El viernes nos encontramos con la sorpresa de que Sitiocero había sido hackeado. Para quien no está familiarizado con los trucos del delito informático, pensará que nos colocaron uno de esos avisos en que algún computín se vanagloria de sus habilidades informáticas o un grupo instala su bandera para dar a conocer su causa. No fue eso, el hacker robó y destruyó la base de datos y los últimos respaldos, el contenido y “el programa” que articula el contenido que produce nuestra comunidad. El “hosting” logró restablecer una copia que nos llevó al estado de la conversación de mayo de este año. El mismo ataque se repitió con otros medios alternativos:
No me interesa aquí la conversación técnica, ni tampoco sobre el hackeo o el hacker. Me interesa el acto censura y exterminio de la expresión comunicativa de una comunidad. En Chile, estas cosas empiezan así, suavemente, probando, corriendo un poco la raya, moviendo el cerco sin que el vecino se dé cuenta. Como el experimento en que se pone una rana en una olla con agua fría, y se le aplica fuego lento. La rana no distingue el cambio gradual, no reacciona y muere. Pero si se lanza la rana al agua caliente esta salta de inmediato.
Así comenzó, por ejemplo, el aumento de la represión. Pocos deben recordar cuando en febrero, unos jóvenes fueron reprimidos y detenidos, por ir caminando por Huérfanos, un paseo peatonal, portando unos carteles. Pocos reaccionaron, “total no era algo tan grave y los soltaron en unas horas”. Muy pocos pedimos explicaciones al ministro Hinzpeter y solicitamos información a
No es porque se trate de nuestro Sitiocero, pero no se puede dejar pasar la destrucción de un medio de comunicación: es un hecho peligroso para todos, para la comunidad, para la convivencia presente y futura. En Chile, acallar, silenciar, desaparecer, extirpar, parecen ser parte de lo que muchos consideran el camino más corto y eficiente para imponer su verdad. El silencio frente a estos ataques, porque se trata de un medio pequeño, gratuito, sin intereses comerciales, abre las puertas a días sombríos para todos.
Como “espacio de conversación sobre y desde la comunicación”, conversamos, ampliamos los contextos de interpretación, exploramos nuevas y viejas miradas desde las diferentes disciplinas que constituyen la maravilla de lo humano para construir una convivencia que lleve a una mejor comunidad. En nuestras conversaciones están presentes Francisco Varela y Humberto Maturana, los estudiantes en la calle, los ecologistas y los políticos, el dios Thot y Raúl Ruiz, las regiones y las personas, los derechos humanos y las celebraciones del equinoccio, la memoria y el futuro, los medios de comunicación y el conocimiento, la ira y el humor, el cine, el diseño y la sociología, Ernesto Sábato y Gonzalo Rojas. Nuestra propuesta integra generaciones, miradas, posiciones en el respeto y el afecto ¿Para quién puede ser considerado esto una amenaza? Sólo para quien se siente más cómodo en el silencio de su propia y única verdad o en el ruido que extingue el poder transformador de la conversación humana.
La libertad de expresión y el derecho a la comunicación, no son un slogan; ejercerlos debe ser una práctica permanente, no siempre es fácil pero siempre es gratificante. Debemos fortalecerlos continuamente para avanzar en nuestro desarrollo como personas y como comunidad.