
Los actuales dirigentes universitarios están jubilando a toda una generación de políticos. Es la ley de la vida. En los
En medio de la movilización de buena parte de la comunidad nacional para cambiar el modelo educativo, el movimiento estudiantil ha logrado poner en el centro el sistema de financiamiento de la educación, y de los privilegios que éste genera para unos pocos en desmedro de la gran mayoría de las familias; pues estas no quieren seguir financiando la “libertad de elegir” de una minoría de altos ingresos y bajo endeudamiento.
Este problema no estaba a la orden del día para el movimiento estudiantil de los
Cuando E. Tironi señala que su generación hoy les ofrece a los jóvenes “ensanchar las puertas para acceder al sistema, y nos expresan que quieren revisar sus fundamentos. Les proponemos aumentar la cantidad, y nos retrucan que desean hablar sobre el sentido. Les argumentamos desde la racionalidad, y nos responden desde la moralidad. Son totalmente inmunes a nuestro relato” (2), sólo está menospreciando argumentos de fondo, y que dicen relación con la racionalidad y la moralidad, por lo que han logrado el apoyo de varias generaciones más ¿O acaso existe un discurso racional que no sea moral o viceversa? El sabe muy bien que se trata de argumentos más racionales y, por tanto, de una moralidad más robusta. Es lamentable, pero Tironi sólo quiere hacer vieja política, de esa que busca confundir. Es el rey Lear que se resiste a dejar que las nuevas generaciones avancen lo que aquellas no pudieron.
Los últimos acontecimientos, y estas mismas polémicas, además de estimulantes, son una invitación a conocer más de cómo se configura el actual modelo educativo. Un camino en el que es clave comprender las distinciones fundamentales de lo que constituye un “sistema educativo”. Distinciones que se observan bien al comprender los distintos modelos educativos en su contexto histórico, cuando surgieron como alternativa.
Cada período de nuestra historia republicana ha estado marcado por distintos énfasis en sus discusiones acerca del “sistema”, pero todas ellas, desde las discusiones que en su tiempo sostuvieron Montt, Varas, Bello y Domeyko, y las posteriores de Lastarria, Bilbao y Valentín Letelier, dan cuenta de cómo el sistema educacional chileno se consolidó sobre bases conservadoras y la derrota sistemática de las ideas liberales. Mientras los últimos, como Letelier, defendieron la idea de la igualdad como pilar de la educación pública, los conservadores enfatizaron la segregación social.
Otros fueron los ejes en los debates acerca de la educación cuando el centenario de la república alentaba un incipiente desarrollismo aupado en el nacionalismo de la época. Cuando Encina, Galdámez y Darío Salas daban curso a una nueva etapa de confrontación. Y otros distintos serán los de
Un modelo que satisfacía las expectativas de la naciente clase media, una necesidad política para contrarrestar la creciente influencia de la izquierda en estos sectores. Sin embargo, aquí se trata igualmente de una concepción que, una vez más, postergaría el desarrollo del sistema educacional al servicio de la formación libre y republicana, y que sólo supuso “una ampliación del universo que compite por formar parte de las élites”, lo mismo que hoy les vuelve a ofrecer Tironi cuando les promete “aumentar la cantidad”. Al respeto contamos con un muy buen trabajo de Carlos Ruiz S. (3 ).
A partir de los
Un modelo que satisfacía las expectativas de la naciente clase media, una necesidad política para contrarrestar la creciente influencia de la izquierda en estos sectores. Sin embargo, aquí se trata igualmente de una concepción que, una vez más, postergaría el desarrollo del sistema educacional al servicio de la formación libre y republicana, y que sólo supuso “una ampliación del universo que compite por formar parte de las élites”, lo mismo que hoy les vuelve a ofrecer Tironi cuando les promete “aumentar la cantidad”. Al respeto contamos con un muy buen trabajo de Carlos Ruiz S. (3 ).
A partir de los