El 21 de julio recién pasado, Isabel Hernández, bajo el sello de Cuarto Propio, publicó “Antes de la fuga”, libro en que se relata la relación entre Laura y Andrés.
El libro habla sobre las relaciones de poder que se dan al interior de una relación de pareja. Laura que está internada en contra de su voluntad en una clínica siquiátrica, frente a la soledad de su vida, reacciona con una fuga hacia su pasado, cuando aprendió a amar.
La protagonista aparece como una persona dependiente de la aprobación de un marido distante, que le reprocha, en silencio, las expectativas no cumplidas que él tenía de ella y se ve una relación que se fue degradando paulatinamente.
Es la historia de dos seres humanos, que olvidaron que en las relaciones de pareja, las frustraciones son mutuas, no unilaterales además de complicadas y dolorosas donde, detrás de una supuesta indiferencia hay una violencia sicológica que la protagonista acepta y además, se siente culpable.
El problema de Laura, es que como muchas mujeres, nunca se atrevió a dejar su relación tormentosa y decepcionante porque no se imaginaba poder seguir adelante sin Andrés, a pesar de los “reproches silenciosos” que son los que más hieren.
El impacto del poder en cada aspecto de nuestras vidas, ya sea en la esfera pública o privada, influencia la manera en que nos vemos a nosotros mismos y lo que creemos que somos capaces de hacer. La capacidad de las personas de comunicarse y de ser oídas es diferente en cada uno de los seres humanos y sobre todo, en una relación de pareja
Esta capacidad, esta determinada por una compleja serie de relaciones de poder en la mayoría de las esferas de nuestras vidas, en donde existe en una “cultura del silencio” donde muchas palabras pueden ser dichas pero están prescritas, definidas, limitadas por los parámetros de los roles o posición en los cuales las personas están metidas y luego que las personas internalizan su opresión, aceptan sus status o roles sociales.
Y sin averiguar, como es que nuestros roles y posiciones han sido socialmente construidos y mantenidos por diversas relaciones de poder, es improbable que seamos capaces de provocar cambios reales y duraderos en nuestras vidas. Además, ni que decir del hecho de que una mujer desempeñe un trabajo remunerado y gane dinero, eso también modifica las relaciones al interior del hogar.
Muchas parejas, como Laura y Andrés, se encuentran inmersas en relaciones de poder, que unas veces se manifiestan abiertamente y otras permanecen de forma oculta o latente.
Todos solemos poner en nuestra vida barreras ante los demás, y un día nos damos cuenta de que estamos atrapados tras esas barreras y nos resulta difícil salir. Por eso, la sabiduría de vivir está, en buena medida, en conocerse lo suficiente a uno mismo como para saber cuándo y cómo ha quedado uno atrapado. De lo contrario, la voluntad se hará cada día más débil, y la habilidad para engañarse, cada día más fuerte. A partir de ese momento, buscaremos la culpa en los demás, alimentando un orgullo que poco podrá ayudarnos, y quizás luchemos contra todos para no luchar contra nosotros mismos como Andrés.
Encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa más fácil del mundo. Siempre hay culpas exteriores, y hace falta mucha valentía para aceptar que la responsabilidad es nuestra. Pero esa es la única manera de avanzar, aunque sea un recorrido siempre cuesta arriba. Como decía la protagonista de aquella novela de Susanna Tamaro, “cada vez que, al crecer, tengas ganas de convertir las cosas equivocadas en cosas justas, recuerda que la primera revolución que hay que realizar es dentro de uno mismo, la primera y la más importante. Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer.”