Noviembre 3, 2024

Que no caiga la rama de olivo

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palestineflagHan pasado treinta y siete años desde que el fundador de la Organización de Liberación Palestina, Yasser Arafat, “Abu Ammar” uno de sus nombres de batalla, y quizás el más acertado, “Padre Constructor”, conmoviera al mundo con estas palabras “Hoy he traído una rama de olivo en una mano y un fusil de combatiente por la libertad en la otra. No permitan que la rama de olivo caiga de mi mano. Repito, no permitan que la rama de olivo caiga de mi mano….”  

 

 

 

Palabras desafiantes, pero que encerraban una  súplica. La larga súplica de la Nación palestina por el derecho a ser reconocidos como Estado, con territorio donde puedan vivir libres y soberanamente. Los Gobernantes de las naciones de la Tierra lo escucharon con silencioso respeto en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Era Noviembre de 1974 y los Movimientos de Liberación Nacional de África, Asia y América Latina despertaban las simpatías de los pueblos del mundo.

 

La histórica lucha del pueblo palestino ha tenido avances y retrocesos, claudicaciones, traiciones, escisiones, radicalización y transigencias, aliados inquebrantables por su causa y una lucha larga, larga que conoce de masacres, exterminio selectivo y campos de refugiados. En esa larga lucha han caído activistas del mundo entero. Es un proceso de mil batallas por la libertad que se levanta sobre los huesos y cenizas de cientos de miles de combatientes. La masacre en los campamentos de Sabra y Chatila, sigue siendo una herida abierta que golpea la conciencia digna de la humanidad.

 

Recuerdo que en 1988 junto a Tania, mi compañera, recién retornados a Chile, caminábamos una tarde calurosa de verano santiaguino por la Alameda, cuando nos llamó la atención una colorida y bulliciosa caravana de decenas de vehículos. Eran jóvenes palestinos, nacidos en Chile, ataviados con la característica kofia, portando banderas rojo, negro, blanco y verde que se volcaron a las calles, para celebrar una de las tantas victorias parciales de la primera “Intifadah” que había comenzado a fines de 1987. Se me apretó el corazón porque sentí que cuando con Tania gritamos Palestina dijimos ¡Libertad! cuando gritamos Palestina dijimos ¡Otro Mundo es Posible!  De ahí en adelante “levantar la cabeza” o conocida como “La Guerra de las Piedras” no paró hasta lograr los Acuerdos de Oslo, Noruega. Siempre sobre la base de cientos de miles de muertos, donde el pueblo palestino ha puesto la mayor cuota de sangre y dolor.

 

Treinta y siete años después que Arafat hablara en Naciones Unidas, el actual presidente palestino Mahmoud Abbas, concurre a la Asamblea General de las Naciones Unidas para reafirmar la petición al reconocimiento del Estado de Palestina. Una vez más los Estados Unidos realizan poderosas maniobras para presionar a los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que voten contra el reconocimiento del Estado de Palestina. El Gobierno de Israel, no así gran parte de su pueblo, también presiona para impedir el derecho histórico del Pueblo palestino a construir su vida institucional de pleno derecho y en sus territorios.

 

Abbas solicita el reconocimiento de un Estado palestino como 194 miembro pleno de la ONU  sobre la base de las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, incluyendo Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Oriental como capital. En los gobiernos de los países latinoamericanos, más allá de su posición ideológica y alianzas globales, existe consenso que el reconocimiento del Estado Palestino ayudará a lograr una “paz duradera en Medio Oriente”. Tenemos esperanza que los gobernantes de los Pueblos de la Tierra comprendan que la causa del pueblo palestino es la causa de una nación que lucha incansablemente por el derecho a tener un territorio para vivir. Llegó la hora histórica de que el pueblo palestino disfrute de libertad, democracia y auto-determinación mediante la creación de un estado soberano e independiente, con capital en Jerusalén Oriental.

 

Cuando recuerdo los documentos, discursos y las propuestas de la Autoridad Nacional Palestina, y sobre todo la poesía de los niños palestinos, no puedo dejar de asociarlos con uno de los versos de nuestro poeta nacional “Mi casa sin puertas en la Tierra, las estrellas del mundo son mi patria.” Esa es la realidad del pueblo palestino. ¡Dios lo quiera! “Oj Alá” que la victoria del Pueblo Palestino no sea la del fusil combatiente, como tampoco la de Israel; que el tanque y la alambrada permitan que la sombra amable del olivar regrese.  ¡Dios lo quiera! “Oj Ala” un futuro con niños palestinos e israelitas, árabes y judíos, corriendo libres, con sus banderas flameando, por las calles de Jerusalén.

 

Por Rodrigo De Los Reyes Recabarren

                                                      rodrigodlr@patagoniachile.cl

 

 

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