El geógrafo marxista inglés, David Harvey, dictó una conferencia titulada “Crisis Actual del capitalismo: ¿hacia una ruptura de la división territorial del trabajo?” en el aula 108 de
A sus 76 años habla sin apoyarse en apunte alguno y con ímpetu adolescente. El autor de ‘Limits to Capital’ (1982) enfrenta con simpleza y al hueso a un público mayoritariamente joven y arranca desde su particular perspectiva analítica y temática sobre las razones y movimiento de la crisis económica mundial.
“Las tendencias a las crisis también circulan geográficamente. Nunca ha existido una crisis capitalista que no comenzara en algún lugar y que de allí se expandiera a otros. En este caso, el origen de la crisis estaba ubicada en los mercados de vivienda, principalmente en algunas partes de EE.UU., como California, Arizona, Florida, Georgia. Existen otros sitios donde la crisis se ha manifestado, como España, Irlanda, Portugal. Esa ubicación social y sectorial de la crisis indicaba que contenía una dimensión urbana. Aquí debería pensarse en las relaciones entre la urbanización, la formación de la crisis y la resolución de la crisis. Sin embargo, no hay bibliografía sobre esta cuestión ni desde la perspectiva marxista ni desde la convencional”, dice en un inglés rápido y coloquial, y añade que “Por ejemplo, el Informe de Desarrollo 2009 del Banco Mundial se concentró en asuntos de urbanización, realizando todo tipo de recomendaciones respecto de cómo la financiación de las viviendas debería organizarse, y cuán importante era securitizar las hipotecas y transferirlas a todos los lugares del mundo. Publicaron esto sin decir absolutamente nada sobre la crisis que acababa de desatarse. Por ello escribí un breve libro sobre la historia de la organización y su conexión con la historia de la gestación de la misma crisis. Durante la investigación me encontré con una solución muy interesante del Banco de
Una explicación a la mano
Quien refrenda con su actividad intelectual el compromiso con el ambientalismo militante y radical, procura con un ejercicio sencillo dar cuenta de las aristas más complejas del desarrollo capitalista y sus puntos de quiebre. Así Harvey afirma que “Los capitalistas comienzan el día con cierta cantidad de dinero. Van al mercado, compran medios de producción, materias primas, máquinas y fuerza de trabajo. Combinan trabajo, medios de producción y tecnología que crean un producto que luego se lleva al mercado, se vende al precio original más el valor excedente o ganancia. Ese proceso tiene muchas barreras potenciales. Y las crisis están ligadas a una de estas barreras. Por ejemplo, cuando los capitalistas van al mercado y quieren comprar medios de producción se encuentran con que no hay energía o existen problemas con el suministro de materias primas, etc. Entonces surge una crisis. ¿Y qué pasa cuando no hallan suficiente mano de obra o el trabajo está bien organizada y no quiere trabajar salvo ciertas condiciones? Ocurre otra crisis. Yo creo que la crisis de fines de 1960 e inicios de 1970 es de trabajo. La mano de obra organizada era demasiado poderosa, y los capitalistas decidieron no invertir, castigando el trabajo como Pinochet en Chile, Reagan, Thatcher. Asimismo, existe una crisis cuando las materias primas quieren venderse, pero no encuentran un mercado. Esto es parte de la larga historia de las crisis del capitalismo. Y cada crisis que acontece tiene una combinación especial de los elementos señalados. En el caso del punto de crisis en el trabajo ocurre un problema de demanda. ¿Cómo la gente tendrá suficiente dinero para comprar el producto si los salarios están deprimidos?”
David Harvey fundó el concepto de ‘acumulación por desposesión’ (enriquecimiento capitalista a través de la explotación y privatización de todos los recursos naturales, servicios básicos y derechos sociales). Y prosigue su exposición sobre el proceso de reproducción del capital condensado simbólicamente en un día, expresando que “La cuestión es que tiene que haber más de lo que había al comienzo del día. Es decir, el capitalismo es crecimiento; debe incrementarse para sobrevivir. Si no aumenta, hay crisis. ¿Qué pasa hoy? Se observa que parte del mundo no está creciendo, como Europa, Japón, Estados Unidos. En buenas cuentas, el sistema capitalista está comprometido con el crecimiento desde alrededor de 1750. La tasa promedio de crecimiento por año, según cualquier medición, es de 2,25% anual. En la coyuntura, uno ve una suerte de fetiche asociado a un crecimiento de un 3% al año. Es decir, ese porcentaje resultaría el mínimo de crecimiento aceptable. Pero pasa que hace unos 150 años aproximadamente, se observa que ese crecimiento es compuesto. Esto es que para crecer en 1970 hacía falta 0,4 trillones de dólares de nueva inversión. Ahora demandaría 1,5 trillones de dólares de nueva inversión capaz de generar utilidades. En 20 años más se precisarán 3 trillones de dólares. Y en la medida que pasa el tiempo, las oportunidades se vuelven más difíciles de encontrar. Entonces se puede advertir un enorme estrés en la lógica del ‘síndrome de crecimiento’. Se está en presencia de un enorme reto para continuar el crecimiento, y en los últimos 30 años ha habido una corriente de dificultades para localizar nuevas oportunidades de crecimiento, incluso con la apertura de China y Rusia. ¿Qué queda entonces para mantener los mismo niveles de crecimiento?”
El autor de ‘The Condition of Postmodernity’ (1989), se contesta que “Ese 3% de crecimiento requiere que los capitalistas respondan qué harán con la utilidad al final del día. Atrapados en la competencia, si los capitalistas no crecen pierden el negocio. Y las presiones competitivas no se dan entre capitalistas individuales, sino también entre naciones. En la actualidad, todos los países quieren ser más competitivos que los demás, pero eso no es posible. En esta dinámica, hay ganadores y perdedores.”
La deuda
“Al final del día, ¿de dónde proviene la mayor demanda, aquella que no estaba allí al comienzo?”, se pregunta David Harvey y casi sin respiro indica que “Hasta finales del siglo XIX la respuesta estaba en el imperialismo colonialista. Pero ya no existen residuos no capitalistas ni feudalismo en el mundo. Entonces, supongamos que vivimos en una sociedad donde sólo hay capitalistas y trabajadores, dos clases. Al final del día, los trabajadores o los capitalistas tienen que crear esa demanda extra. Pero en concreto, no pueden ser los trabajadores porque están sufriendo la depresión, por tanto los capitalistas tienen que aportar su propia demanda. En consecuencia, los capitalistas están obligados a originar ese superávit. Entonces, la demanda al final del día es aportada por la demanda que va a ocurrir mañana. Y la expansión de mañana es la que barre con el superávit de ayer. El único problema es que hay una brecha de tiempo. ¿De qué manera se cubre esa brecha de tiempo? A través del sistema crediticio. El capitalista no compra la materia prima, sino que establece un pagaré que significa un compromiso de pago. La historia del capital es igual a la historia de la acumulación de deuda. De lo contrario no hay capitalismo posible. Por eso, más allá de la propaganda, los capitalistas nunca van a terminar con la deuda porque es un argumento político central del sistema. Y no tiene que ver con la economía. ¿A dónde va ese superávit? Se pueden producir nuevas cosas, ¿pero qué ocurre cuando el mercado se satura?”
Para ilustrar de mejor modo su posición, Harvey manifiesta que “Cuando se mira la historia de 1920 y su recesión en EE.UU., se registra una repentina explosión de la industria de la construcción de casas y ciudades, lo que provoca una onda poderosa de urbanización. Allí está la primera ola de la producción automovilística y el inicio del rediseño de las ciudades norteamericanas, absorbiendo mucho capital. Pero se construye ahora y el índice de retorno se resuelve en alrededor de 15 años después. En 5 años, los precios de las casas en Florida aumentaron 8 mil por ciento. Se inventaron los ascensores y los rascacielos. Pero luego de unos 7 años se advirtió la existencia de una sobre inversión y se produjo un crash. Y lo que ahora se ha descubierto es que 18 meses antes de la caída de Wall Street en 1999, el mercado de propiedades en Norteamérica había caído justo dos años antes de la debacle del mercado de acciones. Ello se traduce en un gran desempleo en la industria de la construcción (en 1930, la mitad de la fuerza de trabajo empleada en la construcción se despeñó un 50%). Por eso, en la época, el Presidente Roosevelt intentó establecer un sistema de inversión pública en torno a la infraestructura, edificación de carreteras, diques, represas; y asimismo, se empeñó en reformar las finanzas de las viviendas. Antes de 1930 era muy difícil conseguir crédito para viviendas. Sin embargo, pronto apareció un conjunto de instituciones financieras que permitía la obtención de créditos hipotecarios por 30 años. Por este medio se trató de salir de la crisis, pero no dio resultado porque los trabajadores no tenían empleo. Al final de
El creador en 1996 de ‘The New Imperialism’ termina su alocución con pedagógica ironía cuando dice que “En la década de los 80 hubo una crisis en los mercados de propiedades donde quebraron más de mil instituciones financieras. Se denominó ‘la crisis de ahorros y préstamos’, que redundó en la bolsa en los
Octubre 5 de 2011