotar la “amenaza comunista” representada por Salvador Allende y sus seguidores, en la “guerra” que nunca existió, etcétera.
A casi 40 años, las heridas del 73 siguen abiertas, tanto entre las víctimas de la represión como en el pinochetismo castrense y civil que en su derrota política ahora sustenta la tesis de que es “víctima” de una democracia que no respeta “el estado de derecho”, ni la “libertad de opinión” expresada en este cuarto intento público por levantar la figura de Krassnoff con el pretexto de la presentación de un libro sobre “su trayectoria”, mientras el personaje polemiza desde la prisión a través de un blog y trata de llamar la atención del jefe de Estado. En el fondo, esta demostración política vino a fortalecer crecientes rumores, confidencias e indicios –como unos misteriosos panfletos fascistas que se riegan constantemente en Providencia– de un intenso ajetreo en la formación de un nuevo partido pinochetista de extrema derecha, integrado principalmente por militares en retiro y también algunos activos, además de civiles como los organizadores del “homenaje”. El telón de fondo es la crisis interna en desarrollo en el partido del presidente, RN, entre pinochetistas conservadores, como su presidente Carlos Larraín, y sectores liberales que incluyen parlamentarios y altas figuras del propio gobierno. No sería sorprendente que RN se desgaje en las próximas semanas.
Otra mentira: el colgamiento de los Krassnoff en la Plaza Roja
El co-organizador del homenaje a Krassnoff, Alfonso Márquez de la Plata, ex ministro de agricultura de Pinochet y ex presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), organización de los dueños de la tierra chilena, justificó el acto afirmando en los medios que el sentenciado por crímenes “es descendiente de famosos cosacos. Su abuelo y su padre fueron colgados en la Plaza Roja por combatir el comunismo”.
Pero la verdad siempre sale a la luz: el padre y el abuelo fueron criminales de guerra aliados de los nazis. Primero, su abuelo Piotr Krasnow, efectivamente, fue un cosaco del Don que en Ucrania se hizo famoso exterminando judíos –1918 a 1920– en matanzas étnicas en las aldeas denominadas “pogromos”. Después de boicotear a la Revolución Rusa de 1917, durante la ocupación nazi el abuelo y su hijo Semeon, o sea, el padre de Miguel Krassnoff Marchenko, se pasaron al bando de las tropas de ocupación de Hitler. Y en enero de 1947, Piotr y Semeon terminaron sus días fusilados como criminales de guerra, tras un “debido proceso”, pero no en la Plaza Roja…
El abuelo de Krassnoff condujo 1.300 pogromos que dieron muerte a 150 mil personas, en masacres como las de Kiev, Sarny, Ovruc, Tetiev, Cherkowsky y Proskurov, locación donde asesinaron a 1.600 judíos ucranianos. Un descendiente chileno de las víctimas de esta última matanza del famoso abuelo de Krassnoff, el abogado Gabriel Zaliasnik Schilkrut, ex presidente de la Comunidad Judía, mandó un desmentido al vespertino La Segunda (4) –otro diario de Agustín Edwards– que se publicó el 21 de noviembre. El texto de Zaliasnik refutó en palabras breves, pero bien escritas, la pretendida “leyenda” de Márquez de la Plata sobre el linaje Krassnoff-Krasnow:
Señor Director:
En edición del viernes 18, el señor Alfonso Márquez de la Plata señala, explicando el inconcebible lanzamiento-homenaje de un libro en relación con el condenado coronel (R) Miguel Krassnoff, que “Miguel Krassnoff es descendiente de famosos cosacos. Su abuelo y su padre fueron colgados en la Plaza Roja por combatir el comunismo”. La verdad histórica exige una importante rectificación. Su abuelo Piotr Krasnow fue un criminal de guerra que dirigió a los Cosacos del Don, en Ucrania, siendo responsable de numerosas matanzas —pogromos— en contra de los habitantes judíos de esas zonas. Junto a otros criminales cosacos, como Semeon Petlura, condujeron —entre 1918 y 1920— más de 1.300 pogromos asesinando a cerca de 150 mil judíos. Entre estas masacres destacan las de Kiev, Sarny, Ovruc, Tetiev, Cherkowsky y Proskurov. En esta última fueron asesinados 1.600 judíos ucranianos, entre ellos toda la familia de mi abuelo paterno, quien emigró a Sudamérica como único sobreviviente de aquella sangrienta orgía antisemita.
Con el advenimiento de Hitler al poder, y particularmente con ocasión de la invasión nazi a la ex Unión Soviética, Piotr Krasnow, en su calidad de líder cosaco, acuerda la incorporación de unidades cosacas al bando alemán, organizando la 1ª División de Caballería cosaca del Ejército Alemán, a cargo del general Helmuth Von Pannwitz. Entre dichos soldados se encontraba precisamente el padre del coronel (r) Miguel Krassnoff, Semeon Krasnow. En el año 1944 la mayor parte de estos soldados se incorporan a las sanguinarias Waffen SS, las tropas de élite de Hitler, a cargo de la implementación del genocidio contra el pueblo judío.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, tanto Piotr como su hijo Semeon Krasnow se entregan al ejército inglés, el que, en cumplimiento de los acuerdos de Yalta, los envía junto a otros prisioneros de guerra a la ex Unión Soviética para su juzgamiento. Tanto el abuelo como el padre del coronel (R) Krassnoff son enjuiciados por crímenes de guerra, traición a la patria y colaboración con el enemigo, siendo condenados por el Tribunal Supremo de la URSS a la pena de muerte y ejecutados en definitiva por fusilamiento —no colgados— en el patio de la Cárcel de Lefortovo —y no en la Plaza Roja— en enero del 1947. (Fin de la carta a La Segunda).
Por lo tanto, la inclinación por la sangre fresca cebó de nacimiento el biberón del bebé austro-tirolés-cosaco que arribó a Chile en 1948. a los dos años y medio…
Notas:
1) http://www.cnnchile.com/nacional/2011/11/17/krassnoff-bebio-el-antimarx ismo-con-la-leche-materna
2) http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2011/11/29/nelson-caucoto-recuerda-que-krassnoff-hizo-desaparecer-a-todos-los-militantes-del-mir-en-santiago/
3) http://lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20081011/pags/20081011215809.html
*) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno