Noviembre 3, 2024

Un republicano con jeans

andres_zaldivar

andres_zaldivarComo pocos, el senador Andrés Zaldívar representa todo lo que la gente repudia por estos días, cuya más excelsa expresión, son las movilizaciones estudiantiles.

 

 

 

 

Acomodado, nunca en su vida ha tenido algún tipo de necesidad asociada a vivir de un sueldo como la mayoría de las personas normales. Hecho de corcho, Andrés Zaldívar tiene la capacidad que comparte con un puñado bien definido de ciudadanos: no se hunde. Pase lo que pase en el país, Zaldívar se va a mantener en los puestos de avanzada de un sistema que le fue hecho como para su uso diario.

 

Luce la extraña característica de los que se caen para arriba. Cuando Zaldívar pierde las prerrogativas de una ubicación en el exclusivo mundo de los administradores del sistema, se las ingenia para quedar mucho mejor que antes.

 

Que nadie se equivoque: por muy ajado que se vea, Zaldívar mantiene intacto el mecanismo del arreglín, del acomodo, del acuerdo con Dios y el diablo, con tal de mantener las cosas como están. A esas costumbres les llama relaciones civilizadas, vida republicana, tolerancia entre distintos, convivencia democrática.

 

Para Zaldívar la política de principios es una exageración de los que no entienden que la cosa es de largo aliento y en esa maratón, mantener buenas relaciones con Pedro, Juan y Diego, es una condición para encontrar el respeto debido a su investidura y una larga vida a cargo del Estado, sin los contratiempos propios de los fanáticos.

 

Parece que con la derecha tiene una distancia nacida de sus profundas convicciones, sin embargo tiene por ella una reverencia que demuestra en sus amplias amistades en el gobierno, sus íntimos vínculos entre el empresariado más poderoso y su misa del domingo

 

Quizás su único momento en que no leyó los efectos de una conducta fue cuando en 1973 no firmó la carta que trece miembros de su partido sí hicieron para oponerse al golpe de Estado de Pinochet. Tras el paso de los años, le importa poco. A pesar de esa omisión la vida lo ha tratado bien y se ha mantenido en la aristocracia chilena sin contratiempos y el punto ciego de su sicología, le ha permitido borrar esa omisión, tal vez involuntaria.

 

Es que Zaldívar muy tempranamente cayó en cuenta que en la política chilena, y quizás de todo el mundo, existe la impunidad ante las costumbres, usos o conductas que en el caso de otros ciudadanos, serían motivo de una sanción, aunque sea superficial. Un político puede mentir usando para el efecto todas las posibles variantes de la falsía y nunca le va a pasar nada.

 

Notable fue la participación de él y su hermano Adolfo, en la gestación de la Ley de Pesca respecto de la cual debieron inhibirse de participar por sus conocidas relaciones laborales, financieras y amistosas con el Grupo Angellini, uno de los actores mas importantes de la industria y que ha significado la depredación de los mares y la pobreza para miles de pescadores artesanales. Votó a favor del poderoso grupo, y no pasó nada.

 

Como buen conservador, su acción más audaz es vestirse con jeans un sábado por la tarde. Aborrece el desorden y oculta su malestar ante las marchas estudiantiles detrás de un protector silencio. Al respeto, y conminado a decir algo, sus palabras podrían ser interpretadas como si estuvieran, de manera simultánea, diciendo blanco, pero también

diciendo negro, y ni siquiera se despeinará.

 

La toma del las oficinas del senado tuvo en este republicano su más feroz adversario. Es que entiende las instituciones como íconos sagrados reservados sólo para quienes se han tomado el trabajo de acceder mediante los mecanismos regulares y previstos en la constitución y las leyes.

 

Por eso le resulta inconcebible la irrupción de cierta chusma a un altar en que no tiene nada que hacer. Y, respetuoso como es de los principios y las buenas costumbres, encuentra de mal gusto que un Girardi Lavín, los viole para granjearse la simpatía de aquellos que lo tienen a mal traer en las encuestas.

 

Pero aunque le parece innoble utilizar esa variante de la política para buscar algún reposicionamiento, él no lo haría, y a pesar de su postura punitiva y de franco malestar por la actitud del presidente del senado, cuando éste se le cruce por los pasillos algodonados de la Corporación, le dirá de su malestar con una risita comprensiva en la cara y con alguna ironía en la medida justa para no perder una amistad que resulta tan necesaria.

 

La República es lo primero.

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *